“La Magia de la Danza”, presentada por el Ballet Nacional de Cuba durante cuatro días en el Brooklyn Academy of Music, daría cierre al Festival “Si, Cuba”, tonto propósito artístico, que durante varias semanas ha tratado de dar vigencia a la mísera situación de la Cuba actual.
El Ballet Nacional de Cuba es siempre motivo de comentarios, especialmente por el alto número de bailarines que han pedido (y piden) asilo político en otros países, y son aceptados en las mejores compañías del mundo. Sin embargo, cabe recordar aquí que existen muchos otros que simplemente salen de su país a cumplir contratos con permiso, y con el tiempo, logran “quedar fuera del radar”, que les permite establecerse definitivamente fuera de su país. Últimamente, estos parecen tener posibilidades de entrar y salir de Cuba libremente, siempre que aporten sustanciales dólares al gobierno y al Ballet Nacional. Ya de esto he hablado en otras ocasiones, por lo que no creo necesario añadir aquí nada más.
El programa confeccionado por Alicia Alonso, directora artística de la compañía, ya anda por los escenarios del mundo desde hace unos cuantos años. Compuesto mayormente por Pas de Deux de las grandes obras clásicas de la historia de la danza, se le han añadido personajes y mímica para lograr una función de dos horas y media, que termina con una coreografía acreditada totalmente a la directora.
¨Giselle” sería el primer número de la noche, con todos los personajes principales en escena, de alguna manera o de otra. Un nutrido coro de Wilis dio la primera impresión importante a comentar: Estas Willis, más que vengativas almas en pena, parecen un ejército en plena maniobra militar.
La noche continuaría con secuencias de tres obras del magnífico trío compuesto por Chaikowski-Petipa-Ivanov, al que ahora se ha unido el nombre de la Alonso, por haber puesto sus manos en la coreografía. En “La Bella Durmiente”, Viengsay Valdés, considerada como la estrella del conjunto, dejó a un lado los interminables balances y montones de vueltas por los que es más conocida, para interpretar con corrección el Grand Pas de Deux de Aurora y Desirée, con su nuevo compañero, el prometedor Alejandro Virelles, quien supo sostenerla debidamente en las llamativas poses llamadas “el pescado”. Para cerrar el acto, el Vals de las Flores, tuvo de intérprete a un coro tan deslucido como las guirnaldas que portaban entre las manos.
Después del interme dio, subiría a escena “Coppelia”, en donde aparecería la única gran promesa de la noche, Osiel Gounod, como Franz, que acompañaba a una Swanilda muy joven, Grettel Morejón, graciosa y precisa, pero quien tiene el mal gusto de querer coquetear con el público.
Esperaba encontrar en el programa, como es costumbre en esta ciudad, notas biográficas de los artistas principales que veríamos en escena. Solo encontré en “Who´s Who”, una larga “bio” de la Alonso, y otra del Ballet. No me causó sorpresa notar la total ausencia de los nombres de Fernando Alonso y Alberto Alonso en la historia de la compañía, fundada en realidad por el triunvirato familiar Alonso en 1948, así como tampoco me sorprendió no encontrar el nombre de Fernando como fundador de la escuela en 1950. Sobre los que aparecieron en la escena esa noche, no había absolutamente ninguna referencia.
El joven Gounod, del que no pude averiguar nada por falta de información en el programa, es muy prometedor: posee la brillante técnica que es la rúbrica de la escuela cubana; además es espontáneo, su sonrisa así lo anuncia. El camino a recorrer es largo, y el chico apenas comienza a transitarlo, pero confío que pronto logre la consumación de una gran carrera en el extranjero.
El Coro de toreros y majas de “Don Quijote”, reafirmó lo que obviamente salta a la vista: estos jóvenes bailarines/as interpretan pasos solamente. Resulta bastante raro ver a un cubano falto de emoción. Anette Delgado y Dani Hernández, no obstante, rindieron una discreta labor en el famoso Pas de Deux de la obra.
En la escena de “El Lago de los Cismes”, las doncellas-cisnes tuvieron sus entradas y salidas reglamentarias. A Saidase Arencibia, como Odette, reina de los cisnes, no le falta teatralidad ni emoción; es atractiva, y además, posee magníficas piernas de gimnasta — puede tocarse las orejas con la rodilla — que estiró al máximo para hacer las delicias del bullicioso público que colmaba la sala. Gritos y aplausos a destiempo fueron la orden del día; allí estaban para aplaudir la Cuba actual… los bailarines eran solo la excusa.
No obstante, esta Odette bien podía haber bailado sola, ya que en ningún momento tuvo intercambio con su Sigfrido, Arián Molina. En los saludos finales, la Alonso pareció re-encarnarse en Arencibia, cuando ésta, de rodillas, alargó esos momentos una y otra vez, hasta convertirlos en una producción dramática en sí.
“Gottschalk Symphony”, fue creada ya hace algunos años por la Alonso. El vasto coro (o “Conga line”, como lo llamara una conocida crítica de ballet del NYTimes), que no aparece con nombres en el programa, y cuatro parejas solistas, que si aparecen (¡viva la clase privilegiada!), visten diseños muy poco atractivos de Salvador Fernández. Con este desabrido cierre terminaría la función, con la “Orquesta Cubano” (según reza el programa), bajo la dirección de Giovanni Duarte, de acompañante.
El Ballet Nacional de Cuba seguirá adelante, imperturbable, durante los próximos 200 años, y es de esperar, ya que ese es el tiempo que Alicia Alonso predice durará su vida. Ahora, la premisa principal es entrenar más varones, para suplir a los que se han ido y seguirán partiendo.
La actualidad.
La sublime Anette Delgado……
Por: Mario Pasa.
Haciendo referencia a las actuales primeras figuras femeninas dentro de “El Ballet Nacional de Cuba”, y a lo que significa el arte del ballet dentro de lo que es realmente el universo de la danza, desde un punto de vista técnico y fidedigno, es Anette Delgado una digna integrante de dicha institución, y una resplandeciente artista.
Toda bailarina sobresaliente ha de esforzarse en una disciplina inicial, para transfigurarse en un dotado instrumento, con el objetivo de confeccionar fantasía y belleza, es absolutamente indispensable un fuerte tesón unido a una férrea conducta, si desea convertirse en una estrella del ballet, esto constituye la regla obligatoria de todo gran artista, ese es el principio de la perfección, solo así se adquiere la difícil técnica, a la que cabe considerar la gran portadora del posible brillante futuro, solo de esta forma se consigue la anhelada carrera. Una primera bailarina más que ninguna otra, está en la obligación de conocer la función de los pasos y su objetivo a conseguir, si no quiere caer con facilidad en batallar en el callejón sin salida de mostrar lo mal hecho, la bailarina mal guiada puede transformarse en una criatura artificial, repleta de vicios y manierismos, con la frívola y fútil intención de solo agradar al público, el básico cimiento de la técnica es indispensable, nadie osa discutir su imperiosa necesidad, sólo lo hará el excéntrico e inexperto, aún así, fracasará estrepitosamente por talento que tenga si no la posee. A veces por debilidad y mimó, o para complacer al público, se crea en él artista un vicio, que agrede soberanamente a la limpia danza clásica.
El modesto y maravilloso trabajo de Anette Delgado, conllevó a que escribiera este minucioso artículo como demostración a sus valiosas ejecuciones, su danza gravita en una cadena de extraordinarios y excitantes personajes, que con justeza trataré de exponer con precisión. Primero refirámonos a “Giselle”, como ha sido titulada en Europa, La Delgado es la absoluta heredera del bordado personaje, que antaño fuese propiedad de esa DIVA única e inimitable que es Madame Alonso. Erigiendo cuando lo interpreta un impresionante efecto visual sobre el público, que invariablemente la contempla entre conmovido y extasiado, su auténtica sinceridad es realmente abrumadora, la correcta posición de su cuerpo durante toda la obra, unida a sus perfectos equilibrios, hace que ostente una asombrosa limpieza técnica, su tiempo prolongado encima de la puntas es una alusión a la poesía, infaliblemente siempre muy alejada de cualquier incorrecta colocación; el ballet es un arte sublime repleto de belleza, con una precisa, tradicional, y concebida técnica, algo que Anette demuestra milimétricamente en todas sus actuaciones, trasmitiendo con sistematicidad al auditorio, mensajes con resultados insólitos, no obstante, lo mejor se obtiene, cuando la apreciamos alejada en la búsqueda del abaratado espectáculo circense, algo muy habitual hoy en día.
Asimismo no puedo dejar de hacer referencia a su sublimes Odette-Odile, las cuáles he presenciado en varias oportunidades en España. En mi opinión existe una enorme diferencia, entre moverte encima de un escenario, a la de efectuar una virtuosa coreografía como las instituidas por Alicia Alonso, con las posiciones, estilos adecuados y, las precisas exigencias a que corresponde la época, perfiladas desde el comienzo de la obra hasta su terminación, así sucede con el desempeño de Anette durante la interpretación de “El lago de los cisnes”; ejemplo de esto son los dos pas de deux, en el segundo y tercer acto, ejecutados de forma soberbia, observarla respetando religiosamente semejante caballo de batalla, acompañada de un atento partenaire, es una delicia, jamás acude al facilismo de violar las pautas adecuadas que exige la tradición y el clasicismo, por el objetivo de conquistar ponderaciones, cuando asistes al teatro en la actualidad, en la mayoría de los casos, las nuevas generaciones de bailarines, crean una absoluta sumisión al fácil cumplido, siendo este su único objetivo, esto produce en el espectador la sensación de carencia profesional, como si percibieses danzar a alguien amateur. La Srta. Delgado durante sus impecables momentos, nos proporciona la lección que el gran ballet sigue vivo.
La última “Bella Durmiente” que presencie, fue filmada por un amigo asistente, durante el transcurso de El Festival de Ballet en La Habana, consistió en la nueva y magnífica versión de Alicia de esa joya, con música del inmortal Tchaikovski, habituado estoy a observar por el mundo a diferentes compañías en esta obra; una vez más me tope con Anette como la protagonista de la princesa Aurora, como merito a exaltar diré que fue una noche en mi casa de Valencia, rodeado de especialistas de la prensa, sin exceptuar a nadie todos resultaron extasiados, con la puesta y con Anette, a quien consideraron ideal para el rol por su candidez y dulzura. Si reflexionamos, su baile esta caracterizado por un excelente buen gusto, durante la proyección hogareña obtenida de forma pirata, notamos que fue aclamada delirantemente por el público, resultando imposible criticar el más mínimo detalle, admiré profusamente sus pirouettes, saltos y bellas extensiones, de sobra es conocido que la escuela cubana de ballet posee sus propias características, es Anette una máxima exponente de ella; algunos versados manifiestan continuamente, valorando como virtud a exaltar, que una adecuada ejecución de Aurora, con apropiado sentido dramático y coreográfico, es la consagración de una bailarina. Sin la menor duda, “El Ballet Nacional de Cuba” junto a Anette cumplen dicha profecía. Muy excitante la puesta, deslumbrante su princesa ¡FELICIDADES ALICIA!
Como decimos en España, sé de buena tinta, que gracias a un gobierno consecuente y a Alicia Alonso, es que las figuras jóvenes han podido desplegar una esplendente carrera dentro del B.N.C, quizás parezca parcializado y chovinista, al escribir solo sobre mi preferida, no ignoro que hay dentro de la institución excelentes valores a exaltar, prometo referirme a ellos en otra oportunidad, pero en esta ocasión prefiero hacerlo con emoción y justeza, sobre la nueva gran bailarina de Cuba que es Anette Delgado.