Con ovaciones de agradecimiento eterno de sus discípulos, familiares, amigos, directores de compañías de danza, premios nacionales de danza, fue despedido Fernando Alonso en viaje a su última morada bajo la tierra que le vio nacer y a la que aportó un legado intelectual que todavía no ha sido reconocido en suficiente medida y profundidad.
El maestro de ballet Fernando Alonso falleció en La Habana el pasado sábado, 27 de julio a los 98 años (en diciembre cumpliría sus 99), según fuentes cercanas a su familia, de un paro respiratorio a las 3pm, como consecuencia de una parálisis renal en el hospital de cardiología donde fue ingresado de urgencia. Su salud se vio debilitada, días previos, tras los intentos de recuperarse de la operación de fractura de una cadera debido a una caída en su hogar habanero.
Una sobria capilla ardiente fue montada, con toda emergencia, en el vasto vestíbulo de la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, donde fue colocado el féretro metálico que guardaba los restos mortales del insigne intelectual cubano, arropado por la bandera nacional y cubierto de miles de flores enviadas por sus seres queridos, bailarines, discípulos de la escuela nacional, altas autoridades del gobierno y de las instituciones culturales del país, de ex bailarines, de los artistas cubanos de la danza que laboran en el extranjero, los amantes del ballet, pueblo en general, que acudió continuadamente las cuarenta horas que fue velado allí.
(Alicia Alonso, como es conocido, no asiste a funerales, eso sí, envió su ofrenda floral de hermosas rosas blancas, con una cinta donde se leía: “A Fernando…De Alicia”).
Fernando Alonso nació de cuna acomodada y culta, su madre Laura Rayneri, descendiente de italianos, fue destacada pianista y presidente varios años de la Sociedad Pro Arte musical, quien le inculcó a su hijo el estudio del violín, y luego, junto con la que sería su esposa y eximia diva del ballet cubano Alicia Alonso, los enviaría a estudiar ballet a los Estados Unidos, con el objetivo de llegar al profesionalismo. Durante el velatorio, allí estuvo la música. El notable coro femenino juvenil Vocal Luna y el Conjunto de violines del conservatorio elemental Manuel Saumell se alternaron durante media hora con un repertorio de música sacra barroca y las páginas del siglo XIX cubano que más gustaban al difunto patriarca del ballet cubano.
Las honras fúnebres concluyeron en la mayor necrópolis habanera, la de Colón, con el texto de despedida de duelo leído por el actor Carlos Padrón, presidente de la Asociación de Artistas Escénicos de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (su presidente, el premio nacional de literatura Miguel Barnet, se encontraba fuera del país entonces). Con emocionadas y pertinentes frases, Padrón significó que “(Fernando Alonso) se nos había convertido en constante multiplicador de sueños (…), con un saber acumulado más allá de razones históricas, artísticas, técnicas en la Isla”. Dejó una impronta imperecedera “que solo logran los imprescindibles. Tendrá para siempre –concluyó-, esa categoría que pocos alcanzan: la de Maestro de maestros”.
Así reverenciamos al indiscutible “Padre de la danza cubana”, quien nos ha legado la inmensa obra que conocemos. Sus eminentes discípulas, Loipa Araujo y Aurora Bosch, dos de las llamadas Cuatro Joyas del Ballet cubano, enviaron un texto sentido y emocionante desde los países lejanos donde ejercen sus profesiones de maestras de ballet, leído allí con lágrimas en los ojos por la ex bailarina y destacada ballet mistress internacional Menia Martínez, que finalizaba con un ¡Muchas gracias, Maestro Fernando!
Los que tuvimos el inmenso honor de conocer a Fernando Alonso y de recibir su enseñanza estaremos siempre de luto en lo que a él se refiere, como lo estarà el Ballet Cubano, que sin él nunca hubiera existido. Fernando era en sí algo tan extraordinario que es dificilísimo intentar describirlo. Maestro sin par, pedagogo sabio y atento, director de ensayos inigualable, tanta era la competencia y la elegancia de sus correcciones. Todos hubiéramos querido que llegara a 100 años, que hubiera vivido un siglo completo. Su desaparición déjà un enorme vacío en el horizonte artistico cubano. Pero lo importante, lo optimista es que todos sabemos que nunca lo olvidaremos, que su recuerdo vivirà siempre entre todos los que lo conocimos. No podemos decir “descanse en paz” porque él, donde esté, nunca estarà inactivo: su razón de ser fue siempre la actividad, el dinamismo. Fernando serà siempre un hito en la vida artística cubana, lo eterno en la eternidad.
Creo que Cuba perdió un grande del ballet, la educación y de lo más valioso que ha enngendrado esta Patria. Viva Fernando!!!