El invierno se ha hecho muy largo, sin embargo, en la temporada anual de Paul Taylor Dance Company, en el amplio escenario del teatro Koch del Lincoln Center, siempre aparece alguna estampa primaveral, muy necesaria para levantar el espíritu de los neoyorquinos.
En ella, Paul Taylor, como en años anteriores, incluye estrenos además de reposiciones, entre estos últimos, los trabajos que más han sido aplaudidos a través de los años. El conjunto solo cuenta con 16 bailarines, entre los que aparecen algunas figuras como Michael Trusnovec, fiel miembro de la compañía desde 1998, que esa noche apareció en las tres obras presentadas.
El programa dio comienzo con “Scudorama”, compuesta en l963 y basada en un corto poema de Dante. Usa como música una partitura compuesta al efecto por Clarence Jackson. Los sonidos, bastante disonantes y ruidosos a veces, igual que los extraños movimientos sobre la escena, tal vez hayan causado inquietud en la época de su creación.
Taylor fue uno de los innovadores, por incluir en sus trabajos a bailarines que ruedan por los suelos. Hoy día eso se acepta hasta en las obras clásicas. No obstante, el resultado total en el presente, no es totalmente positivo.
La pieza siguiente, “Perpetual Dawn”, estrenada en esta temporada, basa la inspiración de Taylor en una corta estrofa de Emily Dickinson, que ofrece una estampa situada en un espacio abierto, evocando quizás la primavera que en este hemisferio demora mucho en llegar.
La hechicera Amy Young, flirtea y a veces se burla de Trusnovec, en un intercambio de coquetos ademanes, a los compases de los bellos Dresden Concerti, original de J.D. Heinichen. Las bailarinas visten amplias sayas al estilo campesino, según diseños de Santo Loquasto, responsable también por los telones. Un verdadero regalo para el espíritu.
La velada terminó con “Brandenburghs” (1988), de fácil reconocimiento, por los magistrales compases del inmenso Johann Sebastian Bach (todas las piezas van acompañadas por grabaciones electrónicas). Los diseños de vestuario, originales una vez más de Loquasto –en negro para hombres y mujeres, llevando un hombro y la espalda al descubierto –, son muy apropiados para la seriedad de la música y la coreografía.
Aquí Taylor utiliza un trío de egregias intérpretes que incluyen a la atractiva Young, junto a Parisa Khobdeh y Eran Bugge, así como un solista masculino, el arrogante Trusnovec, que domina la escena en cuanto aparece en ella.
Las tres bailarinas, con Young a la cabeza, se envuelven en los brazos de manera fascinante, para luego abrirlos, igual que el resto del conjunto, y situarlos en alto, Este movimiento parece ser la contraseña que señala a Taylor siempre como autor. Por otra parte, el grupo de bailarines no puede ser más ágil y bien entrenado, marcando los exactos compases de Bach con total musicalidad. Una presentación exacta y bien concebida, digna de todo encomio.
La temporada se prolonga hasta marzo 24, aunque es de esperar que se extienda más para deleite de los que prefieren trabajos como los de Taylor: contemporáneos, pero del mejor buen gusto y novedad.