Bilbao. Teatro Arriaga, 28 de abril de 1988. Se levanta por primera vez el telón para el Ballet de Víctor Ullate. Una fecha histórica para los aficionados a la danza en España. Gran parte de las actuales figuras del ballet español se formó y debutó como profesional con el maestro zaragozano.
A lo largo de estos años, por las filas del Víctor Ullate Ballet-Comunidad de Madrid (denominación adoptada en 1996), han desfilado nombres bien conocidos por los balletómanos como María Giménez, Igor Yebra, Tamara Rojo, Lucia Lacarra, Ángel Corella, Joaquín de Luz, Carlos López, Jesús Pastor, Carlos Pinillos o Itziar Mendizabal, entre otros. Con motivo de sus bodas de plata, varios de sus célebres ex alumnos se han reunido en una gran gala para homenajear a Víctor Ullate (Zaragoza, 1947). Y como era de esperar, la propia compañía del maestro se sumó a la celebración. Su voz en off fue la encargada de dar la bienvenida al público a esta velada especial, con unas cariñosas palabras dirigidas a su maestra María de Ávila; a su mentor, Maurice Béjart, y a su mano derecha, Eduardo Lao.
El Teatro Principal de Zaragoza acogió, en doble función, un espectáculo especial conmemorativo de los veinticinco años del Ballet de Víctor Ullate. Dividido en dos partes y con una duración de dos horas y media, la gala transitó del clásico hacia el contemporáneo. Los primeros bailarines de la Companhia Nacional de Bailado de Portugal Carlos Pinillos y Filipa Castro desgranaron los pormenores del “Cisne Negro”. El artista madrileño ejerció de apuesto príncipe Sigfrido, con una buena ejecución de saltos y correcto desarrollo de su papel de partenaire. Por el contrario, en el rol de Odile, Castro tuvo que enfrentarse con bravura al contratiempo de la inclinación del escenario en la tanda de fouettés.
El hijo adoptivo de Víctor Ullate, Josué, interpretó el solo “Quiebro”, creación de su padre. La pieza mostraba reminiscencias de otras épocas coreográficas con marcado acento español de Ullate y fue compuesta para la función en la que Josué recibió recientemente el Premio Positano. El tercero en escena fue, en cambio, el único bailarín activo del grupo que fundó la compañía en aquella mítica representación en Bilbao. Estrella del Ballet de la Ópera de Burdeos, Igor Yebra fue un excelente partenaire para Oxana Kucheruk, en el “Cisne Blanco”. Formada bajo los preceptos de la escuela rusa, Kucheruk, también estrella en la casa bordelesa, encarnó a una exquisita Odette, con apabullante y segura ejecución de los pasos del inmortal pas de deux.
Y cuando todo parecía estar previsto por el guión, saltó la sorpresa con Jacob Hernández, bailarín del Malandain Ballet Biarritz. En su momento, Víctor Ullate creó para Hernández el solo “Après toi” y el artista canario se entregó en cuerpo y alma en la interpretación de la pieza con solemne música de Beethoven y estudiada iluminación. Bella coreografía y mejor ejecución.
Los bailarines principales del Ballet de la Ópera de Munich Lucia Lacarra y Marlon Dino cerraron con broche de oro el primer acto. La premiadísima artista guipuzcoana escogió uno de sus roles favoritos para la ocasión: Margarita Gautier o lo que es lo mismo “La Dama de las Camelias”. Absolutamente desgarradora en la parte dramática, Lacarra bordó la coreografía de John Neumeier con una complejidad técnica importante y nutrida de dificultosos portés. Hay artistas tocados con una varita y Lacarra es una de ellas. Sus conmovedoras interpretaciones tienen el don de pellizcar la fibra sensible del espectador y emocionarlo. No en vano con este pas de deux, acaba de recibir el Gran Premio del Festival ‘Dance Open’ de San Petersburgo, el pasado abril.
Ser un animal escénico y actuar como tal, comporta muchas noches de gloria en el Olimpo de la danza y algún que otro día de tropiezo. Este último fue el caso de la segunda intervención de Igor Yebra en la gala. Abriendo la segunda parte, el bailarín bilbaíno se mostró rácano en la interpretación de “El Cisne”, basado en “La muerte del cisne” de Camille Saint-Saëns. Para quienes han disfrutado de los últimos estertores del ánade en su máxima expresión, en esta ocasión, la interpretación de Yebra supo a poco.
Fuerza, intensidad y expresividad fueron las cualidades de “Cantata”, coreografía de Mauro Bigonzetti con sabor y color italianos, bailada con entrega por Carlos Pinillos y Filipa Castro. Integrante del Ballet de la Ópera de Lyon, Rut Miró llevó a escena “Tras el espejo”, pieza con dos partes diferenciadas: solo de interminable bata de cola y solista con cuerpo de baile, todo ello con un marcado acento español.
En su segunda intervención, Lucia Lacarra mostró una faceta muy diferente a la habitual: “Two times two”, coreografía de Russell Maliphant, absolutamente contemporánea. Como era de rigor, la gala especial fue cerrada por el Víctor Ullate Ballet-Comunidad de Madrid, con la obra “Bolero”, estrenada el pasado mes de julio. Muy influenciado por su etapa con Béjart, la coreografía del maestro zaragozano se centra en el binomio hombre-mujer, en una escena ambientada en los años del charlestón.
Entregado desde el primer instante, el público premió a Ullate, a sus distinguidos invitados y a su compañía, con una ovación de diez minutos. El telón se elevó incluso en dos ocasiones. Sin duda, unas bodas de plata sumamente aplaudidas.