Es difícil no dejarse llevar por los recuerdos, las imágenes, los sonidos de un musical que cautivó, inevitablemente a todos los géneros y a todas las edades. La música, inconfundible, tiene los matices necesarios para despertar la imaginación, dejar fluir la sonrisa, y abrir el corazón.
En esta “remake” de “Gigi”, el musical que subió a escena luego del éxito rotundo del film de Vincente Minelli, hizo su estreno mundial en el escenario del Kennedy Center de DC y permanecerá en cartel hasta el 12 de febrero. Producto de la dupla Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, “Gigi” llegará a Broadway recién en abril.
Cuando se abre el telón, la puesta deslumbrante de un escenario que evoca a la Torre Eiffel, va cambiando escena tras escena. Y cada una de ellas hace recordar, al menos en la imaginación, al “cielo de París”, a las “calles de París”, y a “la vida” de ese París de principios de 1900 en el que se van fundiendo las distintas generaciones y la vida va cambiando a pasos agigantados. Igual que esas “pequeñas niñas” de la canción “Thank Heaven for Little Girls”, una de las principales de este musical dirigido por Eric Schaeffer.
“Gigi”, basado en la novela del mismo nombre, escrita por Colette en 1944, tiene como protagonista a una de las estrellas de “High School Musical”, Vanessa Hudgens. Fresca, encantadora y dinámica, Hudgens logra despegarse del fantasma de Leslie Caron, la inefable protagonista del film de Minelli, para componer un atractivo personaje, que canta y baila de maravillas.
Su dupla con Corey Cott, Gaston Lachaille, logra momentos enternecedores, especialmente en la primera parte, cuando Gigi es aún una adolescente. Ambos componen un impactante dúo en el final con “In This Wide, Wide World”, cuando Gigi se ha transformado en una verdadera mujer que sabe defender sus propios sentimientos y convicciones.
Cott tiene una voz potente y versátil, y es un enternecedor bon vivant aburrido de la superficialidad de su vida social, de las mujeres caza fortuna y estatus, y de los códigos establecidos por una sociedad llena de prejuicios y escrúpulos.
No obstante, si en este musical hay espacio para la emoción intensa, es cuando Victoria Clark, como Mamita, la abuela de Gigi, entra en escena y despliega su maravillosa voz. Mamita trata, bajo cualquier concepto, que la niña sea feliz y capaz de elegir la vida que realmente quiere. Aunque se enfrenta a sus propias contradicciones y prejuicios.
Clark, tiene una coloratura especial en su voz, y es una intérprete magnífica. En cada uno de sus solos, su voz llega a lo más profundo del alma y le habla al corazón. Bello su dúo con Honore (Howard McGillin) en el clásico tema “I Remember It Well”. Ella recuerda las razones por las cuales prefirió el sufrimiento con dignidad a padecer por la infidelidad de Honore, incapaz de hacerse cargo de sus sentimientos más profundos hacia ella.
Tía Alicia, es Dee Hoty. La cantante delinea a una fantástica cortesana, maestra absoluta de la seducción. Con su actitud, segura y determinada, intimida a Gigi con sus lecciones de buen vivir y buena educación, y le enseña el arte de cautivar a sus futuros candidatos. Deliciosa en su rol.
Con libro de la británica Heidi Thomas, esta “Gigi”, tiene una magnífica puesta en escena de Derek McLane, y un vestuario deslumbrante, diseñado por Catherine Zuber, cuyos detalles son de una extremada delicadeza. Hasta los paraguas de encaje de las damas captan esa sutileza del buen gusto y el refinamiento.
A este montaje se suma una interesante y sencilla coreografía de Joshua Bergasse. Dinámica, con algunos guiños que recuerdan los saltos que Jerome Robbins solía imponer en sus musicales, y algunos toques de ironía. El elenco supo interpretar con calidad esta propuesta coreográfica que requiere de buenos y sólidos bailarines.
Entre las estructuras de metal, la Torre Eiffel, y la noche de París, “Gigi” deja su toque de frescura y encanto. Y también, ese romanticismo que el tiempo y la modernidad han ido marchitando.