El Festival Le Temps d’Aimer la Danse de Biarritz inauguró su vigésimo sexta edición con una firma apuesta por vanguardia extrema. La aclamada compañía de Hofesh Shechter, considerada uno de los mejores exponentes de la modernidad, presentó su tríptico “Barbarians”, ante una Gare du Midi cercana al lleno. Con una duración aproximada de dos horas, el espectáculo no deja indiferente al espectador, ya que su puesta en escena, collage de músicas, bailarines y discursos de diván de psiquiatra del coreógrafo israelí afincado en Gran Bretaña, producen desde el máximo entusiasmo hasta todo lo contrario.
Comenzó la velada con “The barbarians in love” (2014), un sexteto sobre la música barroca de François Couperin (1668-1733) y de la orquesta Le Concert Des Nations creada por el violagambista y director de orquesta catalán Jordi Savall, entremezclada con música electrónica. Si la banda sonora es constantemente interrumpida de forma abrupta, esa línea es potenciada aún más con el diseño de iluminación de Lawrie MCLennan, con focos cenitales impenitentes que interrumpen, parpadean constantemente e incordian, más que ayudar, a los bailarines en medio de un espeso humo blanquecino. En escena, seis bailarines ataviados de blanco empiezan a recibir las lecciones que la voz en off del propio Shechter va dictando, cuya moraleja se condensa en el lema “We are not alone” (no estamos solos), que gritan con bastante frecuencia. La danza, en ocasiones, es trepidante, enérgica y agotadora; mientras en otras, parece carente de fuste, apática y flácida.
Quizás lo más exasperante de esta primera parte son las intervenciones del creador en las que va descargando las cuestiones que le carcomen en su interior. Puede que sea un cliché muy manido, pero podría decirse que Shechter apunta maneras para convertirse en el Woody Allen de la danza si continúa por esa senda creativa. Y cuando el discurso es tan disperso, incoherente y poco consistente, la mejor manera de conseguir dejar al público boquiabierto es con el desnudo integral del sexteto de intérpretes. Fin del primer acto.
Descanso mediante, la segunda parte se inició con “tHE bAD” (2015), cuyo título busca ser un pueril juego de palabras que conforma el término Head (cabeza). En esta ocasión, aparecen en escena un quinteto de bailarines imbuidos en unos ceñidos monos dorados. Después del absoluto despropósito de la primera pieza, esta obra se desarrolla de una forma más convencional, con una danza mejor hilada entre sus intérpretes y algunos recursos al humor. Eso sí, el creador israelí no renuncia a la ‘mélange’ de estilos musicales de épocas muy diversas, pero el espectador que no quiera escuchar puede hacer uso de unos útiles tapones para los oídos suministrados al principio de la función.
“Two completely different angles of the same fucking thing” (2015) es la tercera pieza que completa el puzle de “Barbarians”. Una pareja de enamorados -él, vestido del tirolés con pantalón corto y sombrero ad hoc, y ella, ataviada de calle- protagoniza la última obra del tríptico cuyo tono general es más tierno que sus piezas predecesoras. Sin embargo, su apariencia resulta ridícula e incluso grotesca, como si de alguna manera Shechter se quisiera reír de todo lo positivo que emana del amor como sentimiento. Al finalizar esta escena, se van incorporando los personajes blancos y dorados de las anteriores piezas, a modo de coro que amplifica lo que realizan los protagonistas de este instante.
“Barbarians” busca ser un tríptico sobre la intimidad, la pasión y la banalidad del amor. Sin embargo, la suma de todos los elementos genera sentimientos muy encontrados entre el público. El patio de butacas se dividió entre quienes aplaudieron de forma entusiasta la arriesgada provocación de Hofesh Shechter y quienes no sucumbieron ante su sórdida, mordaz y cáustica visión de las relaciones humanas. Desde luego, el gran mérito de la propuesta del coreógrafo israelí es que no deja indiferente al espectador. Guste o no guste su apuesta por Hofesh Shechter, lo que es innegable es que Le Temps d’Aimer la Danse de Biarritz ha rebasado sus bodas de plata con la firme intención de seguir siendo un festival por donde desfilan los muy diversos estilos que componen la danza como lenguaje universal.