José Carlos Martínez (Cartagena, 1969) escogió una pequeña selección de obras de Jirí Kylián (Praga, 1947) en su segundo programa al frente de la Compañía Nacional de Danza (CND) de España. El cartagenero se decantó por un trío de ballets de diferentes épocas –años 70, 90 y primera década del siglo XXI-, gracias a lo que el espectador pudo apreciar la evolución del lenguaje coreográfico de Kylián, así como el desarrollo de su imaginario en cuanto a la puesta en escena. De entrada, contar con dos reconocidas obras maestras como “Sinfonía de los Salmos” (1978) y “Petite mort” (1991) ya era un aliciente, así como una apuesta segura por la calidad realizada por el director de la CND. “Sleepless” (2004) redondeó aún más el programa, lo que contribuyó a crear una velada muy agradable para el espectador.
Distribuidas en orden contrario al cronológico, el espectáculo se abrió con la interpretación de “Sleepless”, creada por el maestro Kylián para la formación junior Nederlands Dans Theater (NDT) II. La obra del artista argentino Lucio Fontana (1899-1968), cuya característica eran las telas recortadas mezcladas con múltiples elementos denominadas ‘quanta’, fue el punto de inspiración para el creador checo. “Sleepless” muestra un inmenso lienzo en blanco, dispuesto en diagonal, por cuyas incisiones emerge el sexteto de bailarines que forma parte de la pieza. En cierta forma, es como si la pintura superara la ausencia de perspectiva y pudiera convertirse en un espejo bidimensional con mayor trasfondo de lo aparentemente representado en el cuadro. La iluminación, muy sobria, juega a crear sombras chinescas con las figuras de los bailarines situados frente al lienzo. Si la plasticidad es una característica definitoria de todo trabajo de Kylián, en esta danza pictórica, aún más.
La segunda obra de la noche fue “Petite mort”, convertida en una pieza significada en la producción de Kylián y ampliamente exportada a otras formaciones de todo el mundo, habiendo sido montada por la CND en 1995. Creada al abrigo de la celebración del segundo centenario de la muerte de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) dentro del Festival de Salzburgo, “Petite mort” reúne en escena a seis bailarines, seis bailarinas y seis floretes. En lenguas como el francés o el árabe, ‘petit mort’, ‘la pequeña muerte’, es un circunloquio para referirse al orgasmo.
Siempre desde la perspectiva de la genialidad kyliana, la obra está cargada de escenas que hablan de sexualidad, insensatez, vulnerabilidad, agresión, energía y silencio, pasadas por el tamiz de la sutil ironía del checo. Con su acentuado sentido esteticista, este ballet ofrece imágenes inolvidables como la danza del elenco masculino con sus floretes, una suerte de paso a dos entre el hombre y la espada, o el sexteto femenino moviéndose como si flotara por el escenario con los maniquíes de los miriñaques. Además de ello, bellísimos pasos a dos con una musicalidad muy precisa. Todo ello sobre dos conciertos para piano de Mozart. “Petite mort” es una exquisitez de ballet y un verdadero compendio de la genialidad de Kylián. Eso sí, algún intérprete de la CND estuvo un poco reñido con la musicalidad y anduvo luchando contra el tiempo en su ejecución coreográfica. Una pequeña mácula.
. A partir de la música homónima de Igor Stravinsky (1882-1971), Kylián completa el salmo que pide que se alabe al Señor a través de la danza. Pero su visión no es unívoca, sino, mediante diversos símbolos, recuerda a las grandes religiones monoteístas. La escenografía se compone de una inmensa colección de alfombras colgadas como pared de fondo –que bien pudieran estar emparentadas con la religión islámica- y unos reclinatorios cristianos, situados sobre el escenario en forma de ele. Como una especie de lamento compartido, los bailarines transmiten un desasosiego interior por su constante lucha al caer y volver a elevarse, por los avatares de la vida. De tono místico, “Sinfonía de los Salmos” muestra las primeras claves de lo que sería el devenir creativo de Kylián, uno de los coreógrafos más importantes del último cuarto del siglo XX, director e icono del Nederlands Dans Theater (NDT) durante veinticinco años.
Con “Una noche con Kylián”, José Carlos Martínez demuestra su inteligencia por apostar por un trabajo ya validado ante público y crítica, creado por un genio de la coreografía de que gusta y cuyo lenguaje es muy cercano a muchos miembros de la actual CND. No hay que olvidar que dos de las tres obras ya formaban parte del repertorio de la compañía española hace más de una década. Finalizando su primera temporada al frente de la CND, Martínez continúa llevando a cabo su hoja de ruta. La estrechez presupuestaria se ha impuesto por encima de los planes y deseos del Ministerio.
La próxima audición de bailarines para la formación española, prevista en breves fechas, le proporcionará a Martínez bailarines más cercanos a su plan de abrir la CND a estilos como el clásico y neoclásico. Mientras tanto, el cartagenero está cumpliendo con su idea de presentar ante el público español el trabajo de los grandes coreógrafos contemporáneos, empezando como el genio Jirí Kylián. Cinco minutos de entusiastas aplausos en el Teatro de la Zarzuela de Madrid ratificaron la apuesta segura de Martínez por la calidad.
Hola a todos,
Yo pude acudir a ver este espectáculo la noche del estreno, supongo que con el paso de los días los bailarines han mejorado en su ejecutoria, pero este día, a excepción de la primera pieza, “Sleepless” tanto “Petit mort” como “Sinfonía de los salmos” fueron mal bailadas. Algunos danzarines parecían bailar sin pasión o con falta de fe.
Mención aparte del error en el saludo al auditorio tras la segunda pieza.
Como ya dije al principio, seguro que han mejorado en postreros días, pero el sábado 16 no parecía que estuviéramos viendo a la CND