Finalmente, después de varios años junto a la ex modelo inglesa Charlotte Holland, la estrella cubana del ballet mundial Carlos Acosta decide plantar cabeza, y formalizar civilmente su unión.
En una ceremonia privada, con la asistencia de un poco más de 200 invitados –según la lista preparada previamente por el propio novio–, Carlos Acosta (41 años), finalmente, se casó la tarde calurosa y luminosa del 23 de agosto en La Habana, y contó con la simpática participación de su primogénita de 3 años, Aila, quien desfiló primorosamente ataviada como “flower girl”.
Entre el selecto grupo de amigos y familiares presentes estuvo la estelar bailarina española y habitual partenaire de Acosta en el Royal Ballet de Londres, Tamara Rojo. La eximia ballerina cubana y directora del Ballet Nacional, Alicia Alonso, no asistió, enviando sus disculpas con hermosas flores.
Los esponsales ante notario local se efectuaron en los jardines de un suntuoso palacete de estilo florentino, construido en 1930 sobre un proyecto del arquitecto cubano Leonardo Morales, según las órdenes de su propietario, el rico comerciante de tabaco de origen inglés Mr. Marck Pollack, quien entonces estaba casado con una guapa cubana. Esta “mansión” está instalada en el exclusivo barrio residencial Cubanacán, conocido antes del 1959 como Country Club Park, y después de una cuidadosa restauración, se alquila a personalidades foráneas VIP por una empresa del Consejo de Estado del gobierno cubano.
Los novios elegantes y sobriamente ataviados –ella, en un vestido corto blanco con velo, y él, con un traje de tres piezas color azul noche–, desfilaron en medio de los floridos parterres, nutridos con esta especial audiencia donde se distinguía su gran maestra y mentora, Ramona de Sáa, directora de la Escuela Nacional de Ballet, así como visitantes llegados de Europa, directores de otras compañías de danza. Aunque quedaron excluidos los críticos y los fotorreporteros (aquí los paparazzi no pudieron “robar” imágenes indeseables).