La Compañía Nacional de Danza Contemporánea con sede en la ciudad caribeña de Santo Domingo, República Dominicana, hace poco más de dos años con la dirección artística y general de la coreógrafa y bailarina cubana Marianela Boán, ofreció en el inmenso escenario del Teatro Mella de la capital cubana su más reciente estreno, “Sed”. Único espectáculo inscrito en la intensa programación del festival latinoamericano y caribeño denominado Mayo Teatro 2014, que anualmente organiza la institución cultural Casa de las Américas, con el apoyo del Ministerio cubano de cultura.
La propia Boán define “Sed” como un espectáculo de “danza contemporánea en el que se mezclan la danza, el teatro, el canto, el video, el trabajo con el objeto y la música en vivo”, inclusive fragmentos de discursos difundidos en su tiempo del cruento dictador Leónidas Trujillo (leer la novela “La fiesta del chivo”, del laureado narrador peruano Mario Vargas Llosa), y del octogenario ex presidente en varios períodos hasta 1996, Joaquín A. Balaguer, que murió plácidamente en su cama en 2002.
Con una inteligente y efectista música original de Jorge Read, quien la “manipula” desde su computadora portátil en directo sobre la escena, la pieza de poco más de 60 minutos evoluciona, en el desarrollo pautado y aleatorio que desarrollan con apasionada entrega las tres parejas de ambos sexos, alrededor de un objeto presente en la vida cotidiana de esta isla caribeña: el botellón de agua de plástico transparente.
Es, en “Sed”, el objeto que traza el camino hacia la exploración poética de las identidades dominicanas, desde la perspectiva de la razón, el género, el poder y la cultura”. La isla es un hervidero metafórico. Un “patio lleno de botellones vacíos”, de personajes refugiados en “la contemplación”, militares seniles, sirvientes, recetas de los platillos más populares, como de mangú, del sancocho, o discursos alambicados. Sus ritmos tales como el merengue, el hip hop, el salve, igualmente hay referencias a los instrumentos de tortura-, pero esta vez será “para volverse blancos”, y siempre estará presente el humor en sus momentos de histrionismo.
La obra por las excesivas reiteraciones postmodernas, decae en su segmento central, en cambio se recupera en los 20 minutos finales, con los movimientos en “allegro presto” de los bailarines y el logrado elemento sorpresa del cierre, al descorrerse las cortinas del ciclorama negro y aparecer una piscina circular con seis botellones de agua colgantes como duchas. Todos se desvisten, y se aprestan a darse un placentero “duchazo” colectivo antes del “blackout” conclusivo. La iluminación fue elemento decisivo para el impacto climático que consiguió aplauso cerrado aprobatorio de la numerosa audiencia.