Una atmósfera profundamente emotiva inundó la sala. Iván Gergolet, cineasta ítaloesloveno que documentó con gran sensibilidad el trabajo de la bailarina y coreógrafa argentina María Fux, presentó el film “Danzar con María” en la Cineteca Nacional. Y si el objetivo era tocar el corazón, logró su cometido.
El arte efímero de la danza, permanecerá por más tiempo en el recuerdo, en la vivencia, en la emoción de todos los asistentes. Y es que Gergolet, después de 4 años de trabajo cerca de la artista, logró capturar la esencia de su danza en el documental “Danzar con María”, una realización de 2014, que en este año comenzó a recorrer distintas salas.
El encuentro con Fux fue a través de su esposa Martina, alumna de la bailarina, en una visita que hicieran a la Argentina en 2010. Su mujer quería conocer su estudio y tomar unas clases. Él llevó su cámara para realizarle una entrevista.
Distanciado de la perspectiva biográfica, el film muestra el trabajo que la bailarina realiza en el ámbito de la danza. Precursora de la “danza terapia”, método que promueve cambios en las personas a partir de la exploración profunda de lo que habita en el interior del cuerpo a través del movimiento. De esta forma, las dimensiones físicas, psíquicas y sensoriales son impactadas de manera positiva.
Argentina de nacimiento, hija de refugiados judíos rusos que inmigraron a la capital porteña a principios del siglo XX, Fux nació en 1922 y se convirtió en líder absoluta de la danza terapia en la Argentina y en otros lugares del mundo.
Un episodio marcó su vida para siempre. Así lo expresó Fux: “Mi madre tuvo una infección brutal en su rodilla, sus padres no sabían una palabra español, lo único que sabían era que tenían que salir de Rusia por el pogrom (masacre ejercida contra los judíos en Rusia luego del asesinato del zar Alejandro II). Y cuando llegó acá, la internaron en el hospital y le sacaron la rótula. Mi mamá caminaba con desequilibrio, era renga. Yo soy la pierna que danza de mi mamá”.
El film testimonia múltiples “encuentros”. El primero, el de María con ella misma. Imaginarse estando dentro del vientre de su madre antes de nacer, pensando cómo era su cuerpo, acomodándose para salir al mundo exterior.
Un segundo, el de ella con su madre y su limitación física. Este encuentro es el más significativo. “Yo soy la pierna que danza de mi mamá”, abrió la posibilidad de un encuentro franco, abierto y solidario con el otro, con los otros.
Trabajar con personas con capacidades diferentes, con limitantes físicas, con cuerpos lastimados, constituye un tercer encuentro. “Su mirada sobre el otro, que nunca es una mirada de lástima, siempre es una mirada que dignifica mucho. A mí me impacto mucho como persona, pero también como cineasta, o sea, intenté en todos los modos de incorporar esa mirada en mi cámara”, comentó el cineasta.
Un cuarto encuentro es el de María con Gergolet. “Conocerla fue algo sí realmente muy impactante, tanto que, bueno, decidí dedicar varios años de mi vida para contar eso”, agregó.
Este encuentro obligó al director a adentrarse desde una perspectiva distinta a la danza. Soltar la cámara e incorporarse a las sesiones que Fux imparte en su estudio permeó de manera distinta su mirada. Y es que el arte de Terpsícore no admite ser tratada superficialmente. “La posibilidad de cambiar la vida de las personas es el objetivo del documental”, expresó Gergolet.
Finalmente, el último encuentro será entre el espectador y Fux, relación mediada por el mirada cómplice de un nuevo súbdito del arte de la danza. “La vida me ha dado a través de etapas diferentes, mucho, nada, poco y algo. Pero sí sé cuál es mi camino”, afirmó esta mujer que se ha convertido en un ícono insoslayable de la danza terapéutica, y que con su generosidad y amor indiscutible ha ayudado a ver el mundo con otros ojos.