En la introducción al programa de mano, Élisabeth Platel, directora de la Escuela, escribió que todas las cuatro obras presentadas necesitan “una coordinación particular y un rigor en el épaulement que proviene directamente de la danza barroca”. Esto es, el origen del “código académico” con Louis XIV.
Sylvie Jacq-Mioche, quien enseña la historia de la danza en la Escuela, apunta, también en el programa de mano, que tras Pierre Beauchamps (el maestro de Louis XIV a quien el monarca le encargó la codificación en la Academia Real de Danza, a partir de 1661), la descendencia de maîtres de ballet comienza a diseñar lo que se llama “escuela francesa”. “El trabajo se disfraza con elegancia retenida, el esfuerzo se oculta bajo la apariencia de lo natural, la marca sensible de lo innato aristócrata. A medida que se produce el aburguesamiento de la sociedad, a partir de finales del siglo XVIII, la danza ‘seria’ o ‘noble’ se tiñe con lo demi-caractère, más abiertamente virtuoso. No obstante, los profesores exigen siempre a sus alumnos el acabado del movimiento, la rapidez elocuente de la parte inferior de la pierna, el rigor en la intención. La Escuela no ha dejado de impregnar a sus alumnos con este estilo reconocible”.
Y como los maestros franceses expandieron su arte en Europa (por ejemplo: Noverre, Didelot, Perrot, Saint-Léon, Petipa, los Bournonville), Sylvie Jacq-Mioche concluye con esta frase: “Así, podemos decir que la danza clásica, con sus rostros en la actualidad múltiples, extrae su esencia común de los deseos de una gran rey”.
En el artículo “Vean como Francia baila” de Ariane Bavelier, aparecido en Le Figaro el pasado 8 de abril, es cuestión de si la escuela francesa de ballet es el último emblema de una pericia típicamente nacional. Bavelier expresa que el estilo francés en la danza clásica se señala por: “su elegancia, el trabajo de la parte inferior de las piernas, el contacto con el suelo, la precisión y el cincelado del detalle, el aspecto aristocrático del cuerpo, el port de tête, la inteligencia del pie, el deseo de no aparecer ligado a la tierra como el común de los mortales. Y la corrección, también”.