Más allá del paso del tiempo, más allá de sus múltiples intérpretes y versiones, “Lago de los cisnes” es una de esas obras indiscutibles del repertorio. Combina una trama sumamente atrapante, elementos mágicos poderosos, dilemas morales y psicológicos, un gran despliegue escenográfico, danza pura, y belleza absoluta.
La versión de Kevin McKenzie -sobre la de Marius Petipa y Lev Ivanov- de este clásico en dos actos y dos escenas, que el American Ballet Theatre (ABT) trajo al Opera House del Kennedy Center de Washington DC desde el 25 al 29 de enero, reúne todos esos elementos y, sobre todo, muestra un cuerpo de baile sólido y refinado. Quizás, después de la partida de las tres grandes estrellas femeninas, Paloma Herrera, Julie Kent y Xiomara Reyes, la compañía todavía pasa por una etapa de transición en la que se advierte aun la ausencia de verdaderas “etoiles” para estos roles en los que héroes y heroínas deben devorar la escena.
Mckenzie, en su prólogo, narra la secuencia en la que Odette cae en las manos del malvado hechicero von Rothbart quien, al no obtener el amor de la princesa, la embruja y la convierte en cisne, dejándola atrapada en sus dominios. Un punto en el que difiere de otras puestas en las que no siempre describen el secreto de ese hechizo. La función de apertura, protagonizada por Hee Seo como Odette/Odile, y Cory Stearns como Sigfrido, tuvo momentos logrados, que indudablemente se refuerzan por una estupenda coreografía y la música sublime de Piotr Illych Tchaikowsky.
Seo y Stearns hicieron un excelente trabajo en pareja, especialmente en el pas de deux del acto blanco, en el que Odette se encuentra con Sigfrido y le cuenta su tragedia. Ambos se prometen amor eterno y queda pendiente la esperanza de romper el maleficio a través del amor. No obstante la profunda emoción que genera ese pas de deux estuvo ausente. También estuvo ausente por parte de Seo ese refinamiento y perfección en el suave braceo del cisne. No obstante, la bailarina logró encontrar el movimiento de cuello acertado semejante al de un verdadero cisne. Mientras, Stearns, quien ha crecido como bailarín y se lo ve más sólido, logró crear un personaje atractivo, con buenos saltos y prolijos cierres.
Magnífico el cuerpo de baile en el bello acto blanco donde los cisnes, en la penumbra del lago, salen durante la noche bajo la luz de la luna. Un despliegue casi sublime y encantador, que deja perplejo, y permite ver un ensamble sólido.
El segundo acto situado en el palacio, en el gran baile destinado a que Sigfrido encuentre a la princesa para casarse, incluye danzas folclóricas tradicionales como zardas, mazurcas, danzas napolitanas y españolas. Allí aparece Odile, con su maleficencia, instigada por Von Rothbart, desdoblado aquí en un atractivo y maquiavélico personaje. Thomas Forster, un bailarín con fuerte personalidad y atractiva presencia, encarna a ese von Rothbart. Con la interpretación adecuada, Forster realizó una estupenda variación y mostró su calidad como bailarín solista de la compañía. Por su parte, Patrick Ogle cubrió el rol de von Rothbart en su verdadera y repulsiva forma de “animal” o monstruo del bosque. Impresionante.
Sin duda, la llave maestra de este acto es el famoso pas de deux del Cisne Negro, encarnado por Odile, una suerte de Alter Ego de Odette. Una coreografía que pone a prueba a cualquier bailarina, dado que plantea una combinación de actuación exigida y técnica superlativa. Aquí aparecen los famosos fouettés, clave de esta coreografía. Seo comenzó con sus doble giros, y en la mitad de los 32 fouettes que tiene esta coreografía se fue levemente de eje. Por otra parte, en el rol de este personaje, le faltó la malicia que requiere. Por su parte, Stearns terminó sus difíciles variaciones con total brillantez.
Joseph Gorak, como Benno, amigo del príncipe, se destacó con su actuación con su entusiasta personalidad y por su ajustada técnica. Su personaje fue sencillamente brillante, al igual que en el pas de trois con Sarah Lane y Skylart Brandt.
Quedan aún cinco funciones, una de las cuales será protagonizada por Herman Cornejo y Misty Copeland, funciones que están totalmente vendidas.
Oh, si recuerdo que desde niño me gustaba el lago de los cisnes y tienes mucha razon, definitivamente es mucho mejor cuando una orquesta la esta acompañando… te lleva a un mundo de ensueño del cual no quieres despertar… aun en esta edad sigo siendo una persona soñadora y creo que por eso la disfruto mas.
Me gusto mucho su blog y, gracias por publicar este articulo.