Celebrando su décimo aniversario, “Fall for Dance” volvió a traer a la escena del teatro City Center de Nueva York, programas diversos que durarán hasta el 5 de octubre, todos a precios reducidos.
Días antes, en el teatro Delacorte del Parque Central de N.Y. , se vieron dos programas respaldados por el Public Theatre de la ciudad, totalmente gratis para todo público. En todos ellos aparecieron infinidad de pequeños grupos, procedentes de importantes compañías locales y del extranjero, que llegaron a Nueva York a cooperar con el magnífico esfuerzo de atraer a un nuevo y joven público a conocer y gozar de la danza, en cualquiera de sus manifestaciones (clásica, neo-clásica, moderna, contenporánea o folklórica (incluido el hip-hop).
El éxito esperaba entre bastidores a cada uno de los trabajos que subieron a la escena, en especial los presentados en el City Center. Allí actuaron grupos disímiles provenientes de otras tantas compañías. Los programas, en su mayoría, no resultaron ser muy largos, abrigando en ellos a cuatro conjuntos en cada uno.
Al abrirse la cortina el primer día que asistí al City Center, estaban en escena cuatro intérpretes, representando al reputado American Ballet Theatre (ABT), para danzar “La Pavana del Moro”, obra de José Limón que data de 1949, sobre música de Henry Purcell. En ella actuaban Julie Kent, bailarina principal del ABT, en el rol de Desdémona; Otelo, viril y dominante, fue Francisco Ruvalcaba, en préstamo de la compañía de Limón, seguido de Iago, a cargo de Thomas Forster, miembro del ABT, cuya interpretación no sresultó ser tan demoníaca como la escribiera Shakespeare con su inimitable pluma.
Stella Abrera, solista también del ABT, fue la esposa de Iago, quien precipita la tragedia con el pañuelo blanco que causa el fin de la vida de la infeliz Desdémona. El vestuario, original de Pauline Lawrence, lucía muy apropiado para le época: brillantes tafetanes en las enorme faldas de las dos mujeres.
En el segundo turno, apareció en escena un solitario intérprete, el atractivo Colin Dunne, a quien acompañaban en la escena también, cuatro músicos (dos violines, una viola y un cello), en una pieza titulada “The Turn” (La vuelta), tocando ritmos totalmente irlandeses en las cuerdas. Dunne, subido en una mesa sobre la que a veces extendía una alfombra, zapateó a su gusto en estilo “Riverdance” (compañía de la cual procede), deteniéndose algunas veces después de los largos compases, para recobrar su aliento. Interesante para los que especialmente gustan de este llamativo arte.
Despés del único intermedio, el Ballet Hispánico hizo su aparición en una movida y hechizante pieza titulada “Sombrerísimo”, con coreografia de Annabelle López Ochoa, que utiliza música electrónica de la Banda Iónica, en las voces de Macao Loco y Titi Robin, además de varios artistas más
La novedosa coreografía, que incluía pasos de ballet, danza contemporánea y folklore latino, en especial (salsa), estuvo a cargo de ocho magníficos bailarines que jugaban con sus sombreros, tirándoselos unos a los otros, mientras desplegaban sus cualidades y habilidades para la danza. El premio fue una serie de numerosos aplausos, que deben ir dedicados no solo a la coreógrafa, sino en gran parte al flamante director de la compañía, Eduardo Vilaró. Y junto a él, también hay que destacar la labor del equipo de profesores, quienes han logrado adelantos estupendos en sus alumnos.
“Sombrerísimo” fue “lo mejor de la noche”, según opinión que se escuchó repetitivamente entre gran parte del público.
Para terminar, le llegó el turno al grupo Introdans, procedente de Holanda, con una larga y reconocida trayectoria a nivel internacional, y pieza clave en su país. El ensamble fue responsable de una coreografía del español Nacho Duato, ex director de la Compañía Nacional de Danza de España.
La obra, titulada “Sinfonía India”, de 1984, lleva música de Carlos Chávez. Las diez parejas mixtas que lo interpretaron, dieron lo mejor de sus respectivos estilos, convirtiendo la pieza en un buen cierre de programa.
La obra, basada en los rituales de sacrificio de los indios mexicanos, en la ofrenda al Sol de un corazón humano, tiene una fuerte demanda física y se presenta con códigos abstractos, sin un argumento específico.
“Fall for Dance” ya pronto termina sus funciones, dejando al público (joven en su mayoría) preparado para lo que se avecina en los próximos otoño e invierno, ambas estaciones muy prometedoras en materia de danza en Nueva York.
Con estos cinco programas y esta conunción de estilos, este encuentro con la danza merece celebración. Y, sin dudas, cabe felicitar a los patrocinadores y a todos los artistas, bailarines y coreógrafos, que brindaron su trabajo gratis para este loable esfuerzo conocido como “Fall for Dance”, que ya prepara una nueva programación para 2014.
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