El Ballet Nacional de Cuba no podía ser menos –pasamos revista a las programaciones de sus iguales en el planeta-, el primer mes de año 2017 sin rescatar de su repertorio activo su producción de “El cascanueces” , en versión de su directora general y prima ballerina assoluta Alicia Alonso, estrenada en el XVI Festival internacional de ballet de La Habana de 1998, uno de los grandes clásicos creado por Lev Ivánov, en colaboración con Marius Petipa y el genial soporte musical de P. I. Tchaikovski.
La reposición se realizó en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. La dirección del principal coliseo de la capital cubana se vio presionado por el entusiasmo manifestado por el público local y foráneo, tanto por chicos y grandes, aficionados a este género dancístico –que colmo el aforo de la mencionada sala los tres primeros fines de semana de enero-, y debió programar un día extra en la semana de cierre de la temporada “invernal”.
Esta afortunada decisión permitió, al público y crítica especializada, valorar las prestaciones de la pléyade de jóvenes talentos del BNC, bisoños o no, que asumirían los papeles protagonistas y a los solistas que defendían por vez primera los secundarios, así como los rangos sucesivos del cuerpo de baile, tan importantes en esta pieza decimonónica. Que fuera estrenada hace 125 años en el teatro Mariinsky de San Petesburgo, el 18 de diciembre de 1892.
Otras versiones
Como es sabido por los cubanos aficionados al ballet, y un amplio sector de los habitantes de la Mayor de las Antillas, Alicia Alonso concibió “su” Cascanueces, en dos actos y tres escenas, apegada a las más tradicionales existentes cuando enriqueció sus saberes al ocupar los primeros rangos de importantes compañías de ballet de Estados Unidos y de Europa. Por supuesto que está basada en la original de Ivánov, empero posteriormente adoptó las aportaciones de grandes maestros de la “antigua escuela rusa”, como es el caso de Nikoai Sergeiev, Alexandra Fedorova. Luego, aperecieron las versiones de Gorski y Vainonen, asi como la de Christensen (según la versión recortada presentada en NYC por los Ballets rusos de Montecarlo en 1940). Posteriormente, en 1954, George Balanchine produjo su versión para el New York City Ballet, mientras que Alicia Alonso era la intérprete, entonces, de los roles protagonistas en el American Ballet Theatre y en los Ballets russes de Monte-Carlo –allí, se puso en la piel de Clara (María o Masha) e igualmente bailó los célebres pas de deux de la Reina de las nieves y el Hada Garapiñada, acompañada por los más notables primeros bailarines durante sus temporadas en el país norteño.
Disímiles diccionarios o enciclopedias especializadas en las artes escénicas, y en particular la danza, han repertoriado, al menos, unas 50 versiones de Cascanueces, desde su creación en 1892 hasta nuestros días. Sin embargo, es conocido que la acción de este clásico ha sido tradicionalmente situada, geográficamente, en la ciudad alemana de Núremberg –en las primeras décadas del siglo XIX-. No obstante, cuando atravesó el Atlántico y llegó a los Estados Unidos de América (donde se muestra la mayoría de las producciones de este ballet que en ningún otro país), la acción del argumento es generalmente transpuesto a la ciudad en la cual está siendo representado; ya sean las versiones soviéticas de Grigorovich, Vainonen, Cranko, Nureyev, Flindt, Neumeier, Baryshnikov (en 1976, con acentos “freudianos”), Robert Joffrey (la tradicional de 1995, en NYC); o la de Christopher Wheeldon (para el Joffrey, en 2016, ahora con sede en Chicago, en el histórico momento de la Feria Universal de 1893); o la de Matthew Bourne (de 1992, situada en un orfelinato londinense); o a de Helgi Tomasson, de 2004, para el Ballet de San Francisco, que la sitúa en esa ciudad del oeste durante la Exposición Internacional Panamá-Pacífico de 1915.
El soporte musical es siempre la espléndidamente teatral partitura de Tchaikovski. Por supuesto, no se salva de ser intervenida con recortes y añadidos, o alteraciones en los tempos, según quien la baile la conduzca en el foso; aunque muchos aprecian la calidad auspiciadora de la obertura (otros la refieren menos larga); igualmente, esto ocurre en los bailables del segundo acto, durante las escenas en la confitería, donde Clara y su príncipe-cascanueces han sido conducidos por su padrino el Dr. Drosselmeyer. Sin duda, sus orquestaciones mantienen el carácter de la festividad navideña e infantil, al apoyar las coreografías que, en algunos casos, evitan el clisé, pero otras no logran evadirse de los diseños escénicos naif.
Con toque cubano
En el primer acto, por ejemplo, las acciones dramáticas durante la fiesta navideña en los salones del palacete de la familia de Clara, aquí están bien definidas las pantomimas, aunque los bailarines, si técnicamente exhiben sus destrezas, se nos antojan todavía desiguales histriónicamente. Debemos destacar las entregas de Ernesto Díaz, como Drosselmeyer; a Brian González, como Fritz el hermano de Clara; y a Chanell Cabrera, como Clara, de brillante baile y convincente interpretación.
Inteligentemente, Alicia Alonso ha transformado la tradicional presencia de los tres personajes de la Commedia del´Arte, para los bailes con títeres, en una apropiación válida de los protagonistas de Petrouchka, es decir el Moro y su adorada Muñeca, en esta ocasión ejecutados por poderosos intérpretes que alternaron en cada función. En el segundo acto, mencionaremos las meritorias ovaciones conseguidas por la bailarina Daniela Gómez, como la serpiente, en la Danza de los árabes; y los tres ejecutantes de la Danza rusa, en particular Omar Hernández, Daniel Rittoles y Dairon Darias.
En la tercera escena del primer acto tuvimos el grato disfrute de la exquisita presencia y la musicalidad en el baile de Sadaise Arencibia, con el soporte confiable del elegante Raúl Abreu, en el Cascanueces, aunque en tanto que debutante mostró todavía su vulnerabilidad. Esta parte de Reina de las Nieves, alternaron dos convincentes solistas: Claudia García y Ginett Moncho, ambas con eficaz y poderoso trabajo de las puntas.
El plato fuerte de esta obra llega en los minutos finales, el Grand Pas de deux que cierra el segundo acto: el Hada Garapiñada y su Caballero. Alternaron aquí tres parejas, ofreciendo un derroche de estilo y pirotecnias, sin embargo, no todos estuvieron musicalmente precisos. Eso sí, desencadenaron ovaciones de pie: Anette Delgado junto Dani Hernández; Viengsay Valdés y Patricio Revé, e igualmente los debutantes Ginett Moncho y Ariel Martínez.
Como apuntábamos arriba, la producción actual fue estrenada en 1998 con los figurines debidos al diseñador italiano Hugo Fiorato, en coproducción con los teatros La Fenice, de Venecia y el Carlo Felice, de Génova. Lamentablemente, debo reprochar la fatiga, por la lógica usura, que ya muestra la escenografía y, en menor medida, algunas piezas del elegante vestuario. Y no quiero soslayar el esforzado y eficiente trabajo del maestro Giovanni Duarte realizado con los jóvenes atriles de la Orquesta sinfónica del Gran Teatro, a juzgar por la calidad mejorada el soporte musical que emergía desde el foso.
Muchas gracias Reny por tan didáctico y conciso artículo, verdaderamente usted escribe de maravilla, lo felicito. Desde hace décadas Vivo en Canadá, pero voy a Cuba con cierta regularidad y cuando estoy por allá siempre aprovechó para asistir a las representaciones del Ballet Nacional de Cuba, aunque provengo de otra generación dónde tuve la oportunidad de ver bailar a los que ahora ya son íconos cubanos de la danza, no obstante, pienso, que los actuales bailarines de B.N.C son maravillosos, aún jóvenes, dentro de la compañía los hay excelentes. En lo personal me encanta por su sencillez y elegancia Anette Delgado, es mí preferida, sobre todo después que la vi interpretar Giselle, su excelso segundo acto por momentos me recordó a Mirta Plá, es sencillamente espectacular. Lo recuerdo a usted dentro del teatro con formidable prestancia.
Un fuerte saludo.