La joven agrupación Acosta Danza, fundada el pasado año por el notable bailarín cubano Carlos Acosta, optó esta vez, en su segundo programa habanero, por una serie de cinco piezas –estrenos y reposiciones-, mayoritariamente dominadas por la danza contemporánea. Acosta, anunció su vocación por integrar en su perfil artístico, de manera orgánica y creativa, disímiles maneras de asumir el arte en movimiento, teniendo en cuenta la técnica como un medio para romper con los esquemas académicos.
Estas presentaciones, que cierran el año 2016, en su escenario habitual de la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, reflejaron la situación anómala en las que se desarrollaron, así como los montajes y sus ensayos, debido a los nueve días de duelo nacional decretados por la muerte de Fidel Castro Ruz, el 25 de noviembre. Los funerales concluyeron el 4 de diciembre en la ciudad de Santiago de Cuba.
Por consiguiente, la original programación de la llamada Temporada de Otoño tuvo que ser alterada y reajustada en sus nuevas fechas. De tal manera que solamente pudieron ofrecer los estrenos de “Derrumbe”, de Miguel Altunaga; “Hokiri”, de Mickael Marso Riviere, y “Babbel 2.0”, de la española María Rovira. Se sumaron las reposiciones del dúo “Fauno”, así como la suite de danzas del espectáculo “Tocororo”.
El dúo “Derrumbe”, con coreografía del joven bailarín Altunaga, creada sobre una experiencia personal para el espectáculo “Cubanía” -estrenado en el Royal Opera House de Londres en 2014-, llevó música original de David Preston. Tres parejas se alternaron en cada función. Estupenda la “fisicalidad” del baile aportado por Leticia Silva y Carlos Luis Blanco. Ambos mostraron buena química en la transmisión de las ideas centrales de este discreto trabajo coreográfico. La obra es una reflexión sobre la ruptura de la pareja, con sus ansiedades y agonías, que conduce a “la demolición definitiva de un pasado”. No obstante, es una pieza poco consistente.
Rovira fue la coreógrafa invitada a realizar una creación para esta compañía. Ella concibió su “Babbel 2.0” como una escritura coral, donde intervienen todos los bailarines, apoyados por la música original de su compatriota Salvador Niebla. Una producción muy elaborada, donde las imágenes de la apertura y las conclusivas son rotundas en su formato visual: torres formadas por los cuerpos semi-desnudos de los bailarines en una obvia metáfora plástica de la bíblica Torre de Babel. Esa torre, “se va alzando desde la realidad a la utopía”, demolida por los agentes virales de la comunicación, o de la incomunicación. Quizás la duración sea excesiva en cuanto a la sucesión de escenas, con reiteraciones, algunas más próximas a las acciones del espectáculo. En general, es un válido aporte al repertorio de Acosta Danza, siempre y cuando se realicen algunas revisiones pertinentes de las articulaciones de los movimientos grupales, en beneficio de una mayor nitidez conceptual.
Un acierto fue el retorno del dúo “Fauno”, magnífica pieza del coreógrafo belga Sidi Larbi Cherkaoui estrenada en el Sadler´s Wells de Londres en 2009, y admiradaen Cuba en la Temporada premier. El coreógrafo se aplica con su estilo particular a la celebérrima partitura del francés Claude Debussy (con añadidos debidos a Nitin Sawhney). Hubo dos parejas alternantes. Convincente la entrega de Yanelis Godoy y Julio León, por la particular intensidad de sus sensuales vibraciones, más evidentes y suasorias.
Para ocupar toda la segunda parte de este programa, no muy acertadamente, vino la reposición de la fábula autobiográfica “Tocororo”, del propio Acosta, aunque en esta ocasión se convirtió en una suite de danzas, evitando las secciones dramatizadas. Aquí se mezcló la danza neoclásica con el folclore urbano, con el atractivo y contagioso soporte de la música popular cubana, preferentemente la rumba -icónico género nacional inscripto por la UNESCO en la lista del “patrimonio inmaterial de la humanidad”-, según las partituras de Miguel Núñez, con adicionales de Hammadi Valdés y José Portillo.
La endeblez de la escritura coreográfica fue superada por los desempeños de los dos protagonistas masculinos, Luis Valle (en el rol de Acosta) con su brillante pirotecnia, y la espectacularidad gestual e histriónica de Alexander de Varona, creador de este esencial personaje y triunfador cubano en Europa, venido como invitado especial para esta ocasión. Por supuesto, con la música en vivo de alto calibre, en particular la ejecutada por la sección de percusiones: sin duda, estaban aseguradas las ovaciones de la nutrida audiencia.