La compañía israelí Kibbutz Contemporary Dance Company (KCDC) presentó su espectáculo “Horses in the sky”, dentro de la vigésimo séptima edición del Festival Le Temps d’Aimer la Danse de la localidad francesa de Biarritz. Estrenada en la Sydney Opera House en 2015. La obra toma el nombre del álbum homónimo de la banda canadiense de post-rock, Thee Silver Mt. Zion, publicado en 2005, que asimismo es el título de unos de sus temas centrales en cuya letra se establece casi como un mantra que “la violencia atrae más violencia y los mentirosos, más mentiras”. El coreógrafo Rami Be’er construye un universo personal y algo caótico, en el que confluyen dieciséis poderosos bailarines que ejecutan una danza de gran fisicidad y cuyos mayores retos son el constante cambio de ritmo, la extensa amalgama de sentimientos y el colorido collage musical con diecinueve canciones, desde Elvis Presley hasta Björk.
Fundada en 1973 por Yehudit Arnon (1926-2013) –checoslovaca de nacimiento y sobreviviente del Holocausto, emigrada a Israel e instalada en el Kibbutz Ga’aton de Galilea-, KCDC posee desde su nacimiento un espíritu atrevido e intenso, al igual que su creadora, quien se negó en Auschwitz a bailar para los soldados nazis. Con la misma intrepidez que su mentora, el antiguo bailarín de la compañía Rami Be’er se hizo cargo de la formación en 1996.
La propuesta de Rami Be’er parte de lo poético del título –“Horses in the sky”, es decir, caballos en el aire-, terreno que le permite crear todo un conjunto de pequeñas escenas, engarzadas sobre las diferentes músicas cual gemas en un metal noble, alternando momentos de gran intensidad con livianos oasis de algo más próximo al lirismo. El creador apela a la libertad del espectador para darle su propia interpretación a la obra, que son sutiles píldoras sobre la existencia, la individualidad y la sociedad. Por eso, se entremezclan solos, dúos, tríos, cuartetos, con monumentales momentos corales que reúnen a la casi la totalidad del elenco de KCDC.
El frenético ritmo al que “cabalgan” los bailarines sobre la exigente coreografía de fuerte componente físico, puede llegar hasta el “galope” y dejar no sólo extenuados a los sólidos intérpretes de KCDC sino hasta el espectador, que debe hacer malabarismos para asumir el torrente de información, de energía y de acción que desplegaron los intérpretes de la formación israelí.
Otro elemento de importancia capital en “Horses in the sky” es la cuidada iluminación, también firmada por Be’er, al igual que el vestuario, la escenografía y los arreglos musicales. Los cambios radicales entre una gran cantidad de luminosidad escénica y algunos escasos focos cenitales, visten la escena, a la vez que son una muestra más de los claroscuros de la pieza. El uso de la luz es clave en la obra, ya que construye ambientes diferenciados y lleva de la mano al público de una sensación a otra.
Trepidante, vital y enérgico, el espectáculo “Horses in the sky” posee una fuerza arrolladora que es capaz de mantener la atención del espectador, sin pestañear durante sus sesenta minutos de duración. Las escenas corales trascienden al espectador por su mayor intensidad y eso que, en ocasiones, abusan de la reiteración gestual, pero el rápido cambio a un momento más intimista, resulta reconfortante. En cuanto a la danza, la deconstrucción del movimiento, el trabajo de suelo y el uso de la técnica contact-improvisation ayudan a generar gran parte del material coreográfico. Necesitado de un buen fondo físico, el elenco del KCDC ofreció sobradas muestras de su solidez tanto individual como de conjunto, durante la interpretación de la obra. Para quien tuvo que ser muy especial la actuación en casa fue para Martin Harriague, nacido en la localidad de Baiona, a escasos ocho kilómetros de Biarritz, miembro de la Kibbutz Contemporary Dance Company, desde 2013. Gracias a las personales reflexiones de Rami Be’er a partir de la canción “Horses in the sky”, el artista francés pudo sentir el calor de su público. Como viene siendo tradición en el Festival Le Temps d’Aimer la Danse, gran parte del patio de butacas de la llenísima Gare du Midi se puso en pie para la extensa ovación de más de cinco minutos a KCDC.