Una trama apasionada y apasionante, donde la traición y la venganza intentan destruir al amor. “La Bayadere”, una de las obras fundamentales del repertorio clásico, se basa en dos dramas del poeta indio Kālidāsa, situados en el oriente. La bayadera, bailarina india, dedicada a intervenir en las funciones religiosas o sólo a divertir a la gente con sus danzas, es la protagonista de esta historia bella y magnificente en la que, finalmente, triunfa el amor en la eternidad.
En la temporada del Metropolitan Opera House del American Ballet Theatre (ABT), la compañía dirigida por Kevin McKenzie llevó a escena la versión completa de este clásico. Con distintos elencos, los hispanos tuvieron sus protagónicos y marcaron su estilo. Marcelo Gomes bailó con Diana Vishneva en la primera noche, Herman Cornejo hizo dupla con Alina Cojocaru (Ver Danzahoy.com), y Paloma Herrera con Cory Stearn.
La primera vez que “La Bayadere” llegó al occidente fue a través del entonces Kirov Ballet (hoy Mariinsky), en 1961, y sólo se presentó el Acto II, “El reino de las sombras”. Luego, en 1963, Rudolph Nureyev montó este mismo acto para el Royal Ballet de Londres. Y fue en 1974 cuando Makarova lo llevó al ABT en su propia versión sobre la de Petipa.
Y en 1980 realizó la versión completa basada en la original de Petipa, sobre la de Ponomarev/Chabukiani, que ella misma había bailado cuando era primera bailarina del Mariinsky Ballet.
Ludwig Minkus puso música al libreto de Serguéi Judekov y Petipa, quien fue responsable también de la coreografía que estrenó en el Teatro Bolshói de San Petersburgo el 23 de enero de 1877. Y el personaje de Solor lo bailó Lev Ivanov.
Hace un par de años, la dupla Herrera-Stearns se presentó en el Kennedy Center de Washington DC, y esta vez, con un Solor más sólido y seguro de su rol, Stearns pudo acompañar a Herrera con mayor solvencia. No obstante, todavía necesita pulir ciertos aspectos de interpretación y de actitud escénica para convencer al público de que realmente Nikiya es capaz de morir de amor por él.
Stearns, tuvo momentos interesantes desde lo técnico. Con buenos saltos y musicalidad, es un partenaire atento.
En la matiné del 28 de mayo, Herrera, como Nikiya, bayadera del templo, disputada por Solor y el Gran Brahman, compuso un personaje absolutamente conmovedor en el primer acto. Apasionada, dispuesta a defender su amor por Solor y también, dispuesta a morir por ese amor. Nikiya advierte la debilidad del guerrero, que traiciona el juramento hecho por ambos sobre el fuego eterno del templo.
Con sus magníficas extensiones, su musicalidad, su atractivo y seductor port de bras, y ese cuidado permanente por la perfección, Herrera es, indiscutiblemente, Nikiya, tanto en el primer acto como en “El reino de las sombras”, convertida en un espectro. Una actuación sublime.
El nudo de esta trama se centra en el momento en que el Rajah, en recompensa al valor del guerrero le ofrece la mano de su hija Gamzatti (Misty Copeland), por quien queda al instante deslumbrado a pesar de su juramento a Nikiya. Así comienzan los festejos previos a la boda con la llegada del Gran Brahman que revela al padre de la prometida el pacto entre el guerrero y la joven bayadera.
Gamzatti trata de convencer a Nikiya que abandone a Solor a cambio seductoras alhajas. En su desesperación, la bayadera trata de herir a la princesa. Y la venganza de Gamzatti culmina con la muerte de Nikiya. Copelan, como Gamzatti, mostró con un buen trabajo técnico, cuidado y preciso. Sin embargo, faltó profundidad desde la actuación y la composición del personaje.
El cuerpo de baile es uno de los grandes pilares del ABT en esta era de bailarines invitados y pocos primeros bailarines que salen de sus filas. Consistente en las danzas grupales, y de una perfección indescriptible en “El reino de las sombras”. La entrada de las 32 bailarinas, en arabesque, que van desplazándose en la escena puede compararse con los más sublimes momentos del Bolshoi o el Mariinsky, arquetipos de la perfección grupal en otros tiempos.
Joseph Gorak como el Ídolo de Bronce, mostró su destreza con sus grand jetés y sus saltos en los momentos previos a la boda de Gamzatti con Solor, y antes aún de que la ira de los dioses destruyera el templo en pedazos y dejara a Nikiya y a Solor, unidos en la eternidad.