La presentación de la nueva etapa de la Compañía Nacional de Danza (CND) con José Carlos Martínez (Cartagena, 1969) al frente supuso toda una declaración de intenciones sobre el nuevo rumbo de la formación. Tras veinte años bajo la dirección de Nacho Duato (Valencia, 1957) y con la interinidad de Hervé Palito, Martínez, ex étoile del Ballet de la Ópera de Paris, ha asumido la tarea titánica de reconvertir la filosofía, principios y repertorio del grupo. Entre sus líneas de actuación figuran como ejes cardinales aspectos tales como dar una oportunidad a los nuevos coreógrafos españoles, presentar obras de los grandes coreógrafos mundiales ante el público español e ir abriendo el abanico de posibilidades y estilos hacia el neoclásico. De esta manera, el programa inaugural de la nueva etapa, “Work in progress”, respondió a las premisas de Martínez.
A modo de apertura, Alejandro Cerrudo (Madrid, 1980), bailarín y coreógrafo residente de la Hubbard Street Dance Company de Chicago, debutó en casa con la obra “Extremely close” (2008). La música de piano de Philip Glass y Dustin O’Halloran crea una atmósfera de imperturbable serenidad, mientras que la pieza de Cerrudo trata de la proximidad y lejanía entre seres humanos, aún hallándose cerca físicamente. En composiciones de dúos, tríos o cuartetos hasta completar un octeto de bailarines, la coreografía es una especie de perpetuum mobile, dividida en pequeños instantes con aroma a tiempo detenido. Varios paneles móviles se desplazan constantemente creando diferentes espacios escénicos, a la par que una lluvia de plumas se precipita y construye un suave y mullido lecho para que los bailarines ejecuten movimientos precisos y ralentizados. La obra delata la juventud de Cerrudo en el ámbito compositivo, así como la fuerte raigambre de los conocimientos extraídos en su etapa en el Nederlands Dans Theater (NDT) 2.
El guiño hacia el mundo de lo clásico vino de la mano de “El espectro de la rosa” (1993), en una lectura libre y casi apócrifa del original (1911) de los Ballets Rusos de Diaghilev. Michel Fokine firmó el paso a dos de Tamara Karsavina y Vaslav Nijinsky, estrenado en el Teatro de Monte-Carlo, hace un siglo. En su época, maravilló el salto de inicio y grand jeté final de Nijinsky, sumado a la delicada de Karsavina, embelesada por el espectro de la rosa traída de un baile. La propuesta de Angelin Preljocaj (Sucy-en-Brie, Francia, 1957) difiere por completo del concepto romántico del original, ensalzando el aspecto más carnal y libidinoso, reprimido por la pareja. En el interior de una caja, dos parejas representan la faceta contenida –ellos ataviados con la viril indumentaria de torero-, mientras en el exterior, un dúo encarna a la joven y al espectro de la rosa. Enigmática lectura del coreógrafo francés de origen albanés, con un resultado desconcertante para el espectador.
El programa elevó su tono y nivel con “Artifact II” (1984), considerada una obra maestra indiscutible de William Forsythe (Nueva York, 1949) y creada para el Ballet de Frankfurt (1984-2004). No es la primera vez que la CND aborda esta pieza, ya que entró en su repertorio en 1984, tras su estreno en el Teatro Arriaga de Bilbao. Había quienes clamaban por ver a las bailarinas de la CND con sus zapatillas punta –de cuya popularización se cumplen 180 años, ya que Marie Taglioni las convirtió en una seña de identidad en “La Sylphide” (1832)- y ésta fue la ocasión. De forma inteligente, Martínez desempolva del baúl de los recuerdos una obra célebre de uno de los grandes coreógrafos de finales del siglo XX. Sobre música de Bach, el creador norteamericano emplea los recursos de la danza neoclásica, dotándolos de un contexto diferente y construyendo una nueva gramática a partir del lenguaje clásico. El fondo y los laterales presentan al cuerpo de baile, lugar de donde surgen dos parejas que interpretan bellos pasos a dos, interrumpidos de forma abrupta por el continuado caer de los telones. Extracto de una pieza indispensable en las últimas décadas del ballet, todo un gusto recuperarla para el público madrileño.
Johan Inger (Estocolmo, 1967), coreógrafo asociado de NDT, fue el responsable de la última obra de la velada, “Walking mad” (2001), creada para la compañía holandesa. A partir de la grabación del “Bolero” de Maurice Ravel, con Zubin Mehta dirigiendo a la Filarmónica de Los Ángeles, el creador sueco construye una pieza en dos partes: la primera va in crescendo a la par que la inmortal música de Ravel hasta la apoteosis final; la segunda, sobre partitura de Arvo Pärt, se centra en el imprescindible paso a dos intimista de manual, que Inger podría haber omitido y haber cerrado con el éxtasis del “Bolero”. El programa “Work in progress” contiene las líneas maestras de lo que pretende ser la senda de José Carlos Martínez en la dirección de la CND. En apenas cuatro meses, el nuevo director ha confeccionado una propuesta plural, un amplio abanico que abarca desde el neoclásico, hasta el contemporáneo, pasando por la savia nueva de jóvenes creadores. El ex étoile del Ballet de la Ópera de Paris necesita tiempo para consolidar su trabajo y, sobre todo, un voto de confianza, empezando por sus propios bailarines. Queda fuera de toda duda la profesionalidad y calidad de los componentes de la CND, sin embargo, en varias de las obras ofrecidas en la velada acusaron una manifiesta falta de fe. No sólo hay que bailar, hay que interpretar y creer en lo que se baila. Tiempo y fe a partes iguales necesita Martínez para que cuajen los cimientos de una futura compañía versátil, abierta a diferentes estilos de danza, siendo la calidad su eje motor. De momento, el público le dio su respaldo y aplauso en las cinco funciones- con el aforo totalmente vendido- en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.