El Museo Nacional de la Danza de Cuba exhibe desde el 13 de marzo una serie de documentos relacionados con la legendaria bailarina rusa Ana Pávlova, a fin de conmemorar los 100 años de su debut en la isla.
Un vestuario original (una capa negra de terciopelo ornamentada con pieles de zorrillo, no vestuario de escena), esculturas, óleos, programas autografiados por la diva, revistas y otras publicaciones que hablan de ella, integran la exposición abierta al público hasta finales del próximo mes de abril.
Además, el propio día de apertura de la muestra, el Ministerio de Comunicaciones de Cuba puso en circulación un sello postal que reproduce una imagen de la danzarina.
Pávlova estudió en el Ballet Imperial de San Petersburgo, compañía en la cual llegó a primera figura en 1906, y brilló con la misma categoría dentro del llamado Ballet Russes de Diaghilev, creado por Sergei Diaghilev, y reconocido como uno de los conjuntos artísticos más respetables de la primera mitad del siglo XX.
Después, creó su propia compañía y con ella llevó la danza clásica a diversas partes del mundo, incluyendo esta capital caribeña. Como artista Pávlova fascinó también a otros bailarines, músicos, pintores, poetas y coreógrafos de la talla de Mijaíl Fokin, quien la incluyó en el elenco del estreno de una de sus más delicadas piezas, “Las Sílfides”.
Según refería el coreógrafo, en esa obra la artista “volaba por el escenario”. Fokin creó para ella varios ballets, pero “La muerte del cisne” se impregnó de inmediato en la memoria histórica de la danza como la más exquisita miniatura coreográfica de principios del siglo XX y una de las interpretaciones más complejas y completas, por la fragilidad y la verosimilitud de su único personaje. La imagen poética del cisne herido que agoniza y muere trascendió gracias al ingenio del creador y a la espiritualidad de la danzante.
El carácter de esta bailarina fue otro de sus citados “encantos” por lo extraño, quienes la conocieron la describen como nada modesta y bastante celosa de sus compañeros de baile y de los aplausos del público.
Aún se desconoce por qué guardó el secreto del matrimonio con su representante, por varios años, y la muerte de la artista, demasiado temprana, ha sido descrita muy similar a la agonía de su cisne. Momentos antes del fallecimiento, a los casi 50 años, a causa de un resfriado, Pávlova susurró sus últimas palabras a quien la atendía. Pidió que le preparasen su traje de cisne, y al poco rato, murió.
Curiosamente, en 1931, el año de la muerte de la rusa, una niña cubana llamada Alicia Alonso realizaría su debut artístico con “La bella durmiente”, el mismo ballet que había inspirado a Pávlova en su infancia a ser bailarina. La obra que mayor fama dio a Pávlova, “La muerte del cisne”, fue la última pieza que Alonso interpretó en Cuba antes de emigrar momentáneamente a los Estados Unidos en 1956, en protesta por el retiro de la escasa subversión concedida por el gobierno de aquella época a su academia de ballet.
Martha Sánchez. Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana. En la actualidad dirige la redacción de Cultura de la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina y publica en distintos medios de prensa dentro y fuera de su país.