En cierta forma, la nostalgia es inevitable, y las comparaciones también lo son. Pero más allá de las vagas imágenes y gestos de aquella venerable película de 1978, “La Cage aux Folles”, el musical, es un encantador “revival” de una comedia que, aún hoy, tiene vigencia. Estrenada el 19 de enero en el Eisenhower Theater, del Kennedy Center de DC, la obra estará en cartel hasta el 12 de febrero.
La estructura de la historia, no pasa de ser una comedia de enredos, melodrama y romanticismo, con personajes divertidos, excéntricos y conmovedores que intentan mostrar que la realidad se aleja mucho de los esquemas y las normas preestablecidas.
Roger (George Hamilton) y Albin (Christopher Sieber), una pareja homosexual, son dueños de un cabaret “gay” en la sofisticada Saint-Tropez, al sur de Francia. Pero la vida de ambos se ve trastocada cuando el hijo que Georges tuvo en un desliz heterosexual, y al que Albin crió como su propio hijo, anuncia su matrimonio con la hija del congresista más conservador del país. Quien precisamente quiere cerrar esos clubes nocturnos que atentan contra la “moral y las buenas costumbres”.
Estrenado por primera vez en 1983, el musical, está basado en el libro de Harvey Fierstein y música de Jerry Herman, y con temas impactantes como “The Best of Times” y “I Am What I Am”.
Hamilton (Georges), con su encantadora veteranía y su buen manejo del escenario, logra conmover con su sonrisa de showman y con sus acertados y profesionales cambios en los tonos de voz, para componer un personaje clave en esta historia. Junto a Sieber, conforman una pareja que poco se diferencia de un matrimonio heterosexual. Los conflictos, las peleas, los celos y la histeria de uno (Sieber, en el rol de Albin), y la picardía del otro para poner paños tibios a las crisis domésticas, son los que le dan el toque justo a este musical.
Sieber, magnífico en su rol de Albin, se robó el show. Convertido a veces en la gran, Zaza, diva del cabaret, y a veces como Albin, cubre todos los frentes, hasta convertirse en la estrella absoluta que opaca al resto. Buen bailarín, excelente cantante y convincente como actor, logra, en dupla con Harrison, momentos de intensa emoción.
La puesta es sobria y convencional, y enmarca acertadamente cada uno de los ambientes. Dirigida por Terry Johnson, con coreografía de Lynne Page, “La Cage aux Folles” cumple con los requisitos de un musical que se precie. Pero son los protagonistas, Hamilton y Sieber, los que lo convierten en algo diferente por el compromiso que cada uno asume con sus respectivos personajes.
Una de las más interesantes secuencias coreográficas grupales, apoyada por una puesta atractiva, es la escena en la que los coristas surgen desde una inmensa jaula de pájaros. Atléticos, sugerentes, los movimientos casi acrobáticos de los bailarines vestidos con tutús se funden en una acertada puesta de luces y un vestuario impecable.
El resto de los personajes, Billy Harrigan Tighe, como Jean-Michel, el hijo de Georges; Allison Blair McDowell, su prometida; Cathy Newman como la futura suegra, y Bruce Winant, asumiendo el papel del político conservador, cubren acertadamente sus roles. Pero son Hamilton y Sieber los que refuerzan la vigencia de este musical.