Ricardo Lew en guitarra, Renato Venturini en bandoneón; Bruno Cavallaro en violín; Juan Pablo Navarro en contrabajo y Emmanuel Álvarez en piano, subieron al escenario del Eisenhower Theatre del Kennedy Center de DC para evocar a uno de los grandes músicos argentinos. Un innovador en su género, un revolucionario del tango, un hacedor de la música de Buenos Aires. Astor Piazzolla, tuvo su carta de presentación en los Estados Unidos con el espectáculo “Piazzología”.
A través de este quinteto de excelentes músicos, de un show que combina técnicas multimedia y danza, lo mejor de Piazzolla se insertó en Iberian Suite, el festival iberoamericano organizado por el Kennedy Center desde el 3 al 24 de marzo. Por allí pasaron una diversidad de propuestas donde la música, las artes escénicas en general y la plástica mostraron “lo mejor de cada casa” y lo más representativo de casi la totalidad de los países que conforman Iberoamérica.
“Piazzología” se propone recrear la vida de Piazzzolla a través de su música, de imágenes y de la danza, con la presentación de Iris Acuña y Marcelo Montenegro, semifinalistas del Campeonato Mundial de Tango.
Bailar a Piazzolla es uno de los grandes desafíos de un bailarín de tango. Su música no deja de ser una tentación irreverente que incita al despliegue de habilidades y también, de insuperables acrobacias, sin olvidar el toque extremadamente sensual.
No obstante, y más allá de las libertades que cada pareja se toma, lo esencial es bailar a tempo, y recuperar algunos de los pasos tangueros por excelencia para no caer en los estereotipos difundidos por el ballroom o Holywood.
La dupla Acuña-Montenegro, tuvo momentos interesantes, en los que se pudo observar la calidad de los bailarines, y ciertas sutilezas en el baile. Montenegro. Definido como líder, supo contener las excentricidades de su compañera con acertada precisión y toque tanguero.
No obstante, esos momentos de armonía se quebraban cuando Acuña sobreactuaba sentimientos y sensaciones, o cuando intentaba emular a una bailarina clásica con asombrosas aperturas en las que dejaba ver con osadía y poca sensualidad, sus intimidades. La causa: vestidos (bellos) con tajos excesivos. ¿Hacen realmente falta?
Más allá de la danza, que es una parte complementaria de este espectáculo, al igual que las imágenes visuales proyectadas en el fondo de la escena, los testimonios y fotos de Piazzolla se entremezclaban con las calles de Buenos Aires desplegadas en sepia.
La dirección artística de Emmanuel Álvarez, quien también es parte de este quinteto, tiene su foco en la música. Magnífica. Su mayor mérito, es la selección de los músicos. Un ensamble de grandes talentos, capaces de sacar los sonidos más increíbles de sus instrumentos y transitar los 80 minutos del espectáculo con la insolencia de los duendes.