Más que mostrar el talento de su propia compañía, el 16 de noviembre la gala del Ballet San Jose (BSJ) en el Center for the Performing Arts, reunió una galaxia de estrellas de las capitales de la danza, muy lejos de su hogar de Silicon Valley, para dar la bienvenida a su nuevo director artístico, José Manuel Carreño.
El evento comenzó con un desfile de los estudiantes de la escuela de BSJ, recientemente certificada para enseñar con el plan académico del American Ballet Theatre. La elección representa más que un gesto para honrar el futuro del ballet al reconocer a los estudiantes de hoy en día. La relación hermana con el ABT será reafirmada con planes para las coproducciones y la distribución de otros recursos previstos por las dos compañías.
Un pas de deux de Christopher Wheeldon “After the Rain” bailada por bailarines del New York City Ballet Rebecca Krohn y Ask La Cour introdujo el programa con una nota suave. Fue seguido por Ana Sophia Scheller y su partenaire Gonzálo García de NYCB, bailando el “Tchaikovsky Pas de Deux” con su gama completa de movimientos, tempi y variaciones expertamente entregados.
Un extracto de “Glow- Stop” del coreógrafo residente del Boston Ballet, Jorma Elo, desafió la compañía de San José para cumplir los requisitos de la coreografía no intuitiva y musicalmente temperamental de Elo. Los bailarines vestidos con trajes de color bordó, hicieron una demostración bastante espectacular.
A pesar de un conductor, que parecía tener el pie en un acelerador invisible, Gillian Murphy y Thomas Forster del ABT, ofrecen una fascinante pas de deux de“Cisne Negro”.
Uno de los momentos culminantes de la noche fue la presentación de Marcelo Gomes y Julie Kent del ABT de la escena del balcón de ” Romeo y Julieta”. Kent, con su ligereza, y Gomes, con su exuberancia siempre presente, pero nunca excesiva como para socavar la técnica y otros detalles que llevan a la relevancia artística.
Esto fue seguido por un magistral pas de deux de”El Corsario” por Adiarys Almeida y Joseph Gatti del ABT. Del NYCB, Joaquín de Luz pareció positivamente eufórico a bailar “Cinco variaciones sobre un tema” de David Fernández, que lo hizo jubilosamente y con brillante comunicación.
La pieza mejor recibida por el público, y con razón, fue el jugueteo diabólicamente difícil de George Balanchine en “Tarantella”, bailada por Megan Fairchild y el infatigable Daniel Ulbricht. Lorna Feijóo y Nelson Madrigal del Boston Ballet trajeron la sensibilidad de estilo y puesta en escena cubana, heredada en parte del Ballet Theatre, con su encantador pas de deux del segundo acto de “Giselle “.
Gomes regresó con la ultra -versátil y siempre elegante Misty Copeland a bailar “Sinatra Suite”. Del San Francisco Ballet, Maria Kochetkova y Taras Domitro hicieron un tour de force, con el Grand Pas de Deux del acto III de “Don Quijote”, la última pieza de la gala.
Cuando el telón cayó, quedó la sensación de que la compañía estaba verdadero momento de recuperación, después de haber resistido más de dos décadas de tormentas “geopolíticas”. El costo humano ha sido significativo, con dos directores artísticos (una no reconocida como tal) que llevaron el timón durante largos o cortos plazos y decisiones de elenco que causaron estragos entre los bailarines. A eso se suman gastos desmesurados en artistas invitados que parecen asombrosos cuando se considera el número de compañías de danza que han estado peleando por su subsistencia, o cuántas zapatillas de punta se hubieran podido comprar para el Ballet Nacional de Cuba.
Estos problemas representan dolores de crecimiento, pero rozado el espectro de violación de la confianza pública. Todo eso dio lugar a problemas de liderazgo artístico y relaciones de poder que, para ser justos, parecen estar alcanzando el punto máximo, no sólo a nivel local, sino en el mundo de la danza aquí en los Estados Unidos y en el extranjero.
Si pensamos de otra manera, tenemos que preguntarnos por qué una compañía de danza de tamaño mediano emprendería un enfoque de este tipo, lindando con los militares. Sólo tiene que dar la bienvenida a su ciudad a un nuevo y reconocido director en el mundo artístico.
La gala marcó una noche memorable, un buen presagio para el más distinguido miembro de la familia Carreño. No perdamos de vista, sin embargo, a quiénes y a cuántos han contribuido e incluso sacrificado para hacer posible una gala como esta, ya sea en San José, California, o La Habana, Cuba.