Noche de apertura de la función de “Cascanueces” de esta temporada, el 11 de diciembre de 2013, dio a luz una solidez y un nivel del ensamble que hasta ahora no había visto cumplido tan plenamente en la versión de Helgi Tomasson del San Francisco Ballet.
Desde que se levantó el telón, un encantador y elegante Rubén Martín Cintas como el Tío Drosselmeyer, y toda la producción parecía encontrar profundidad y certeza. Y la confianza del ensamble para llevar de manera natural en el papel. Extrañé a Jorge Esquivel en este mismo papel, quien lo cubrió en los últimos años. Pero Martín Cintas ha aprendido bien los gestos de Esquivel, y la manera en la que se ancla la escena de la fiesta que se hace sentir que Esquivel todavía está presente en la casona, incluso cuando él, lamentablemente, ya no aparece en la lista de la compañía.
Falta también en este espectáculo fue Clara Blanco como la muñeca de baile, que fue hecha para este papel. Elizabeth Powell, un poco nerviosa hizo bien en el rol, apoyada por la efervescencia de Myles Thatcher y James Sofranko.
Fue un placer ver a Clara (Julie Doherty), que se mostró encantada con las delicias del personaje, bien ensamblada con su antagonista Fritz (Andrew Boosalis ), cuya entrega en las travesuras de chico malo sobre el que gira la trama fue limpia y jugosa, con movimientos perfectamente sincronizados.
El momento escénico favorito de la audiencia llega cuando el salón Stahlbaum se transforma en tamaño, de modo que todo crece junto con el árbol y los regalos se hacen más grandes que en la vida real y son una plataforma para la aventura que le sigue. Ya en tamaño natural el Cascanueces, convertido en príncipe, (Joan Boada ) asegura a Clara que no hay nada de qué preocuparse. En ese mismo momento, los ratones, bajo el mando del Rey Rata (Sean Orza ) arrastran desde atrás los regalos envueltos, y el Cascanueces comanda un ejército, que por orden de Clara derrota al enemigo. Con la ayuda de Drosselmeyer, Clara ofrece socorro al príncipe Cascanueces. Orza y Boada son dignos rivales y esta batalla es uno de los mejores logros respecto a la versión anterior de Christensen.
Frances Chung y Jaime García Castilla están radiantes como la Reina y Rey de la nieve, un pas de deux exquisitamente hecho, con una especie de brillo y luminosidad que crea un mundo de nieve verdadero del escenario.
En el Acto II es donde esta versión pierde terreno rápidamente, casi como si los bailarines se hubieran visto obligados a bailar sobre arenas movedizas. Lo menos envidiable en cuanto a los roles bajo estas condiciones es el de la Hada de Azúcar, bailado por Vanessa Zahorian.
Por alguna razón, su solo tradicional se apodera de ella y en el Gran Pas de Deux del final es donde recupera su intensidad. No puede sentirse cómoda o confortable en modo alguno al tener que bailar una coreografía de Gota de Rocío mientras que está vestida como Hada de Azúcar y rodeada por un cuerpo de baile, muchos de los cuales son estudiantes vestidos de flores o insectos.
Iteraciones anteriores recrearon la Casa de las Flores del Aboretum en el Golden Gate Park. Los decorados actuales son tan pocos que no son más que una mera sugerencia de ese lugar. Y si se trata de un visitante de afuera de la ciudad, puede resultar un rompecabezas tratar de adivinar lo que simbolizan esas estructuras de alambre que asoman desde arriba.
Todos los obstáculos imaginables, físicos y dramatúrgicos, se colocan en el camino del Hada de Azúcar, lo que garantiza que no va a ofrecer una representación creíble. Para su crédito, Zahorian parecía sobrepasar la coreografía no-danzada para guardar sus fuerzas para los momentos bailables. De esta manera, en la segunda aparición de las flores, se lanzó como un hada feroz.
Felizmente, la mímica jactanciosa del Príncipe Cascanueces se conserva en la versión de Tomasson, y Boada hace excelente y legible trabajo con él.
En los divertimentos, vemos un excelente manejo de sostén en “Francés” por Marie- Claire D’ Lyse, Kristina Lind y Jennifer Stahl; Dores André es hipnótica en “Árabe”, paseada por Daniel Deivison y Steven Morse –la mejor representación que recuerdo de esta versión–; Hansuke Yamamoto, Max Cauthorn y Esteban Hernandez entregan con altos honores la versión de “Russian”, coreografiada por Anatole Vilzak. Los bailarines estallan a través de los Huevos de Fabergén. Y el Grand Pas de Deux es una caja de música de teatro en miniatura de sí mismo, con Maria Kochetkova, perfectamente emparejado con Joan Boada, brillando en trajes dorado y cardenillo de Martin Pakledinaz.