“No mandé mis naves a luchar contra los elementos”. Esta sentencia se atribuye al monarca español Felipe II (1527-1598), en alusión al desastre de la Armada Invencible (1588). Muchos eran los elementos contra los que tenía que combatir la Compañía Nacional de Danza (CND) en el estreno de su último programa en el Teatro Real de Madrid. De una parte y de forma coyuntural, el partido de fútbol de final de la Champions League que enfrentaba a dos equipos de la capital española–Real Madrid y Atlético de Madrid- por el trono europeo. Con un mayor calado, el problema del conflicto abierto entre el Instituto Nacional de Artes Escénicas y de la Música (INAEM) y el plantel de bailarines por la negativa del pago de horas extras, ante la postura del Ministerio de Hacienda contraria a hacer frente a estos emolumentos siempre que excedieran en 60 horas el cómputo anual.
Así las cosas y con el fantasma de una posible suspensión sobrevolando la función, el estreno tuvo lugar con la única salvedad de que su inicio se postergó media hora por cuestiones del convenio laboral. Profesionalidad y entrega fueron las características más destacables de todo el elenco que forma la CND, tanto bailarines como cuerpo técnico. Con la expectativa de cómo influiría el encuentro deportivo sobre el aforo, 1300 espectadores se reunieron para disfrutar de la nueva propuesta de la compañía comandada por José Carlos Martínez (Cartagena, 1969), ex étoile del Ballet de la Ópera de París y director de la CND desde 2011. Su plan maestro incluía el expreso mandato de abrir el abanico estilístico de la formación para que pudiera transitar por todos los colores que pueden abarcar la amalgama que va desde el clásico hasta el contemporáneo. En su tercera temporada al frente de la CND, puede decirse con propiedad que Martínez dirige de forma serena pero con paso firme esta travesía por el desierto.
Tres tiempos
Construido a tres tiempos, el programa ofrecido en el Teatro Real se compuso de tres grandes bloques temáticos: clasicismo (“Allegro brillante” y “Delibes suite”), deconstrucción del lenguaje clásico (“In the middle, somewhat elevated”) y la contemporaneidad de corte teatral e irónico (“Casi-casa”). La noche comenzó con la obra endiabladamente complicada “Allegro brillante” (1956). Su autor, George Balanchine (1903-1983) la definió como “todo lo que sé de danza clásica condensado en trece minutos”, ¡y vaya trece minutos! Dentro de su repertorio de piezas plotless, es decir, sin argumento, un compendio de lo más complejo en cuanto a lenguaje clásico, en el que el elenco de la CND demostró corrección al máximo y en el que los atisbos de brillo procedieron del buen dominio técnico del Bailarín Principal Esteban Berlanga.
Fiel a la escuela francesa que forjó su carrera y éxitos, José Carlos Martínez firma la segunda propuesta de la noche, “Delibes suite” (2003), estrenada por Incidence Chorégraphique. Se trata de un pas de deux –interpretado por Yae Gee Park y Anthony Pina–, compuesto por el esquema tradicional de adagio, variaciones masculina y femenina y coda final. La pareja protagonista defendió con solvencia el dúo, aunque no llegaron a atisbar la exquisita elegancia predicable de la escuela francesa. La CND ha avanzado notablemente en el campo de lo clásico, pero aún queda camino por recorrer hasta llegar a la excelencia.
Una obra maestra indiscutible del último cuarto de siglo XX protagonizó el segundo acto de la velada. Como un guiño a su antigua casa, el director cartagenero seleccionó “In the middle, somewhat elevated” (1987), creada por William Forsythe (Nueva York, 1949) para el Ballet de la Ópera de París por encargo de Rudolf Nureyev, quien, a su vez, escogió a Martínez para que accediera a la prestigiosa compañía francesa en 1988. Partiendo del tradicional concepto de tema y variaciones, Forsythe redefinió los límites del lenguaje clásico mediante la deconstrucción del mismo. Con el cambio de alineación y con las transiciones verticales, genera una sensación de extrañeza en el espectador que, asombrado, vislumbra la técnica clásica pero presentada de una manera muy diferente.
El título –“In the middle, somewhat elevated”– hace referencia a una metáfora de qué supondría buscar dos cerezas de oro suspendidas en medio de la inmensidad de Ópera Garnier, sede histórica del Ballet de la Ópera de París. Incorporada al repertorio de la CND en 1992, esta pieza parece haber sido metabolizada a la perfección por el elenco actual, ya que resultó, sin ningún lugar a dudas, la obra de la noche, tanto en destreza técnica como en precisión y limpieza en la ejecución.
La guinda de la velada la puso la presentación en Madrid de “Casi-Casa” (2009) de Mats Ek (Malmö, 1945), tras su adición al repertorio de la CND, apenas unos pocos días antes en Sevilla, siendo la primera compañía europea que la estrena. Creada para Danza Contemporánea de Cuba, esta obra de corte social que sigue la estela de “Appartement” (2000) –cuya premiére realizó el Ballet de la Ópera de París y en la participó José Carlos Martínez con el solo del sofá– y “Fluke” (2002), se nutre de escenas de la vida cotidiana que se desarrollan en torno a una televisión, la cocina, la puerta, etcétera, e incluyen a una legión de aspiradores.
Sentido del humor y ternura a raudales es lo que irradia “Casi-Casa” con hilarantes escenas como la de la mujer que se olvida el bebé dentro del horno. En ese punto de la función, la CND había traspasado las 22.30 horas, momento en el que, según convenio laboral, finalizaba su trabajo y no tenían derecho a recibir remuneración económica. Sin embargo, fieles a su compromiso con el público asistente, por amor al arte, los bailarines de la formación continuaron sobre el escenario. Se percibe que disfrutaron en el montaje de “Casi-Casa” con Ek y Ana Laguna, lo que, en definitiva, se transmite al espectador, quien también se deleitó con una lección de cotidianeidad convertida en danza. Luchando contra todo tipo de elementos, José Carlos Martínez vuelve a demostrar su serenidad y sensatez para seguir al frente del timón de la CND.
El programa ofrecido en el Teatro Real de Madrid muestra ya los frutos de tres años desde el cambio tranquilo, como se apodó su acceso a la dirección artística del grupo. Queda trabajo por hacer, pero se va por buen camino y el público así lo entendió que frente a todo tipo de vicisitudes apoyó a la CND, a su director, a sus bailarines y a su equipo técnico y les brindó una calurosísima ovación. Con el aval del trabajo riguroso y bien hecho, la CND se prepara para conmemorar el 35º aniversario de su fundación.