Billy Elliot, el personaje central de esta historia, es hijo de un minero, huérfano de madre que, más allá de las aspiraciones del padre de convertirlo en boxeador y de su destino marcado como minero, descubre su interés y aptitud para la danza clásica. A escondidas de su familia trabaja duro con la maestra del pueblo que lo incentiva para que participe en una audición de la Royal Ballet School. Caos familiar, crisis, frustración y una oportunidad a punto de truncarse.
La obra, que subió a escena en el Kennedy Center de DC el 13 de diciembre y que seguirá en cartel hasta el 15 de enero de 2012, transcurre en 1984, durante una huelga de mineros en el Norte de Inglaterra, entre piquetes de huelga, violencia, hambre, persecuciones y desolación. Un futuro incierto para esos trabajadores que ven peligrar sus fuentes de trabajo durante el gobierno de Margaret Thatcher.
Con música de Elton John, canciones de Lee Hall, coreografía de Peter Darling, y dirección de Stephen Daldry –quien también dirigió el filme de 2000–, este musical ha ganado 10 premios Tony y más de 81 premios nacionales e internacionales. La escenografía es de Ian MacNeil, el vestuario, de Nicky Gillibrand y el diseño de luces es de Rick Fisher.
Billy, que en esta producción es interpretado por cinco adolescentes, en la noche del 21 de diciembre fue J.P. Viernes. Conmovedor, el joven de 15 años, que nació en Half Mon Bay, California, se formó con Shely Pack Dancers y luego bailó dos años con el City Ballet of San Francisco, no sólo mostró sus buenas cualidades como bailarín, sino que además asumió con solidez las partes cantadas y las que requerían un alto compromiso actoral.
Intenso en sus diálogos, Viernes logra dos momentos inolvidables. Uno de ellos, cuando habla con su madre muerta y recibe el mensaje de seguir con sus sueños, y el otro, cuando se anima a decirle a su padre “Te odio”. Viernes, a su vez, es capaz de hacer un grand jeté o una sucesión de pirouettes con la misma naturalidad con la que zapatea pasos de tap. Pocas veces, y especialmente a una edad tan temprana, se puede encontrar un artista completo y con todo el futuro por delante. No por nada recibió el premio CHRP JUBA por su rol en este musical.
“Billy Elliot” es un musical que se hace cargo de una realidad sociopolítica en una Inglaterra de mano dura, en un pueblo cuya única salida laboral son las minas de carbón.
Rich Hebert, en el papel del padre de Billy, adquiere intensidad y presencia como actor y también en sus solos cantados. Una voz potente, con matices y fuerza expresiva. Leah Hocking, como Mrs. Wilkinson, la maestra de danza que descubre el talento de Billy, hace de su personaje una pieza clave en la historia. En medio de las luchas políticas, del drama familiar y de una vida dividida entre los mandatos sociales y los sueños personales, Hocking, endurecida por el entorno, es capaz, desde su coraza inquebrantable, de empujar al niño hacia su propio destino.
La música, la danza, y la actuación alcanzan un equilibrio poco frecuente. Y quizás, los temas en los que participa todo el conjunto sean los más potentes e intensos a nivel vocal. Mientras la escenografía de Ian MacNeil, ideal para una compañía en gira, se basa en módulos que se desplazan y permiten cambiar escenas con una enorme facilidad
Sublime por su significado simbólico, y definitorio desde el punto de vista dramático, el dúo entre Billy adulto y Billy niño es el único momento en donde la danza clásica se instala en la obra marcando el destino de ese niño que sueña con bailar y ni siquiera puede explicar qué es lo que siente cuando la música se apropia de su cuerpo y lo hace libre.