Las más recientes presentaciones de Danza Contemporánea de Cuba, en el habanero Teatro Mella, demuestran su fidelidad a su vocación de sostener un repertorio ecléctico y dúctil, según lo manifiesta su veterano director artístico y ex bailarín Miguel Iglesias. Según Iglesias, “es un reto artístico el que hacemos al incursionar en nuevos etilos y formas de creación cuando aceptamos los dos proyectos coreográficos de estos dos jóvenes creadores invitados. La compañía presentó “Mercurio”, de Julio César Iglesias (cubano residente en Europa) y “Reversible”, de la colombo-belga Annabelle López-Ochoa, quien ha estrenado recientemente obras suyas con el Ballet Nacional de Cuba y el Ballet Hispánico de Nueva York.
En “Mercurio”, el coreógrafo Julio César Iglesias se aplica a fondo con tres parejas mixtas en la elaboración estructural no narrativa de variados diseños espaciales, a partir de círculos o cuadriláteros dibujados por una inteligente iluminación (de Fernando Alonso), donde abruptamente ingresan o salen los seis bailarines, ora violentamente, ora líricamente, ora de manera minimalista. Su dominio del cuerpo les permite un virtuosismo técnico notable al entregarse con fluidez, pero sin facilismos, a las dinámicas del contact en sus evoluciones, o a las reiteraciones posmodernas. Siempre se les observa ajustados, casi con precisión milimétrica, a los cambios rítmicos o atmosféricos del material sonoro seleccionado por el propio coreógrafo, con las sorprendentes interpolaciones de un tema musical de aires campesinos, “Un pajarillo”, a guitarra y voz interpretado por el popular cantautor local Pedro Luis Ferrer. Sin duda, una pincelada de identidad sin caer en el pintoresquismo.
Los diseñadores de luces y del vestuario, Alonso y Vladimir Cuenca, merecen una especial mención, tanto por las geométricas iluminaciones como por los unitardos unisex en negro (solo una banda verde a la cintura para las chicas), que facilitaba las rotaciones terre á terre, con efectos lumínicos laterales, frontales o cenitales, a veces provocando momentáneas irritaciones a los espectadores de la platea.
Como es habitual en el coreógrafo Iglesias, los títulos de sus piezas con intrigantes. Realmente, ¿qué sugiere? ¿Es mercurio, el planeta, o el azogue que marca las temperaturas en los termómetros al uso?
Para cerrar el programa de DCC vino “Reversible”, el estreno mundial encargado a Annabelle López-Ochoa, una de las más solicitadas creadoras en el ámbito internacional. En esta obra, ella exhibe claramente sus habilidades o destrezas para transitar, con dominio del oficio, entre las herramientas adquiridas por su formación clásica y las nuevas tendencias contemporáneas. A partir de una dramaturgia definida y poéticamente elegante, aunque a veces se deja llevar por las violencias de las “batallas de los sexos”: una demostración fehaciente de contar con el virtuosismo que le aportan los bailarines de este afiatado conjunto.
López-Ochoa, desde el “opening” con la elección de una pareja de hermosa y casta desnudez entre dos grupos “tribales” —el femenino con pantalones largos y el masculino con sayas tipo kilt escocés de color gris acero ambos—, remite referencialmente a alguna versión coreográfica del “Rito de primavera” de Stravinsky. La conclusión de su obra consiste en una sensacional imagen con las chicas, senos al aire, intercambian sus prendas de vestir distintivas, para luego involucrarse en una masa coral de impactante carga dramática, producida por su movimiento de traslación en diástole y sístole, pasando por un “ralenti”, hasta la oscuridad total de las luces. La cinta magnética está elaborada con un efectista collage musical tímbrico y percusivo, producido a partir de una diversidad de fragmentos elegidos de varios grupos foráneos de música electroacústica. De inmediato, hubo una consecuente explosión de aplausos.
El espectáculo contó, en su inicio, con la reposición de “Identidad”, la última coreografía realizada por George Céspedes para DCC. Esta pieza de Céspedes recibe siempre la aprobación ruidosa de sus incondicionales admiradores.