En los primeros programas de la corta temporada que el San Fracisco Ballet (SFB), dirigido por Helgi Tomasson, ha traido esta vez al Teatro David H. Koch, del Lincoln Center, parece haber golosinas para todos los gustos.
El segundo programa de la serie se componía de cuatro obras, todas estrenos neoyorquinos, de cuatro coreógrafos diferentes: “From Foreign Lands”, original de Sergei Ratmansky, lleva música de Moritz Moszkowski; en “Beaux”, de Mark Morris, el acompañamiento se debe a Bohuslav Martinú, a estos sigue “Classical Symphony” de Yuri Possokhov, sobre la conocida partitura de Sergei Prokofieff, terminando con “Symphonic Dances” de Edwaard Liang, que lleva otra conocida y muy gustada música de acompañamiento, de Sergei Rachmaninoff.
En la pieza de Ratmanski, seis países son representados. La coreografía de estos no establece ningún descubrimiento de pasos ni situaciones, solo alegría de vivir y bailar. Uno de los momentos de más atracción, por los saltos y pasos intrincados que lleva, fue interpretado por Pascal Molat en el espacio dedicado a Italia, al que acompañaban Dores André, Dana Genshaft y Sarah Van Patten.
Molat volvió a brillar en el espacio dedicado a España, esta vez secundado por Frances Chung, Van Patten y Gennadi Nedvigin. El conjunto entero, al final, representando varias naciones que incluían además Alemania, Polonia y Hungria, terminó la pieza en la escena. Brillo y alegría fue el consenso de los asistentes, a juzgar por los aplausos que dedicaron a todos los artistas.
Mark Morris siempre sorprende por la originalidad de sus coreografías, y en “Beaux”, no podía ser menos. Nueve bailarines, todos con leotards de tonos colores rosados, aparecen en la escena interpretando pasos clásicos, mezclados con poses modernas. Hay fraternidad entre los intérpretes, y solo un breve momento da señales de homosexualidad, pero es ligero y pronto termina con buen gusto y originalidad. Los sonidos de un clavicordio solista, a cargo de Bradley Moore, añaden misterio a la danza. El único telón de color en la escena, al fondo, muestra infinidad de brochazos en los misos tonos del vestuario. ¿Son nubes que imparten suavidad a la historia –si es que hay alguna–, o pétalos desgajados de una rosa? Cada cual que lo interprete como lo sienta.
“Classical Simphony” de Prokofieff, cuya música escogió Possokhov para su obra, ya fue usada anteriormente por otro coreógrafo, Antony Tudor, y su recuerdo aún perdura en la memoria. No obstante, no hay parecido alguno en la nueva. Possokhov elige tutús estilo plato para las intérpretes, y los hombres usan las indispensables mallas.
Belleza y clasicismo predominan en la obra, realizada con extrema precisión por las tres parejas de solistas, magníficos todos, que se nombram María Kochetkova junto al extraordinario Mansuke Yamamoto, Frances Chung va con Carlos Quenedit, y Dores André junto a Jaime García Castilla. Buenos intercambios y agrupaciones, y la labor estupenda de todo el reparto.
Para terminar la noche, “Simphonic Dances” de Liang, sobre la también admiradas y conocidas partituras de Rachmaninoff, llegó a la escena. El vestuario femenino, según los diseños de Mark Zappone es delicado: túnicas largas de telas transparentes, en color lila pálido para las solistas, y tono más subido para el coro.
Las parejas solistas, Yuan Yuan Tan, Sofiane Sylve, Kochetkova, Luke Ingham, Tiit Helimet y Vitor Luz tienen variaciones que pueden catalogarse como ensoñadoras, que son interpretadas en pareja. Las solistas femeninas también bailan con el coro femenino, en secuencias bellas cuando de espaldas al público, la solista, al centro del grupo levanta su ligera saya, conminando al Corps a que la siga. Ese movimiento en conjunto, las hace parecer mariposas brevemente; luego dejan caer las faldas lentamente, sugiriendo que las mariposas cerraban sus alas.
No obstante, en otros momentos muy repetidos, las solistas son arrastradas por el suelo por sus compañeros, tirándoles de las piernas. No deja de acudir a mi mente situaciones iguales que parecen van en busca de aplausos, y son usadas igualmente en el programa televisado en la actualidad que se titula “Dancing with the Stars”. Sin embargo, “Sinfonía” pareció complacer a todos, a juzgar por los innumerables aplausos que recibió.
La corta temporada del SFB, conjunto bien considerado entre el grupo de los más importantes de U.S.A., le quedan aún unos días de actuaciones que terminarán con “Cinderella”, un estreno mundial que lleva coreografía del aclamado Christopher Wheeldon. Una magnífica despedida que deja con ganas de ver a esta compañía con más frecuencia.