El bailarín y coreógrafo George Céspedes acaba de abandonar la ergástula de Danza Contemporánea de Cuba (DCC), donde se nutrió y entregó varias importantes obras por más de una década, y ha apostado por la fundación de una nueva agrupación. En principio, con un perfil experimental, convirtiéndose en su director general y arrastrando consigo algunos jóvenes bailarines del elenco de DCC.
El intrigante nombre adoptado para bautizar el nuevo conjunto: “Los hijos del director”, según explicó por uno de sus miembros, procede de un reiterado discurso, afectuoso y cotidiano, dirigido por el director general de DCC, Miguel Iglesias, a sus bailarines en los estudios de la compañía, ora sea para estimularlos, felicitarlos o amonestarlos…
Céspedes, vástago inquieto de una familia dedicada a las ciencias, en su oficio coréutico no ha podido eludir esta formación e influencia genética. En esta ocasión, decidió remitirse a épocas arcaicas de la historia greco-latina, y eligió al filósofo presocrático Anaximandro. De éste, adoptó tres temas fundacionales de su filosofía para la elaboración conceptual de su nuevo espectáculo coral de danza para siete bailarines (cuatro chicos y tres chicas): el Hombre; Arché y Apéiron.
Por lo tanto, la transferencia en danza resulta de complicada comprensión, si no se logra penetrar los significados asignados por Anaximandro a los mencionados elementos: el programa de mano suministró datos de indispensable consulta.
Veamos pues lo que nos dice. Hombre: ser humano, como integrante de su especie Homo Sapiens; individuo como unidad lógica indivisible. Arché: comienzo del universo o el primer elemento de todas las cosas. Sustancia o materia que no necesita otra cosa para existir. Apéiron: designa la materia infinita e indeterminada. Término para cosas que no pueden ser definidas. Lo que no tiene fin.
Para desarrollar escénicamente su propuesta, en tanto que responsable de la dirección coreográfica, Céspedes supo rodearse de un equipo técnico bien formado en sus diversas especialidades, y supieron ajustarse a sus exigencias, ora para la banda sonora, el diseño de luces y vestuario, o en la realización de los materiales audiovisuales. Y, por su fuera poco, fue necesario contratar el servicio facultativo de un psicólogo MsC Damián Álvarez Durán. La culminación de estas atléticas ejecuciones y la proyección de intensas emociones, que afectan internamente a los danzantes, en series sucesivas y alternas, por poco más de una hora, justifican su presencia en los ensayos y en las funciones del habanero Teatro Mella, en el residencial El Vedado.
Hubo batallas entre los sexos, el atletismo llevado al extremo, los contacts verticales vertiginosos y la gestualidad (silenciosa), o con sonidos puntuales de decibeles al límite de lo soportable. La primera escena, al abrirse el telón de boca, nos muestra a los bailarines por el piso en posición fetal, señales metafóricas de los conceptos filosóficos de Anaximandro: nacer, individualizarse, es separarse de la unidad primitiva, que luego se observará en las doctrinas budistas, que ven el mal en la individualidad.
Postula Anaximandro que los opuestos se encuentran unidos en lo apéiron, y se separan para formar todas las cosas niveladas por ciertos ciclos de dominación de cada uno.
Estamos ansiosos por su segunda producción para esta aventura, pero preferimos no lanzar predicciones festinadas, ni juicios valorativos pontificales.