Hilda Riveros, una de las más destacadas coreógrafas de Hispanoamérica, murió en Santiago de Chile a consecuencia de una larga y penosa enfermedad. Luego de una exitosa carrera como bailarina, en calidad de primera figura del Ballet de Santiago de Chile, se radicó en Cuba entre 1978 y 1991, año en el que regresó a su Chile natal.
Realizó sus estudios en la Escuela de Danza de la Universidad de Chile, bajo la dirección de destacados profesores, entre ellos Rudolf Pesch, Sigurd Leeder, Ernst Uthoff, Lola Botka y Patricio Bunster.
Su carrera profesional, iniciada en 1955, la llevó a convertirse en primera bailarina del Ballet Nacional Chileno, donde trabajó bajo la dirección de eminentes coreógrafos y profesores. De forma paralela a su labor como bailarina desarrolló en Chile una importante actividad coreográfica para varios grupos de danza, entre ellos: Ballet Las Condes, el Ballet Nacional Chileno, el Teatro de la Universidad de Chile y el Taller de Coreografía de la Escuela de Danza. En 1972, tras el golpe fascista que derrocó el gobierno del presidente Allende, se vio obligada a abandonar su país.
Radicada en Perú, entre 1974 y 1978 fue allí directora, profesora, coreógrafa y primera figura del Ballet de Cámara, con sede en Lima; profesora de Expresión Corporal en la Escuela Nacional de Teatro y coreógrafa de diferentes compañías teatrales y Canales de Televisión.
Desde 1978 integró el elenco del Ballet Nacional de Cuba, en el que desplegó un valioso trabajo como creadora e intérprete. Para esta compañía, además de numerosas reposiciones, creó La tierra combatiente (1978); Obsesión, Fandango, Evasión, Pedestal para nadie (1980); En el sitio de tu sombra, Por vivir, El original pecado (1981); Gitana, Liquidación de sueños, El mandarín maravilloso (1982); Positrón Nn (1983); Enlace, Girasol, Do-Re-Mi, El reto, Sin embargo amanece, Novia fugitiva del océano (1984); Palomas (1985) y El camino recto (1986), entre otras. Especialmente para Alicia Alonso, creó en 1988, el ballet Jardín, inspirado en la novela homónima de Dulce María Loynaz.
Su labor pedagógica se extendió también a la Escuela Nacional de Arte de Cuba, a los Cursos de Verano de la Escuela Palucca, al Ballet de Dresde, en la República Democrática Alemana, Danza Contemporánea de Cámara de Nicaragua y al Ballet Ecuatoriano de Cámara. Fue directora del grupo de danza contemporánea Milenio 2000, de la Facultad de Arte de la Universidad de Chile.