Alberto Alonso

Renace un icono de la danza cubana

En el centenario de su nacimiento, y por primera vez desde su exilio en los Estados Unidos en 1993, rehabilitan en Cuba la figura del coreógrafo creador de “Carmen Suite”, y de más de cien títulos de ballet. Una conmemoración que reviste perfiles ajenos a lo puramente artístico.

Deja un comentario Por () | 29/05/2017

Alberto Alonso en un ensayo de "Carmen Suite", 2007, en Florida, Estados Unidos. Foto archivo Danzahoy.

Alberto Alonso en un ensayo de “Carmen Suite”, 2007, en Florida, Estados Unidos. Foto archivo Danzahoy.

El 23 de mayo se cumplieron los 100 años del nacimiento de un insigne habanero, Alberto Alonso Rayneri, icono de la danza cubana del siglo XX, quien llegó a ser el primer bailarín profesional de su país e igualmente el primer coreógrafo caribeño con preeminencia internacional, así como el primer bailarín latinoamericano en ascender a los primeros rangos de reconocidas compañías de ballet de Europa y Estados Unidos de América.

Esta conmemoración, en su país natal, reviste características muy especiales de índole extra-artísticas. Se trata de “reivindicar una leyenda”, según el titular de un amplio artículo a tres columnas con fotos, publicado para la efemérides en la sección cultural del periódico Granma, nada menos que el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, el cotidiano de máxima circulación en el archipiélago.

Para calibrar la particularidad del hecho, cabe señalar que, tanto Alonso como su viuda actual, la destacada bailarina Sonia Calero, fueron proscritos de la vida cultural nacional cuando impelidos por un drama familiar, pasaron la frontera mexicana con los Estados Unidos, y se acogieron a la infeliz Ley de Ajuste Cubano. Allí residieron desde la década de los 90 de la pasada centuria. A partir de entonces un velo espeso cubrió su existencia real, hasta su muerte con 91 años en la ciudad floridana de Gainesville, siendo profesor de ballet de estudiantes del Santa Fe Community College Dance Program.

Boceto de la escenografía de "El Solar", de Alberto Alonso, 1965, diseñado por Carlos Enríquez. Foto gentileza BNC.

Boceto de la escenografía de “El Solar”, de Alberto Alonso, 1965, diseñado por Carlos Enríquez. Foto gentileza BNC.

Otros iconos de la cultura cubana que, igualmente, eligieron el exilio –excepto el gran pianista y compositor Ernesto Lecuona–, no han tenido mejor suerte con celebraciones de reconocimiento a sus notables valores artísticos, como es el caso (por solo mencionar dos grandes en su género) de Celia Cruz y Guillermo Cabrera Infante. De este último no se reeditan sus libros publicados antes de su partida definitiva, y de la popular cantante, muy raras veces se escucha su voz cubanísima en una emisora radial de la isla.

Las coreografías y los filmes con la impronta creativa de Alberto Alonso no han estado visibles por décadas en los respectivos espacios. Sólo su pieza más elogiada, y no menos controvertida, “Carmen Suite”, como se conoce su versión de la obra de Merimée-Bizet, dos veces creada, la primera para Maya Plisétskaya (quien se la pidiera después de admirar el filme sobre su comedia-musical “Un día en el solar”), en el Bolshoi de Moscú. La segunda, para su cuñada de entonces, Alicia Alonso, y el Ballet Nacional de Cuba. En años recientes, este ballet ha sido reclamado para su reposición en varios países, con nuevos elencos, y hasta en el BNC.
Las autoridades, capaces de tomar decisiones en los estamentos superiores de la política cultural nacional, han permitido el deshielo de la memoria y la obra de esta inmensa figura cubana y universal en el mundo de la danza –y la de otros merecedores–, aunque todavía para muchos se mantenga en el rango promocional del “bajo perfil”.

Igualmente, el maestro Alonso fue el primero en tratar la “cubanidad” en la danza, a partir de su coreografía para el ballet “Antes del alba”, considerado por los historiadores como el primer ballet cubano con temática social. En esa pieza Alonso logra con genial creatividad la convergencia de la herencia de las raíces africanas y los bailes populares de salón sobre la base de la técnica clásica del ballet. Casualmente, este año se cumplen los 70 años de su estreno mundial en La Habana –rodeado por el escándalo ruidoso de los sectores más conservadores de la institución Pro-Arte Musical, patrocinadora de la obra–, con Alicia Alonso en el papel protagonista y el cuerpo de baile del entonces Ballet Alicia Alonso. En esta ocasión, el Museo Nacional de la Danza le ha dedicado una exhaustiva muestra en sus salas que incluyen sus partituras originales, piezas del vestuario y sus bocetos originales de Carlos Enríquez, programas y fotos históricas de aquella única representación.

Además, por la muy loable iniciativa de algunos profesores de la Universidad de las Artes (ISA) y especialistas de la Sección de Crítica de la Asociación de Artes Escénicas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), se logró organizar un coloquio bajo la divisa “Alberto Alonso, por 100 años en la danza”. Moderado por la crítica y profesora teatral Marilyn Garbey, junto a un panel que permitió la participación teórica de investigadores, críticos, periodistas y bailarines, así como estudiantes y amigos, ex miembros de compañías de danza y espectáculos musicales que laboraron con Alonso en diversas etapas del siglo XX. El hecho de que este evento tuvo que ser armado en un reducido local, concedido por una institución vinculada al cine y no a la danza, lleva a pensar que hay mucho que vencer ante la inhibiciones de ciertas mentalidades (tal vez las menos) o una falta de coherencia en las líneas políticas a seguir. Los participantes no tocaron el tema político, y centraron sus discursos en los valores personales y artísticos del homenajeado.

Punto culminante del coloquio, por su carga emotiva, lo constituyó el mensaje de  viva voz de su viuda, Sonia Calero, contactada mediante Facebook por un estudiante de la Cátedra de Danzología del ISA, y desde su “smartphone” dijo: “Alberto era un artista, siempre con ideas muy avanzadas (…) siempre fue un innovador. Él estaba preocupado por el desarrollo de un estilo cubano de ballet y lo logró. Fue un gran coreógrafo, maestro y conocedor del mundo artístico. Aprendí mucho, diría que todo se lo debo a él. Fui muy feliz a su lado”.

 

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