El Ballet Nacional de Cuba (BNC) regresó al Kennedy Center después de casi 10 años de ausencia, y desde la capital de los Estados Unidos comenzó su gira que abarcará Nueva York, Costa Mesa y Los Ángeles. La compañía, dirigida por la legendaria Alicia Alonso que, como ocurre en todas las presentaciones, también salió al escenario para recoger las ovaciones de sus admiradores de tiempos pasados, presentó su primer programa, “La magia de la danza”, el martes 31 de mayo.
Esta muestra de destrezas y estilo que propone el BNC en el Opera House del Kennedy Center incluye fragmentos de “Giselle”, “La Bella durmiente”, “Cascanueces”, “Lago de los cisnes”, “Don Quijote”, “Coppelia” y “Gottschalk Symphony”, con música caribeña de Louis Moreau Gottschalk. La mayoría de las obras con coreografía de Alicia Alonso.
“Gottschalk Symphony”, obra que cerró la noche, no pasa de ser un divertimento coreografiado por Alicia Alonso, que intenta revivir sin mucho éxito aquellas magníficas realizaciones de música popular para TV que hace más de 40 años hacía su ex cuñado, Alberto Alonso, antes de su exilio. Posiblemente no haya sido la mejor elección para cerrar una noche en la que la compañía presentaba sus mejores perlas clásicas.
El BNC baila con pasión, con la pasión de su propia “cubanía”. Y baila con el orgullo de pertenecer a una de las más famosas agrupaciones del mundo, cuya característica principal es la técnica de la escuela cubana de ballet gestada por los hermanos Alonso, Alberto y Fernando, en años anteriores a la revolución.
El plantel femenino, tanto de principales como de solistas muestra sin duda mayor solidez que el masculino, con algunas excepciones.
Anette Delgado, con una gran musicalidad, fue una etérea Giselle, cuyo trabajo de puntas y sus delicados brazos dieron el toque justo al ser etéreo en el que la protagonista se convierte en el segundo acto, luego de enloquecer de amor. Dani Hernández, como Albrecht, fue un buen partenaire, preciso y ajustado en sus saltos. Excelente el cuerpo de baile, con líneas perfectas, y sincronización, también perfecta, en el cuadro blanco de las Willis.
La misma ajustada sincronización se repitió en “Lago de los cisnes”, donde Sadaise Arencibia se convirtió en un verdadero cisne, con sutiles brazos y sólidas piernas. Si bien la recreación coreográfica de Alicia Alonso sobre la de Lev Ivanov quitó parte del encanto y la fluidez de movimientos que sugiere ese conmovedor pas de deux.
Refinada y fresca, Grettel Morejon fue una atractiva y juvenil Swanilda en “Coppelia”. Una bailarina con talento que sería bueno seguir sus pasos en el futuro. Junto a ella, un deslumbrante Osiel Gounod, como Franz, mostró su destreza a través de sus saltos, su agilidad y su solidez como partenaire. Su rol se ganó la ovación del público, ávido por ver a aquellos bailarines con el sello de la escuela cubana.
Viengsay Valdés, robó la escena con su Kitri en “Don Quijote”. Sus ya conocidos y largos balances, su gracia natural, su seducción, y su técnica, son la combinación perfecta para este personaje. Basilio, Alejandro Virelles, fue un buen partenaire, hábil en sus variaciones. A este fragmento de “Don Q” se agregó un interesante cuadro de toreros, con un despliegue atractivo de capas y diestros movimientos. Sólo queda ver la versión completa de este clásico que estará en el Kennedy Center hasta el sábado 5 de junio.