La conocida historia de Mèrrimée, sobre los amoríos de Carmen, la cigarrera, al compás de la conocida partitura operática de Bizet, ha vuelto a hacer de las suyas en el mundo de la danza. Esta vez ha llegado al Lincoln Center de Nueva York de mano del afamado Ballet Mariinsky de San Petersburgo (antes Ballet Kirov), donde ha llenado hasta los topes por dos días el amplio teatro de la ópera Metropolitana, durante el Festival de Verano.
La historia de la cigarrera –según como la concibiera Alberto Alonso– ha atraído a las bailarinas de varios continentes desde su estreno en Moscú. La iniciadora de esta cadena que parece interminable sería la gran Maya Plisetskaya, para quien el coreógrafo cubano la creara; después “Carmen Suite”, como se llamó el ballet, ha continuado su trayectoria mundial hasta el presente, al tomar parte en una semana de danza clásica, en la que el público neoyorquino, mayormente ruso, vino al Met a aplaudir y vociferar su incontestable apoyo a los artistas que consideran sus coterráneos.
La programación, bien barajeada, incluía cuatro obras, dos de ellas re-hechas por Alexei Ratmansky, “Anna Karenina” y “The Little Hump-backed Horse” (El Caballito Jorobado), ambas sobre música de Rodion Shchedrin, que tuvieron una vida anterior con coreografía de otro autor. Ratmansky parece ser el “coreógrafo dorado” del momento, sitio que le discuten Christopher Wheeldon y Wayne McGregor.
“Carmen Suite”, cerró la semana, compartiendo el programa con una de las obras máximas de Balanchine, “Symphony in C” (Sinfonía en Do) de Bizet. Al designar como “máxima” este ballet, me refiero también a las enormes dificultades que la coreografía puede presentar para los intérpretes.
Leyendo el programa de la noche, encontré varios tópicos que atrajeron mi atención; el primero aparece debajo del nombre del coreógrafo, donde se menciona a Vyctor Barykin como “production choreographer” (coreográfo de la producción). Proseguí buscando alguna otra nota sobre Barykin, desconocido para mí, para conocer de quien se trata, pero no encontré nada más. ¿Significaría esto, acaso, que Barykin, es el responsable de los cambios que obviamente pude notar en la coreografía original del ballet?
Continuando la lectura del programa, llego a la nota sobre “Carmen Suite” que leo con gran interés. Allí se explica cómo Plisetskaya le insistiría a su esposo, el compositor Rodion Shchedrin, para que escribiera una nueva partitura, sobre la cual un coreógrafo, aún no designado, pudiera crear un nuevo trabajo sobre la historia de Carmen, la cigarrera, personaje preferido de Plisetskaya.
Aquí me veo obligada de volver a echar mano a datos históricos en mi poder, ya que parecen existir discrepancias (según cuenta el programa) entre los recuerdos de la bailarina, y lo que Alberto Alonso contara sobre su experiencia al crear un ballet para Maya, hecho que él siempre consideraría un gran honor.
Regresando a mi historia, después de obtener asilo político en los EE.UU., Alberto se trasladó a Nueva York donde se quedaría algunos meses. Desde hacía tiempo existía gran interés de mi parte por grabar una entrevista sobre su larga carrera como maitre y coreógrafo. Casi por suerte (o milagro), en septiembre de 1994, logré sentarme con Alberto y “picarle” el cerebro con miles de preguntas, hechas por mí en inglés, y contestadas por él en el mismo idioma. En la filmación, grabada en cinta magneto-fónica, Alberto cuenta cómo fue que conocería a Maya, cómo ella se interesaría en él para hacer la coreografía de “Carmen Suite”, cómo comenzaron los ensayos antes de que hubiera surgido ninguna partitura musical, y otras cosas más muy interesantes que han quedado para la historia, y están conservadas en la biblioteca del Lincoln Center de Nueva York, donde se guarda la cinta en cuestión.
Creo que hoy es muy relevante recordar esta entrevista, ya que, repito, entre los tópicos más interesantes tratados, existen diferencias entre lo que Plisetskaya cuenta en el programa de julio 16 y 17, y lo que Alberto me contara hace la friolera de 17 años.
“Carmen Suite”, es sin duda alguna un ballet que levanta controversias, no obstante, continúa en cartelera después que Plisetskaya lo estrenó con el Ballet Bolshoi, en el teatro del mismo nombre de Moscú, en abril 20 de 1967. La partitura fue al fin arreglada por Shchedrin sobre la original de Bizet, usando en ella solamente instrumentos de cuerdas y percusión. El Ballet Nacional de Cuba, en La Habana, lo estrenaría en agosto1,3 y 4 de 1967, con Alicia Alonso en el rol titular.
En noviembre de 2005, Plisetskaya, en celebración de sus 80 años, invitaría a Alberto Alonso de nuevo a montar su “Carmen Suite” para la nueva generación de bailarines del Bolshoi. Esta vez el personaje titular recayó en Svetlana Sakharova, quien después llevó la obra a Ucrania, donde obtuvo grandes aplausos.
En las dos recientes presentaciones del Met, el Mariinsky entregó el rol de Carmen a dos bailarinas diferentes, Diana Vishneva y Ulyana Lopatkina. De Vishneva, a quien vemos repetidamente en Nueva York varias veces al año, como artista del American Ballet Theatre (ABT), esperábamos muy buenas cosas. La sensual Carmen, no es menos sensual que la cortesana Manón de Massenet, personaje a quien Vishneva ha representado maravillosamente en Nueva York en más de una ocasión. Sin embargo, su cigarrera Carmen, carecía totalmente de calor humano o expresividad. Lopatkina tampoco le dio al personaje el necesario “sabor ” que siempre está presente en la hembra que vive su vida como quiere, y pelea por ese derecho en el ruedo de la vida. “Prefiere morir en libertad, que vivir sin ella”…, “Carmen muere sin rendirse”, eran las explicaciones que el coreógrafo aplicaba a la historia, cada vez que se le preguntaba sobre ella.
Daniil Korsuntsev fue el mejor Don José de las dos presentaciones, al ser subyugado por la destructiva pasión que lo une a Carmen, demasiado poderosa para la dulce personalidad del militar- desertor. La personificación de Yevgeny Ivanchenko como el torero Escamillo, viril y atractivo, hizo uso de las banderillas en demasía. Ese fue uno de los cambios mayores que noté en la coreografía. Si hubo otros, quizás al coreógrafo no le hubiera sido difícil perdonarlos. Por lo demás, ahí queda “Carmen Suite” para la historia. No dudo continuará interesando a las nuevas divas de la danza.
“Sinfonía en C” de Balanchine, sobre la maravillosa partitura de Bizet que cerraría la noche, es un magnífico tributo a las fabulosas piernas y superior entrenamiento de los bailarines del Mariinsky. En el elenco encontré perlas y diamantes, principalmente en la luminosa pareja formada por Viktoria Tereshkina y Andrian Fadeyev, así como en la brillante Yevgenia Obraztsova, junto al extraordinario Vladimir Shklyarov; la carrera de este último no debe perderse de vista, ya que promete grandes cosas.
Hay rumores de un próximo regreso del Mariinsky a estos predios. El público queda esperándolos ansiosamente.
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