Mayo: Mes de la cultura francesa en Cuba

El intercambio rinde sus frutos

La danza desempeñó un papel destacado dentro de este encuentro que se realizó del 25 al 29 de mayo. “Focusdanza’16” ofreció un panorama de las nuevas tendencias contemporáneas europeas que reunió piezas coreográficas foráneas y locales, filmes y encuentros con creadores.

Deja un comentario Por () | 23/06/2016

“Ciel” (2012), creado e interpretado por el multifacético bailarín-actor y coreógrafo brasileño Volmer Cordeiro. Foto: Laurent Friquet. Gentileza Mes de la cultura francesa

“Ciel” (2012), realizado e interpretado por el multifacético bailarín-actor y coreógrafo brasileño Volmer Cordeiro. Foto: Laurent Friquet. Gentileza Mes de la cultura francesa

Dentro de la programación general establecida para este primer Mes de la cultura francesa en Cuba –esperamos que mantenga su continuidad-, la danza desempeñó un papel destacado al participar, del 25 al 29 de mayo, como una “zona franca de convite” hacia la mezcla inapresable de experiencias en medio de “contextos diversos y análogos”. Este espacio fue bautizado “Focusdanza ´16”, con el objetivo de mostrar una reducida serie de creaciones “paradigmáticas” en el mismo interior del panorama de las nuevas tendencias de la danza contemporánea europea. Se presentaron exponentes conocidos entre los profesionales  de este arte y las entusiastas audiencias que, en buen numero, acudieron a los diversos espacios de la ciudad destinados, adecuadamente, a estas representaciones en vivo o mediante productos audiovisuales. Este “focus” incluyó piezas coreográficas foráneas y locales, filmes, encuentros con creadores, intervenciones públicas o conferencias danzadas.

Todo esto pudo lograrse con el concurso de varias instituciones, y apasionados coordinadores, ya sea la Embajada de Francia en La Habana, la Alianza Francesa, el Consejo de las Artes Escénicas del ministerio cubano de cultura, Danzar.cu, el Teatro El ciervo encantado, la Fábrica de Arte Cubano y Danza-Teatro Retazos, con el patrocinio de diversas empresas, fundaciones e inversionistas galos afincados en la isla.

Los coreógrafos invitados nos presentaron, personalmente, sus espectáculos, algunos de ellos concebidos especialmente para este evento. Como fue el caso de la coreógrafa belga-australiana Joanne Leighton –actualmente con residencia en París-, quien establece el concepto del emplazamiento como algo fundamental en su trabajo, así como el de territorio e identidad, y el ser espacios interdependientes. Su proyecto en el Centro coreográfico nacional de Belfort, de la que ha sido directora del 2010 al 2015, “Made in…Série” realizada in situ con 5 bailarines y 99 habitantes, se basa en ese concepto y lo ha multiplicado en  espacios públicos de varias ciudades francesas y belgas. Ahora se trata de un “Made in La Habana…”, utilizando como emplazamiento la hermosa Plaza Vieja del Centro Histórico, declarado por  UNESCO , en 1982, Patrimonio de la Humanidad. Con cerca de un centenar de vecinos de esta populosa barriada, y la participación de la bailarina Marion Carriau, asistida por la coreógrafa cubana Sandra Ramy, logra Leighton ver realizado “in situ” su principio: activar la configuración espacial de los participantes con fines de explorar y revelar la arquitectura peculiar del lugar. En fin, es el retrato de una ciudad, de un paisaje urbano, de una espléndida arquitectura en movimiento, a partir de una acción participativa.

Una notable sorpresa lo constituyó el solo “Ciel” (2012), creado e interpretado por el multifacético bailarín-actor y coreógrafo brasileño Volmer Cordeiro (1987), con producción de Margot Videcoq. Cordeiro, luego de una formación en teatro en la Universidad Federal de Río de Janeiro, obtiene en 2013 una Maestría en Danza, creación y actuación en el Centro nacional de danza contemporánea de Angers, de Francia, en colaboración con el departamento de danza de la Universidad de Paris VIII. Allí desarrolla una tesis de creación alrededor de las figuras de las marginalidades sociales actuadas por bailarines, coreógrafos y actores. En el 2015, creó dos nuevas piezas: el dúo “Época” (sin música) y  el solo brechtiano “Rue” (con un percusionista), solicitado por el Museo del Louvre, donde fue estrenado.

Con “Ciel”, su primera obra en solitario, Cordeiro pretende experimentar en una “dirección directa con el público las soledades de aquellas y aquellos que la vida condenó a debilitarse, desaparecer, descarrilar”. Su discurso corporal estético y poético, facilitado por la ductilidad y maleabilidad muscular de su físico, en una talla de dos metros de altura, consigue conectar con una audiencia deslumbrada por la vivacidad de su baile, las variadas expresiones fáciles que se complejizan a medida que, en casi dos horas, conquista el espacio para aquellos seres humanos sin nombre, reprimidos y avergonzados por la historia.

Volmir utiliza el minimalismo en la producción escénica para destacar una dramaturgia precisa y audaz, donde la música interrumpe el silencio solo unos segundos, con “Peixe” de los llamados Doces Barbáros (las voces de los ídolos de la música popular brasileña: Gil, Betania, Costa, Veloso), para así atizar la imaginación del espectador sobre su cuerpo: vestido con simple bikini color carne, que por instantes nada grotescos permite la exhibición “danzante” de sus genitales. Sin mimetismos pedestres, demuestra el sensacional dominio de su cuerpo.

También contamos con la presencia y pertinencia (o im-pertinencias) dialogantes del más internacional de los invitados, el francés Jerome Bell. De este polémico coreógrafo-bailarín pudimos apreciar dos obras, creadas en distintas etapas de su carrera, y para muy diversos intérpretes y medios. La primera, “Shirtologie” de 1997, considerada su tercera pieza para la escena, es un solo lúdico y minimalista para un  bailarín (en este casi un anti-bailarín) vistiendo, des-vistiendo en escena varias docenas de camisetas, en 25 minutos y tres secciones, interpretado por Frédéric Seguette. Siempre en silencio, se trata de un despliegue de combinaciones y estructuras en el espacio, donde el lenguaje impreso en las camisetas desempeña una especie de “conversación fragmentada” con esos “slogans”. El resultado artístico, esta vez, nos pareció algo trasnochado y superado en esta etapa del siglo XXI.

La segunda obra de Bel exhibida en FocusDanse, también el pequeño teatro El Ciervo Encantado, fue su ya famosa pieza “Verónique Doisneau”  (filmada en 2004, durante la última representación) para el Ballet de la Ópera de París. El propio autor –con ausencia de su colaborador Pierre Dupouey-, explicó al público que desbordó las gradas y otros espacios laterales como surgió este solo de “danza académica”. Invitado, por la directora de la danza entonces, Brigitte Lefevre, a crear una pieza para la célebre compañía parisina, Bel quiso poner en la escena del Palais Garnier un tipo de documental teatral (de 37 minutos), sobre el agotador trabajo de una de las bailarines de su cuerpo de baile, con su nombre real Véronique Doisneau y en el rango de “sujet”, posición que casi nunca es reflejada en los programas de mano. El 22 de septiembre de 2004, en el vasto escenario de la Ópera de París, esta bailarina a punto de jubilarse (los 40 es la edad límite oficial), sola con el mínimo vestuario de ensayos y sus zapatillas de punta en las manos, “pone una mirada retrospectiva y subjetiva en su carrera de bailarina en el seno de aquella institución”. Este cronista fue privilegiado testigo del estreno, y de la reacción airada y sonora contra la obra: un solo “objeto de estudio” a la persona, al intérprete y su arte, cual un “etnólogo del gesto”.

Finalizada le proyección del filme, el creador se sometió de buena gana a un diálogo con los invitados, profesionales de la danza o no. Por él, conocimos la génesis de su pieza, en particular sus discusiones con Lefevre, y su desafiante y positiva decisión final. Actualmente, comentó, que trabaja con discapacitados mentales. Además, reveló, que su última obra, “Tombe” (2016), creada por invitación también de la Ópera de París, en su opinión nunca será estrenad teniendo en cuenta la renuncia del director Millepied y de su remplazo ulterior por una ex étoile como Aurélie Dupont. Igualmente señaló que se debía estudiar un proceso nuevo en marcha: “el academismo de la danza contemporánea”, al tiempo que rechaza las etiquetas mediáticas de ciertos críticos a sus obras, como la de “non-danse”.

El siguiente invitado extranjero fue Christophe Haleb, quien después de haber sido intérprete de Rui Horta, Andy Degroat, Angelin Preljocaj, Daniel Larrieu, Francois Verret, comienza su labor como coreógrafo al crear su propia compañía “La Zouze” en 1993, establecida en París durante 10 años y luego se traslada a Marsella. Haleb se sitúa en la frontera de la danza-teatro y del performance, buscando inspiración en un contexto concreto, donde cuestiona “el estado del mundo y sus impacto sobre el cuerpo, la realidad y el sueño de los seres humanos”.

Hace algunos años trabaja cada vez más con la imagen en movimiento, incorporando vídeos a sus espectáculos o instalaciones. En 2016, después de llevar a cabo un laboratorio de creación in situ con artistas cubanos d la ciudad de La Habana, decide realizar una película: “Un sueño despierto”, documental-ficción de 30 minutos en tres partes, con el patrocinio de varias instituciones de la región francesa Provence Alpes-Cote-d´Azur y la Escuela de cine y multimedia de Rhone-Alpes. Una decena de bailarines y coreógrafos participan en este “sueño”, el cual actúa como una invitación a viajar, a partir de los recuerdos del cuerpo de baile, de los vestigios y del terreno de juegos fantásticos que ofrece La Habana. El deseo de danza está en el movimiento en si mismo de filme. Haleb comenta que “la cámara, la música, el montaje entrelaza retratos de coreógrafos, bailarines y bailarinas contemporáneos reunidos en diversos proyectos realizados en Cuba durante los últimos 4 años”.

El resultado, opinamos, de este work-in-progress no logró toda la unidad y coherencia del concepto dramatúrgico establecido. Su estética posmodernista es evidente en su propuesta pero finalmente no convence al espectador en su línea discursiva antropológica en tanto fenómeno artístico en las dinámicas del movimiento en sus imágenes poéticas.

Para cerrar este apartado danzario del Mes de la cultura francesa, tocó el turno a dos proyectos experimentales de creadores cubanos y de una coreógrafa chilena afincada por varias décadas en París, especializado en la estimulación creativa-pedagógica con infantes en grupos comunitarios.
El primero, también un work in progress realizado con mayor proporción de la teatralidad por dotados bailarines tránsfugas de Danza Contemporánea de Cuba, Jenny Nocedo y Luis E. Carricaburu, con montaje coréutico de dos creadores afines, reunidos en el Colectivo La Caja parra producir “Filia”: se proponen instalar un diálogo creativo, ora generacional o de otras índoles entre los bailarines y su familiares más próximos, por caso las abuelas, quienes decidirán el argumento, música, vestuario, iluminación y movimiento…¿querida abuela, si fueras coreógrafa, qué harías con mi cuerpo?

La breve y hermosa pieza de creación colectiva de la maestra franco-chilena Raquel Pavez, “Gira, Girasol”, para niños de 4 a once años de edad, estuvo intervenida en su pulido final por Isabel Bustos, fundadora de Retazos y de los talleres infantiles de su comunidad en la Habana Vieja, con una marcada intención didáctica ecologista. Es decir, una relación estrecha con la naturaleza, la importancia del sol para nuestro planeta, el cuidado de nuestra gran casa vital, como dijera el papa Francisco, si cuidamos la naturaleza, siempre armoniosa, podremos seguir viviendo en armonía con ella, así trazó Pavez su discurso conceptual.

Para tener una idea real de la envergadura de este “mes francés”, debo mencionar algunos nombres estelares de la galaxia artística francesa e internacional que realzaron la programación ofrecida, tales como las voces excepcionales del contratenor Philippe Jarousky, la soprano Barbara Hendriks, el escultor Daniel Buren, el dibujante Ernest Pignon-Ernest, el artista-performático camerunés Pascale Marthine Tayou, el fotógrao y director de arte de la Casa Chanel, Karl Lagerfeld, los fotógrafos Georges Rousse y el cubano René Peña junto a Jean-Michel Marchetti (un retrato de los músicos del famoso Buena Vista Social Club) , o Antonin Fourneau con su arte digital Water Light Graffiti, entre otros.

 

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