Hace aproximadamente cuatro meses el Kennedy Center de Washington DC puso a la venta las entradas para “Hamilton: An American Musical” y el sitio de internet de la institución colapsó en menos de dos horas ante la incontrolable demanda. Y aún hoy, a una semana de su estreno, las entradas siguen agotadas. “Hamilton…” es uno de los musicales que más éxito ha tenido en los últimos años, más allá de los precios de taquilla que parten de los 199 dólares y llegan hasta 625 en las butacas de platea.
Sin duda, surge la pregunta sobre el misterio de este éxito tan arrollador y de esta “fiebre” Hamilton que está movilizando la audiencia de los Estados Unidos, sea donde sea y vaya donde vaya. El musical, narra en ritmo de rap y Hip-Hop la vida de Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores del país, quien fue el primer Secretario del Tesoro de los Estados Unidos durante la presidencia de George Washington. Con letra, música y guion de uno de los más exitosos creadores de musicales de la última década, el hijo de puertorriqueños Lin-Manuel Miranda, el espectáculo está inspirado en la biografía, “Alexander Hamilton”, escrita en 2004 por el historiador Ron Chernow.
La primera vez que subió a escena en 2015 fue en The Public Theater de Nueva York, y luego pasó a Broadway donde hizo una explosión descontrolada en la que en nueve meses recaudó más de 65 millones de dólares, y metió en su bolsa once premios Tony, un Grammy al mejor musical, un Pulitzer al mejor drama y siete premios Drama Desk. En aquellas primeras funciones, el propio Miranda, cuyo primer éxito fue en “In the Heights”, protagonizó a Hamilton.
En la versión que se presenta el en Kennedy Center, y que permanecerá en cartel hasta el 16 de septiembre, los roles principales están a cargo de Austin Scott interpretando a Hamilton, Julia K. Harriman, como Eliza Hamilton y Carvens Lissaint en el rol de George Washington. El elenco, que en su mayoría son africano-americanos e hispanos, hace un fantástico ensamble en el que van desgranando la historia a través de un lenguaje callejero, casi coloquial y moderno para narrar la ascensión y la caída de este hombre que fue uno de los grandes promotores de la Constitución de los Estados Unidos. Hijo no matrimonial de una franco-británica y de un irlandés, que pasó una infancia miserable, abandonado por su padre cuando tenía 10 años y huérfano de madre cuando tenía 11 años, se fue el fundador del sistema financiero de la nación,
Quizás lo más novedoso e interesante de este musical sea la forma de traer la historia a la vida real, sin acartonamientos. Y al mismo tiempo, esa mezcla musical de hip-hop, rap, blues y música pop para narrar los acontecimientos de la época, los cuestionamientos políticos y el entramado que fue construyendo el país. A esto se suman las baladas que definen el triángulo amoroso entre Hamilton, Eliza -su mujer- y Angelica Schuyler, su amante, interpretado por Sabrina Sloan.
Dirigido por Thomas Kail, el musical es una acertada combinación diferentes elementos que, si bien no escapan a los de un musical tradicional, se ensamblan de tal forma que lo convierten en algo original y diferente. La coreografía de Andy Blankenbuehler tiene una particular dinámica que funde elementos de jazz, Contact y Hip-Hop. Intensa, arrolladora y atractiva.
Pero “Hamilton”, cuya escenografía no tiene grandes despliegues ni efectos especiales, apunta más a narrar la vida cotidiana de los próceres sin el marco rígido de los libros de historia. Lo que prevalece en este musical son los aspectos humanos, los textos, los diálogos musicales, los intercambios de ideas y los entretelones personales y políticos de cada uno de los protagonistas. Y el resultado es un exitoso musical casi convertido en mito.