Los últimos días de noviembre, con el frío que anuncia su presencia inexorable, las luces de la Navidad comienzan a hacer sus guiños por las esquinas de todas las ciudades. Y cada vez llegan más de prisa, o quizás el tiempo se esté apresurando solo como también se apresura la llegada de los incontables “Cascanueces” que suben a escena en los sitios más remotos de los Estados Unidos. El inolvidable Fernando Bujones no se cansaba de decir que “Cascanueces” era la manteca y el pan para las compañías de danza del país y aseguraba que las recaudaciones, ayudan a cubrir gran parte del presupuesto anual que cada ensamble necesita para sobrevivir una temporada más.
El Kennedy Center de Washington DC, año tras año cumple un ritual insoslayable: llevar “Cascanueces” al Opera House. Y siempre propone una nueva compañía. Esta vez, el Cincinnati Ballet, dirigido por Victoria Morgan, trajo por primera vez a Washington -desde el 23 al 27 de noviembre- esta versión que se estrenó el 15 de diciembre de 2011 en el Aronoff Center for the Arts en Cincinnati, Ohio.
Magnífica, la música de Piotr Ilych Tchaikovsky, interpretada por la Kennedy Center Opera House Orchestra, dirigida por Carmon DeLeone, hace que esta historia nunca pierda su encanto. Si bien en el segundo acto Morgan incorporó algunas modificaciones a la partitura, la pieza mantuvo su brillo. Fresca, divertida, graciosa y ocurrente, la versión de Morgan de este “Cascanueces” comienza en la cocina de la casa de la familia Stahlbaum con los preparativos para la celebración de la Navidad.
Niños por todos lados, ratones eléctricos, comidas suculentas, besos robados, champagne, y un inmenso árbol de Navidad, son parte de los atractivos de esta puesta chispeante. Y como parte del folclore, o quizás, a modo de homenaje, Morgan incorporó aquel oso bailarín que fue la “marca registrada” de Willam Christensen en el primer “Cascanueces” que se hizo en los Estados Unidos en 1944, estrenado por el San Francisco Ballet.
Clara, interpretada por Sophia Rose Beadie, tiene un protagonismo especial en esta puesta y es la que conduce este mágico periplo. De esta forma, el cascanueces roto por el hermano de Clara, se transforma en el Príncipe Cascanueces (Taylor Carrasco), lucha contra el Rey de los ratones (Rodrigo Almarales), y se embarca con Clara en una nueva aventura. Juntos, llegan al Reino de las Nieves, una de las escenas más bonitas de esta puesta, con una bella escenografía y una interesante dinámica entre cuerpo de baile y los protagónicos. Maizyalet Velázquez y Patric Palkens, como la reina y el rey de las nieves, mostraron solvencia en sus interpretaciones, y a su vez, dejaron ver a dos bailarines de calidad.
Ya en el reino de los dulces, la variación del Hada de Azúcar (Chisako Oga) con su Caballero (Cervilio Miguel Amador), cambió la estructura tradicional al hacer parte de la introducción al pas de deux final, al comienzo de este segundo acto. Oga hizo un prolijo trabajo frente a una coreografía que no fluye con naturalidad y que propone ciertos finales abruptos. Y en medio de todo este despliegue, también llegaron las danzas españolas, un toque divertido en las escenas de las danzas árabes en las que el sultán pasa “papelones” ante sus odaliscas y se siente ofendido. Un gran dragón, manejado con técnicas de títeres de varilla, acompaña el paso de las danzas chinas.
El toque original, sin duda, fue la aparición de la Madre Gallina, en lugar de Mother Ginger, quien luego de poner un huevo, dejó salir de su inmensa falda una infinidad de pollitos de todos los tamaños. Morgan a su vez, reemplazó la Gota de Rocío por la Rosa, un solo interpretado prolijamente por Sirui Liu. Y el vals de las flores, otro “clásico” de cualquier “Cascanueces”, quedó en cierta forma desdibujado por una coreografía que no alcanzó a definir su rumbo.
Al terminar este recorrido maravilloso, en el que Clara y su príncipe Cascanueces transitan por los lugares más recónditos llevados por una bella carroza tirada por caballos blancos, el mundo ya no vuelve a ser el mismo para Clara. Al despertar de ese sueño, se reencuentra con su Cascanueces en el sofá de la sala de su casa. Y solo queda el recuerdo de ese mundo donde la magia es posible, tan posible como este bello “Cascanueces”.