Al abordar con enfoque crítico este tipo de galas artísticas, concebidas con minucioso cuidado diplomático con la finalidad de resaltar las afinidades políticas y culturales de dos naciones con peculiares y contrastantes idiosincrasias, me llevan, de alguna manera, a replegarme en la severidad.
El Ballet Nacional de Cuba con sus primeras figuras baila junto a las estrellas del Ballet Nacional de China en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba en un programa de concierto. Las directoras artísticas de ambas compañías presidieron la función para el público, la víspera fue una gala de estado que presidieron los presidentes de ambas repúblicas, que fue transmitida en diferido nacionalmente.
El repertorio elegido aquí, así como sus intérpretes, fueron la responsabilidad conjunta de las dos directoras artísticas de sendas compañías, es decir Alicia Alonso por la parte cubana y Feng Ying, ex bailarina y maestra, por la parte de China. Ambas estuvieron presentes en las galas, y recibieron calurosas ovaciones en sus entradas al palco presidencial (Alonso escoltada permanentemente por su esposo Pedro Simón).
De la Alonso todos conocen su largo y meritorio currículo, de la señora Ying, ahora sabemos un poco más. Puedo señalar ciertos hitos en sus anales artísticos que avalan su capacidad profesional para ostentar el cargo de directora del conjunto chino, que ocupa desde 2009. Comenzó sus estudios de ballet en 1973 en la Academia de Ballet de Beijing. En 1979 se incorporó al Ballet Nacional de China.
En 1982, de acuerdo con un programa de intercambio cultural, fue enviada a la Ópera de París, donde recibió clases con Rosella Hightower (ballet, jazz y pedagogía de la danza) y, luego, con Maurice Béjart, del cual aprendió un nuevo concepto de la coreografía –según sus propias palabras ante la prensa-, y la expresión de un nuevo lenguaje corporaol. De 1979 a1997, fue primera figura del Ballet Nacional de China, abandonando la escena debido a una lesión y se convierte en profesora de ballet. En 1994 estudió metodología de la danza en la ciudad norteamericana de Michigan, lo que le permitiría más tarde asumir el trabajo de dirección general y artística. En 2010, fundó el Ballet Creative Workshop, un taller opcional para jóvenes talentos, tanto para bailarines como para coreógrafos. Este mismo año creó la versión china, para toda una noche, del conocido ballet “El cascanueces”.
El hecho de presentar dos conocidos clásicos del gran repertorio, como “Giselle” y “Don Quijote” donde solamente podemos apreciar en fragmentos y fuera de contexto, la interpretación conjunta de chinos y cubanos nos enmarcaba en estrechos límites nuestros juicios críticos a los niveles de la ejecución técnica y la aproximada entrega estilística de las piezas. Esta vez beneficiados con la interpretación en vivo de la música, ejecutada por la Orquesta sinfónica nacional, bajo la dirección de su titular Enrique Pérez Mesa, con una entrega particularmente brillante de la música de Minkus para el tercer acto de Don Quijote.
La Giselle de Zhang Jian, una alta y espigada bailarina de sólida técnica, se nos mostró con un ajustado lirismo, aunque sus port de bras redondos del estilo romántico, así como las batteries no fueron muy pulcros, si bien su musicalidad fue apreciable. Su partenaire local, el primer bailarín Dani Hernández, fue virtuoso y atento a cada instante requerido por su pareja de baile, especialmente en los giros sostenidos y las cargadas, sin perder su aplomo y elegancia.
Después llegaron los “caballos de batalla”, típicos de la espectacularidad necesaria para las llamadas “galas”, los archiconocidos pas de deux tales como Esmeralda, con música de Pugni y versión coreográfica de Ben Stevenson según Jules Perrot, ejecutado por la pareja china de Wang Ye y Sun Ruichen en una correcta entrega, aunque le pediríamos a ella algo más de ataque, “Espartaco”(dúo de amor), con música de Aram Katchaturian y coreografía de Azari Plisétski, donde bailaban los cubanos Anette Delgado (una patética Frigia) y un atlético Camilo Ramos, que consiguió lucirse en las difíciles y riesgosas cargadas, recibiendo merecidas ovaciones.
Finalmente, “El Corsario pas de deux”, con los nacionales Amaya Rodríguez y Víctor Estévez. Ella nos dio el goce de su hermosa línea y de su técnica precisa. Estévez, por su parte, contribuyó al lucimiento de su pareja aunque sus variaciones necesitan una mayor concentración y fogueo escénico, siempre sobre una versión de Alonso según Petipa.
Alicia Alonso, en tanto que coreógrafa, repuso su breve y simpático divertimento para tres parejas, ‘’Danzantes’’, inspirado en las músicas de dos compositores contemporáneos de China: Ren Guang (Nubes persiguen la luna) y Huan Yijun (Flores que abren en luna llena). Igualmente, la parte asiática nos regaló ‘’Sacrificio’’, del coreógrafo Fei Bo, con música de su compatriota Samko Namtchylak.Un dúo béjartiano para dos bailarines dotados de hermosos cuerpos con una flexibilidad corporal notable, el cual condensa en su extrema brevedad la metáfora poética de ‘’la lucha intrínseca en el espíritu humano, por un ideal: la elección entre el amor y la realidad,como preludio a la separación definitiva. Seis minutos bastaron a Qiu Yunting y Zhang Yao para seducir a un auditorio de poco más de 3 mil espectadores que superaron el aforo de la Sala Avellaneda, la mayor en el coliseo de la Plaza José Martí.
Finalmente, ocurrió lo esperado con las escenas del tercer acto de “Don Quijote”. El entusiasmo desbordado del público ante las interpretaciones virtuosas de Kitri encarnada por la estelar Viengsay Valdés (interminables balances y vertiginosos giros) y en Basilio, la primera figura de China Ma Xiadong, bailarín robusto del tipo denominado démi/carácter, que exhibió buena técnica en su danza atlética con elevaciones sorprendentes en sus jetés manéges, del que reprochamos algunos descuidos estilísticos, lógicos para alguien que baila esta producción por vez primera. Fue un fin de fiesta en el que participaron, majos, majas, toreros y los protagonistas consechando ovaciones interminables, hasta la presencia de ambas directoras artísticas en los saludos de cortina.