Los mayores momentos climáticos lo proporcionaron los estrenos mundiales creados por coreógrafos extranjeros, entre ellos “Oscurio” de la colombo-belga Annabelle López-Ochoa, para cuerpo de baile femenino y una primera bailarina, por supuesto la poderosa y versátil Viengsay Valdés, en un contrapunteo neoclásico, con pinceladas contemporáneas, marcado por el vestuario de las chicas: unas en negro y otras en blanco. El diseño de luces desempeñó un papel fundamental en el éxito de esta pieza. López-Ochoa presentó igualmente un fragmento de “Línea recta”, realizado para el Ballet Hispánico de New York, quien lo estrenará este mes en su forma integral. Destacaremos el solo “Cygne”, del bailarín y coreógrafo argentino Daniel Proietto (residente en Alemania) quien tuvo el buen tino de elegir del cuerpo de baile a Daniela Gómez , y ello nos permitió descubrir su talento y dominio escénico, una verdadera revelación, apoyada por una audaz producción, vestuario, luces y maquillaje. En otro programa, Proietto bailó un solo de su autoría, como tributo a David Bowie con su música como soporte, muy efectista pero con una inconsistente escritura coreográfica.
Entre las reposiciones relevantes debo destacar, antes que todo, ¨Jardín de Lilas” de Antony Tudor por su elegante y sobria producción y la elección de Sadaise Arencibia como protagonista (quien nos había entregado una espléndida muestra del estilo el el pas de deux Raymonda la víspera), aquí demuestra su versatilidad histriónica en este difícil personaje tudoresco; rodeada de un elenco juvenil técnicamente ajustado empero sin la madurez necesario para expresar los entresijos de este magistral drama psicológico. Destacaremos la presencia y aplomo de Ginett Moncho, que ha sido la bailarina más recurrente y eficiente en los múltiples desempeños asignados por su compañía en este festival. Cual un factótum, bailó la misma tarde y noche tres roles en dos teatros diferentes.
Igualmente, el infaltable ballet de Michel Fokine, “Les Sylphides”, resultó otro momento de triunfo para el cuerpo de baile femenino del Ballet Nacional de Cuba, logrando interpretar brillantemente la versión más auténtica de esta obra sobre la música de Chopin que puede verse actualmente. Aplausos gratificantes cosecharon, con mucha razón, las vengativas willis del emblemático segundo acto de la “Giselle” versionada por Alicia Alonso. Al éxito de esta reposición contribuyó grandemente la pareja titular encarnada por los primeros bailarines Anette Goncález y Dani Hernández (habiendo probado sus altos quilates en otros títulos presentados en este evento).
Las puestas en escena del “Lago de los cisnes” y del “Don Quijote” se vieron lastradas por diversas irregularidades, por altas y bajas de los elencos alternantes, tanto por sus intérpretes principales, los solistas y el cuerpo de baile; en particular la falta de rigor técnico y estilístico en la ejecución de las danzas de carácter, una mayor atención debía ponerse sobre la nueva promoción de egresados al BNC. Debemos mencionar las notables entregas de los bailarines que asumieron roles de démi-character, siguiendo una sólida tradición establecida por sus predecesores (Adolfo Roval, Ernesto Díaz o Félix Rodríguez), particularmente Francois Llorente (el bufón) o Darion Darias ( en Sancho Panza).
Dos orquestas sinfónicas aseguraron, en vivo, el importante soporte musical: la Nacional y la del Gran Teatro Alicia Alonso, siempre bajo la titánica dirección musical del experimentado maestro Giovanni Duarte. Ambas ocuparon los fosos de las Salas García Lorca y Avellaneda, pero se hicieron evidentes algunas imprecisiones, o cacofonías desde algunas secciones instrumentales, tal vez achacables a una errática ecualización de la amplificación. Problemas que, confío, pueden ser resueltos ocasiones ulteriores. Como también, por otra parte, se requiere de una renovación del vestuario y la escenografía ya fatigada, en las producciones de los grandes clásicos del repertorio. Las modernas iluminaciones hicieron más evidente el desgaste por la lógica usura de estos recursos.