El propio Carlos Acosta, en tanto que director artístico (apoyado por los diseñadores de luces Chris Darvey y Pedro Benítez, así como por las maitresses de ballet y de danza Clotilde Peón y Yaday Ponce, la regisseur Ocilia Pedrera, así como los vestuaristas de la Royal Opera House), nos previene en el programa de mano con algunos datos importantes sobre su concepción de este segundo programa de la temporada premier de Acosta Danza, que ha denominado genéricamente “clásico” si bien, como veremos más adelante, ciertas piezas clasifican más apropiadamente como “neoclásicas”.
Nos dice la nota introductoria que “fue concebido por Carlos Acosta como un espectáculo íntegro, que recoge ballets de diferentes épocas y estilos”. Como muchos conocen, se presentó bajo el título de “A Classical Selection” en el London Coliseum en diciembre de 2015. Igual que la gala precedente “Carlos Acosta and Guests”, ahora fue llevada de gira como “Acosta and Friends” al Empire Palace de Abu Dhabi para dos funciones en abril y luego retornar a Londres.
Por gentileza del Servicio de Prensa, pude asistir a las dos únicas representaciones ofrecidas de este espectáculo, y recibir un precioso “booklet”, por los textos y fotos allí contenido, como memento de esta excepcional ocasión. Al mismo tiempo, me permitió apreciar la entrega –casi podría decir en cuerpo y alma–, de los elencos que alternaban ciertas obras incluidas aquí.
Después de un “opening” , con el “Angelus” (suite 4, segundo movimiento) de Massenet, como fondo musical a telón abierto, los bailarines participantes entran en escena con su vestuario en mano, prestos para vestirse a la vista del público. Inmediatamente, dio inicio la sucesión de títulos seleccionados, en su mayoría dúos y solos, archiconocidos por los aficionados a la danza, y un solo estreno mundial, aunque para el final cupo el honor a una coreografía nunca olvidada, realizada para el Ballet Nacional de Cuba en los años 60 de la pasada centuria. La Orquesta Sinfónica del Gran Teatro, bajo la batuta de Giovanni Duarte sirvió de soporte musical en vivo a este último.
“El Lago de los cisnes” y su pas de deux del segundo acto en versión sobre la de Ivanov, paradigmático de lo clásico en el ballet, se apoderaron del escenario de la Sala García Lorca en una interpretación técnicamente convincente y encomiable de los noveles Gabriela Lugo y Enrique Corrales, aunque es evidente que los pulidos para los mejores resultados vendrán después de ulterior trabajo en el estudio. Algo parecido sucedió con el pas de deux de “La Sylphide”, de Bournonville, ya que aquí deben asimilar e incorporar detalles estilísticos de la escuela danesa, algo que requiere de más tiempo de ensayos y perfeccionamiento. Las dos parejas alternantes exhibieron brío y voluntad encomiables. Sin embargo, en mi opinión, el temible y magistral breve solo de Michel Fokine, “La muerte del cisne”, no estaba lo suficientemente listo para ser mostrado en esta ocasión. La joven Gabriela Lugo puede lograrlo, aunque los iconos referenciales todavía en anales escénicos cubanos lo hacen más difícil.
Antes de cerrar la primera parte, el director artístico decidió colocar el excelente dúo “Winter Dreams”, de Kenneth MacMillan / Tchaikovski, donde sus intérpretes, Ely Regina y Luis Valle, tuvieron oportunidad de exhibir sus talentos técnicos y calidades de movimientos en las arduas articulaciones de su estructura coreográfica. Seguidamente, vino el desbordamiento del entusiasmo en la audiencia, con uno de los caballos de batalla en este tipo de galas, con un valor añadido: la presencia ejecutoria de Carlos Acosta, en “Diana y Acteón”, acompañado por una “afiatada” joven bailarina, Laura Rodríguez. Acosta se desempeñó con su consabido virtuosismo y su ejemplar “savoir faire” como partenaire, para lograr el buen “diálogo” danzante con su pareja.
A telón de boca cerrado, comenzó la segunda parte con una hermosa y afinada interpretación del intermezzo de “Manon Lescaut” de Puccini, por parte de la Orquesta sinfónica del GTH Alicia Alonso, siempre conducida con afán por su titular el maestro Duarte. Acto seguido, comenzó el desfile de breves piezas creadas, para solistas y dúos –más aproximadas a la clasificación de “neoclásicas”-, tales el dúo “End of Time” de Ben Stevenson/Rachmaninoff´; “A Buenos Aires”, tributo de Gustavo Mollajoli a los tangos de Astor Piazzolla (con destacadas prestaciones de Verónica Corveas y Alejandro Silva); igualmente emotiva la encarnación de Piaff por Ely Regina en el solo de Ben Van Cauwenbergh “Je ne regrette rien”(Vaucaire/Dumont); así su otro solo, Les Bourgeois, interpretado por Acosta con su espléndida musicalidad e histrionismo sobre la canción cantada por el propio Jacques Brel. Tuvimos como regalo la repetición del dúo de Carmen y Escamillo (versión de Acosta) en una apasionada entrega por Laura Treto y Luis Valle; y el estreno mundial, un solo con el intrigante título de “Anadromous” del bailarín y bisoño coreógrafo Raúl Reinoso, nos permitió ver otras facetas del talento de Gabriela Lugo, con soporte musical de Ezio Bosso y Yann Tiersen (el programa de mano nos ilumina al respecto: se trata de una excusa para reflexionar sobre la sobrevivencia; un pez o un ser que va en contra de la corriente en pos de su destino final).
Para concluir en un climax de sabor franco-español, vino “Majísimo”, de Jorge García sobre El Cid de Jules Massenet, obra realizada para cuatro parejas de primeros bailarines del Ballet Nacional de Cuba en los años 60 del pasado siglo que se convirtió en una favorita, y a pesar de sus años nunca fue olvidada. Ahora es una reposición, que agradecemos a Clotilde Peón, con el valor añadido de la presencia luminosa e interpretativa de Carlos Acosta.
Los varios minutos de aplausos y ovaciones de pie fue una evidente respuesta gratificante a la audacia y el tesón de esta promisoria naciente compañía cubana de danza. Larga vida a Acosta Danza.