La vocación declarada por Miguel Iglesias, el veterano director artístico y general de Danza Contemporánea de Cuba, de ampliar y enriquecer el repertorio de esta compañía con la diversidad de enfoques estéticos y de tendencias vanguardistas válidas, no lo arredran. Y una confirmación de ello resultó el último programa presentado recientemente en el Teatro Mella de la capital cubana, convertido en su sede habitual con justeza.
En esta ocasión se presentó la creación del artista escocés Billy Cowie, “Tangos cubanos”, colocada como apertura de función. A la que le sucedieron “Reversible”, una reposición de la pieza estrenada por la colombo-belga Annabelle López-Ochoa, y para el cierre, el estreno mundial de “Retorno”, de Alexis Zanetti, coreógrafo cubano residente en México, quien fuera destacado bailarín de DCC tiempo atrás.
El artista invitado por DCC, Billy Cowie, ha sido apreciado internacionalmente como cineasta, compositor y, particularmente, como “screen dance maker”, igualmente un consistente creador de espectáculos de danza-teatro e instalaciones. Recientemente, concluyó seis importantes proyectos para la pantalla, dos de ellos comisionados por la BBC londinense: “Beethoven in Love” y “Motion Control”, y otro para Channel 4, con el título de “Break”, entre otros realizados para ACE Capture.
Después de “Tango en soledad”, su exitoso solo de 5 minutos en “loop” continuado, bailado por Amy Hollingworth (con efectos especiales sobre dibujos especialmente construidos por Silke Mansholt), creó “Art of Movement”, una nueva pieza de danza para toda una noche, en la que incorpora bailarines en vivo y otros virtuales en 3D, comisionada por el Kyoto Experiment Festival y tuvo su premier allí en octubre de 2013. Actualmente, Cowie se desempeña como miembro asociado de la Escuela de Artes de la Universidad de Brighton, en la categoría de Principal Research Fellow, y desde el pasado mayo fue nombrado “artista residente” en la Dansehallerne.
Con “Tangos cubanos”, este singular coreógrafo (ya que nunca tuvo una formación académica de danza), se mantiene enfocado en el teatro y los medios audiovisuales, con el objetivo de entregar una historia romántica con un desgarrador desenlace de desamor. Para ello se vale de un eficaz recurso: el empleo de una serie de viñetas tipo “bande desinées” proyectadas en un ciclorama blanco (diseño visual también de Mansholt), sincronizadas con una voz femenina con acento castizo, en off (acreditada a Clara García Fraile). De esta forma narra los sucesos e introduce en este breve drama de danza-teatro, en una non-danse donde el afiatado cuerpo de baile ejecuta movimientos robóticos en cámara lenta (slow motion), ajustados a las claras intenciones del humor-irónico de Cowie. El público, tras el abrupto final, respondió con un resonante aplauso de pie.
El estreno de Zanetti estaba marcado por otro enfoque estético. En “Retorno” el coreógrafo expone sin tapujos su voluntad de buscar su identidad, a pesar de su largo extrañamiento de la compañía nutricia a la que perteneció. Muestra un respeto por el canon de sus raíces cubanas y africanas, haciendo guiños voluntarios referenciales a paradigmas fijados por dos coreógrafos icónicos de la llamada “danza moderna cubana”, ya desaparecidos, ora Víctor Cuellar ora Eduardo Rivero. El público neófito, mayoritario en la audiencia, tal vez no logró atrapar estas astucias de Zanetti, pues las obras de los mencionados arriba están en el repertorio pasivo de DCC, en estas últimas temporadas.
Sin duda, es una pieza inteligente por sus desplazamientos espaciales de gran ímpetu y dinámica en los movimientos montados a los excelentes ejecutantes. En estos casos, apoyados por el resonar de la percusión en vivo, de los tambores batá, de los rituales yoruba, y por los fragmentos de música popular bailable tradicional de su país natal. Es una obra coral, donde se destaca el impresionante solo bailado por Mario Elías, un bailarín negro de atlética musculatura y sensualidad corporal, de notable proyección escénica.
Zanetti contó con buenos figurines para su vestuario un tanto historicista, y con una banda magnética que recorría un amplio diapasón musical, desde J. S. Bach hasta lo más conocido del trío Matamoros, pasando por los cantes de Tomatito y el pianísimo de Michel Camilo.
DCC también tuvo el buen tino de reponer “Reversible”, cuya entrega esta vez se mostró más nítida y apasionante.