Desde hace más de dos décadas el Ballet del Estado de Baviera ofrece a su público dos veces al año una jornada de “Puertas abiertas” en la que los espectadores interesados pueden asistir a clases y ensayos. En esta ocasión el día de puertas abiertas se ha celebrado el 10 de septiembre, es decir casi dos semanas antes del comienzo de la temporada. Como en ninguna ocasión anterior, este evento ha tenido enorme interés, justificado por tres motivos: el primero, la llegada de un nuevo director a la compañía, Igor Zelensky, la antigua estrella del Mariinsky de San Petersburgo y del Ballet de Nueva York; en segundo lugar, los grandes cambios a los que se ha sometido el conjunto, cuyo elenco se ha renovado de modo casi total, siendo la mayoría de sus miembros nuevos en Múnich; por último, el hecho mismo de que se pueda asistir a ensayos antes de haber visto a los intérpretes en escena.
Como es habitual, la jornada empezó con una clase, por razones de espacio dividida en dos grupos, uno para hombres y otro para mujeres. En principio, se advierte que las bailarinas proceden de diversas escuelas y países y poseen características variadas. Esta heterogeneidad es ya típica de la compañía y, si bien le permite afrontar un espectro estilístico muy amplio, puede presentar inconvenientes en la interpretación de los grandes ballets clásicos.
La clase, dirigida por J. Eliasen, no sólo fue larga (¡una hora y cuarto de duración!), sino que se hizo aún más larga a causa de la tal vez excesiva minuciosidad del maestro, sobre todo en los ejercicios de barra. En general, el nivel puede ser considerado correcto y satisfactorio. Sólo una joven bailarina rusa atrajo nuestra atención desde el primer instante, a causa de su exquisito port de bras y de la belleza de sus movimientos, que revelaban a primera vista lo mejor del estilo lírico petersburgués. Nuestro primer pensamiento fue desear verla algún día como Giselle.
A continuación, un ensayo dirigido por Judith Turos, en el que la brasileña Ivy Amista, una de las pocas solistas que han quedado del periodo anterior, trabajó en su papel de Myrtha de “Giselle”. Amista es una bailarina eficiente, se encuentra en buena forma y fue muy bien guiada por Turos.
Siguió un ensayo del grupo de cortesanas de “Espartaco”, bajo la dirección de O. Tsvetnitskaya. Los miembros del cuerpo de baile femenino demostraron gran entrega. A ellas se unieron cuatro bailarines en el papel de mimos. Fue un ensayo largo (casi una hora y media) y muy intenso. A diferencia de los que solía ocurrir en otros días de puertas abiertas, en los que se ensayaba un repertorio ya conocido por los bailarines, en esta oportunidad se pudo asistir a ensayos “de verdad”, en los que los intérpretes debían aprender sus partes y enfrentarse a las dificultades de un nuevo papel.
Especialmente laborioso fue el ensayo que siguió y en el que la misma maestra trabajó con cinco solistas una variación de Frigia, también de “Espartaco”. Entre las cinco bailarinas que debían aprender el papel (para esta producción que se estrenará en diciembre habrá nada menos que cuatro repartos) se encontraba la que había llamado la atención en la clase y que continuó impresionando muy favorablemente, pese a no ser éste el papel más apropiado para sus cualidades. Otra bailarina, Ksenia Ryzhkova, demostró enormes aptitudes expresivas. Este ensayo fue de gran interés, pues permitió no sólo apreciar el estilo de trabajo que se está imponiendo en el Ballet de Baviera, sino también comparar las características de sus solistas. Bajo la dirección de la misma maestra Ivy Amista ensayó brillantemente su Egina.
Por último el primer pas de deux de “Giselle”, con la enorme fortuna de que su intérprete fue la bailarina que había llamado la atención desde el primer momento y que resultó ser Maria Shirinkina, ex-miembro del Ballet del Teatro Mariinsky y nueva primera solista del de Baviera. Shirinkina encarna todo lo que se espera de una bailarina petersburguesa de alto nivel: un refinado port de bras, gran pulcritud en el trabajo de pies y piernas, ligereza, rigor estilístico y profesional y un encantador aliento poético. Desgraciadamente su compañero de danza (en la vida real su marido) Vladimir Shklyarov llegó al ensayo con notable retraso y cometió numerosos errores que entorpecieron la labor.
En conjunto la jornada ofreció la posibilidad de obtener una primera impresión de lo que será la compañía en las próximas temporadas. En todo caso, lo que queda claro es que se está trabajando de modo muy serio e intenso.