Este insuperable ballet –considerado el clasicismo académico por excelencia– fue estrenado en 1890. Pyotr Ilyich Tchaikowsky trabajó con el coreógrafo Marius Petipa (y Lev Ivanov), para formar ese trío magistral que incluye “El Cascanueces”, en 1892, y “El Lago de los Cisnes”, en 1895.
Las obras maestras no deben tocarse, como no sea para mejorarlas; lamentablemente, pocas veces el resultado final suele ser totalmente satisfactorio, o como en este caso sucede, después de verla más de una vez.
“La Bella Durmiente”, según la versión de 2005, se debe a Kevin McKenzie, director artístico del American Ballet Theatre (ABT), junto a Gelsey Kirkland y Michael Chernov. No mucho han podido hacer por ella los magníficos intérpretes de la compañía, todos bailarines de primererísima categoría, incluido el estupendo cuerpo de baile, especialmente el femenino.
Por haber cancelado sus actuaciones la bailarina Alina Cojocaru, fue contratada la rusa Maria Kochetkova, importada del Ballet de San Francisco donde es primera figura, para desempeñar el ansiado rol de la princesa Aurora. Kochetkova resultó una magnífica compañera para el imponderable Herman Cornejo. Menuda como él, lo que más impresiona de su baile es su musicalidad, y la exactitud de sus terminaciones.
¿Qué añadir a lo que ya se ha escrito en múltiples ocasiones de Cornejo? Solo terciar en su elegante estilo, donde no hubo ningún truco para sorprender al público o ganarse los aplausos.
No obstante, hubo una inesperada sorpresa: Ivan Vasiliev apareció como el Pájaro Azul, con Isabella Boylston como la Princesa Florine. El potente Vasiliev, con sus extraordinarias piernas para surcar el escenario, igual que sus vueltas como si fuera un trompo, hizo alardes de potencia una vez más, saliéndose de las restricciones que impone el más correcto clasicismo. Ver después a Cornejo en la Coda del Grand Pas de Deux final, fue como beber un refrescante y delicado néctar.
Ahora, solo resta esperar hasta el otoño, donde la compañía se prepara a ofrecer una corta temporada en la “casa de Balanchine”, el teatro Koch del Lincoln Center.