El Kennedy Center de Washington DC cambió su fisonomía por dos semanas. Inmensas instalaciones de camisas colgando sugerían velas de barcos y se desplegaban en los dos corredores principales del edificio, el hall de los estados y el de las naciones. Durante el Nordic Cool festival, que terminó el domingo 17 de marzo, se presentaron las más diversas propuestas artísticas. Juegos para niños, diseños arquitectónicos, gastronomía, teatro y danza de los países nórdicos.
El ultimo programa de danza, llevó a escena en el Eisenhower Theater a la compañía sueca GoteborgsOperans Danskompani, agrupación que pertenece a la Goteborg Opera. La compañía, que originalmente trabajaba en técnicas clásicas y contemporáneas, desde 2008 cambió de rumbo y se focalizó específicamente en danza contemporánea.
El programa, integrado por tres obras de diferentes coreógrafos, mostró consistencia estética aunque en cierta medida, los planteos coreográficos se tornaron repetitivos y semejantes. Con una sólida troupe de bailarines, la compañía comenzó con “Beethoven’s32 Variations”, del sueco Örjam Andersson, con piano en vivo, maravillosamente ejecutado por Joakim Kallhed.
La obra se convierte en una exploración de las posibilidades del cuerpo en su más acabada expresión, en la que dúos, tríos y trabajos grupales desafían el espacio entre el sonido y el silencio. Un silencio que descubre a su vez el ritmo de esos cuerpos que se desplazan, se mueven, se conectan unos con otros. El vestuario, en tonos ocres, deja lugar solo al movimiento y a una suerte de lenguaje improvisado, deliberadamente controlado.
Cuando las luces del escenario se apagan, solo una luz vertical se refleja sobre una enorme pantalla de metal que gira, se detiene, vuelve a girar como si el tiempo, las emociones, los espacios se detuvieran por momentos. “OreloB” del coreógra finladés Kenneth Kvarnstrom, inspirada en “Bolero”, de Maurice Ravel, utiliza algunos compases de la obra como leit motiv para un despliegue físico intenso, en el que los bailarines, en trajes de color marrón, con una fuerte impronta expresionista decadente, se desplazan en el escenario movidos por música electroacústica de Jukka Rintamaki.
Solos, pas de deux, tríos y escasas intervenciones grupales van hilando esta trama casi nihilista. Los movimientos se tornan obsesivos en estos cinco bailarines que logran desmenuzar texturas creando diferentes climas, sutiles, vastos, en los que los giros, los saltos y el contacto físico entre inspira situaciones emocionales diversas.
La música por momentos ensordece hasta llegar a su punto máximo, para luego ir muriendo en un solo donde una bailarina juega con una lluvia ficticia que semeja agua verdadera. Mientras, la música se apaga.
“Your Passion Is Pure Joy to Me”, de Stijn Celis, una obra simple, sin metamensajes ni extravagancias, inspirada en las canciones de Nick Cave, pasajes de Pierre Boulez, Gonzalo Rubalcaba y Krzysztof Penderecki, mostró a los bailarines en ropa de calle, en una obra que parecía hecha de improvisaciones y pasajes circunstanciales.
Con una estructura coreográfica intrascendente, el coreógrafo belga, pone a los bailarines en situaciones repetitivas, que no conducen a un discurso consistente. Solo los movimientos parecen tener un por qué en su repetición. Largas caminatas, carreras en escena, efectos de contact dance, se combinan con secuencias en dúos, tríos y trabajos grupales que parecen no tener definición ni rumbo. Quizás, solo se trata de encontrar espacios, poses, movimientos que provoquen placer, compartido o en soledad.
No obstante, y a pesar de una obra poco afortunada para el final, la compañía sueca dirigida por Adolphe Binder mostró su alto nivel de danza y su sólida formación en este encuentro que deja abierta la puerta para ver más de las intensas nieves del norte.