Nuevamente, la compañía DanzaAbierta, fundada por Marianela Boán y dirigida por Guido Gali, se presenta en la capital cubana con “Showroom”, una pieza de la coreógrafa catalana afincada en Cuba hace poco más de un lustro, Susana Pous, que retorna de una exitosa gira por la región caribeña. Aunque no supera la creatividad lograda con su precedente laureada obra, “MalSon”, este es un espectáculo de danza-teatro delicioso e inteligente con una puesta en escena que se disfruta, tanto por los aportes sonoros de su pareja en la vida y en el arte, el compositor y cantante XAlfonso, junto con el conjunto de rock cubano Síntesis, así como los puntuales fragmentos de congas populares, como por el rutilante y efectista vestuario diseñado por Paus y Gali.
La puesta en escena -que vimos en su estreno a principios del presente año-, ha sufrido cambios y ajustes que redundaron en beneficios, al trasladarse a un escenario de dimensiones más reducidas, ahora en la sala del renovado complejo teatral “Raquel Revuelta” (bautizado con el nombre de una relevante actriz cubana recientemente fallecida) en la barriada de El Vedado, que posee también una serie de recursos técnicos más eficaces para los diseños de luces.
Con sus seis bien entrenados bailarines (cuatro chicas y dos muchachos), con estupendo nivel físico y bien articulados movimientos, y el suplemento de contar con una destacada bailarina también cancionera, en este caso Maylín Castillo, mostrando su hilarante ductilidad en su interpretación, Pous estructura esta danza-teatro con marcados propósitos que no siempre pueden resultar claros para todos. ¿Qué pretende comunicar? Algunos podrían adjudicarle la etiqueta de “superficial”, “frívola”´o el “déjá vu”. Otros gozarán de su inteligente dramaturgia psico-cómica. En ella, los bailarines-actores, como personajes de duales y de ambiguas interpretaciones, pasan de un lado a otro de un ingenioso telón-practicable que ellos mismos manejan, hechos en telas plateadas y oropeles drapeados en terciopelo, como los típicos de la escena de un lujoso cabaret.
La coreógrafa los confronta entre sí, a veces violentamente, para mostrar sus angustias individuales y sus rivalidades artísticas, sus frustraciones o sus logros. Para ello, se vale de una deconstrucción de pasos y figuras de danzas callejeras, o populares de salón, como la conga o la rumba, con lo cual consigue efectos visuales sorpresivos. Con los cambios de vestuario “a la vista del público”, figurines que siguen la impronta de una Carmen Miranda en sus filmes, o las rutinas sensuales y eróticas, sin llegar a la vulgaridad, de las espléndidas coristas criollas del famoso cabaret habanero “Tropicana”. Una exposición descarnada, en poco más de una hora, de lo que sucede realmente entre bambalinas, y su traslación metamorfoseada al llamado mundo del “make believe”.