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El Ballet Nacional de Cuba (BNC), el buque insignia de la danza académica de la mayor de las Antillas, muestra sus credenciales en los albores del nuevo año. Tras concluir varias representaciones de su antigua producción de “El cascanueces”, en su sede habitual del Gran Teatro de La Habana, ahora cerrado por remodelaciones, presentó un repertorio mixto en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, que se convierte en su sede temporal.
En esta ocasión, debutaron con obras de su repertorio activo y pasivo, tanto las creadas por corógrafos nacionales como foráneos, que permitieron justipreciar las potencialidades de los talentos emergentes, entre los bailarines promovidos a rangos superiores.
La apertura del programa con “La siesta de un fauno” fue la más afortunada, tanto por la elección de la pieza como por la entrega artística de sus intérpretes como por su producción escénica, a partir de los figurines originales. Esta controvertida creación del célebre Vaslav Nijinsky sobre el poema homónimo de Stéphane Mallarmé –estrenada en mayo de 1912–, fue la primera obra del programa inaugural del entonces Ballet Alicia Alonso, el 28 de octubre de 1948, cuyo protagonista fue el notable bailarín ucraniano Igor Youskévitch.
Esta vez, las siete ninfas fueron bailadas por bellas y juveniles bailarinas del cuerpo de baile del BNC, con una sincera entrega pero alejadas todavía de las particularidades del estilo hierático requerido y de las complejidades gestuales inherentes. El fauno contó con un eficaz desempeño por parte del solista Alejandro Silva, especialmente en el aspecto dramático-erótico del polémico final en los días de su estreno parisino, así como la incorporación más clara de sus anti-balléticas posturas, conseguidas gracias a los consejos recibidos por el notable bailarín italiano Toni Candelero, considerado uno de los mejores intérpretes de este rol en los finales de la pasada centuria.
Las obras escogidas, no todas con el mismo grado de excelencia de parte del cuerpo de baile, revelaron, por ejemplo, el sostenido talento histriónico de Ernesto Díaz, un bailarín dentro de la clasificación del démi-character, en la cómica pieza de Alonso “La commedia est danzata”, ballet d´action con recursos de la llamada Commedia dell’ Arte.
Igualmente, fue posible observar los progresos de otros jóvenes bailarines y bailarinas en papeles generalmente destinados a los principales, al tiempo que alternaban en los pas de deux (caballos de batalla habituales en las galas de ballet), difíciles y generosos por su brillante virtuosismo técnico, tales como “Diana y Acteón”, “El Corsario”, “Don Quijote”, “Cisne negro”, siempre en las versiones de Alicia Alonso.
Así también se presentó el dúo de reciente estreno, “Double Bounce”, del canadiense Peter Quanz (nuevo favorito de la audiencia cubana), o la reposición de “Flora”, ballet en un acto para siete bailarinas, del coreógrafo cubano residente en México, Gustavo Herrera. Obra inspirada en una serie de retratos femeninos dentro de la obra pictórica de René Portocarrero, uno de los más importantes artistas de la plástica nacional del siglo XX. Teniendo en cuenta las referencias de las excelentes interpretaciones por elencos precedentes, todavía no era el momento justo para estas chicas, a pesar de su exquisito esfuerzo.
Todo lo presentado permitió apreciaciones valoradas por su urgencia, con entregas más o menos significativas de José Losada, Amaya Rodríguez, Víctor Estévez, Verónica Corveas, Jessie Domínguez, Arian Molina, Gabriela Lugo, Arianni Martín, Estheysis Menéndez o Dayesi Torriente, que enriquecen el firmamento del ballet nacional en el desempeño de papeles de mayor envergadura: en lo técnico, lo musical y en lo interpretativo. Lo cual compulsa a sugerir, una mayor exigencia vigilante en la disciplina de los conjuntos. Y en lo individual: la limpieza en los pasos y sus encadenamientos, los “placements”, los empeines (particularmente en el sector masculino), el rigor de las quintas y de la línea (arabesques y attitudes).
Las ovaciones de una buena parte del público y las crónicas mediáticas apologéticas no benefician en nada al desarrollo correcto de las individualidades en un futuro inmediato o mediato: los grandes saltos, los múltiples y veloces giros, las impresionantes baterías, los balances o equilibrios desafiantes, todo eso está allí, para confirmar la alta calificación y cualificación de la escuela cubana. Prueba de ello, la actuación de Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Yanela Piñera, Grettel Morejón, Dani Hernández, Osiel Gounod, para sólo señalar los más descollantes.
Momento justo para ballets como Flora y La siesta de un fauno, se conviertieron en la novedad de la corta temporada.
Llamando a la atención las floras presentadas por las primeras bailarinas Sadaise Arencibia (Violeta) , Anette Delgado (Azul) las bailarinas principales Verónica Corveas (Naranja) y Gretel Morejón (Amarilla) y la primera solista Lissi Báez (Roja), estas dos últimas bailarinas mas noveles, todas ellas dejaron grata imagen de sus interpretaciones respectivas, elenco a tener en cuenta en y que son a nuestros ojos la actuales floras y en lo adelante , dignas de las que le precedieron, aquellas que referencia el autor de este artículo. Aqui apreciamos la combinación de un elenco experimentado y novel a la vez.
Impresión positiva marcó con su desempeño Alejandro Silva, en su rol del fauno .
Las nuevas caras se agradecen en el ruedo.