En la segunda semana de su temporada, el American Ballet Theatre (ABT) decidió guardar en el clóset por tres días las obras clásicas que el público ha demostrado infinidad de veces preferir, y trajo al escenario del Met, tres ballets de estreno, contemporáneos o abstractos, originales de coreógrafos considerados como los más aplaudidos de la actualidad. Sergei Ratmansky, coreógrafo-en-residencia de la compañía; Benjamin Millepied, bailarín principal del New York City Ballet (NYCB), y Christopher Wheeldon. Este último ya tiene obras en el repertorio, no solo del ABT, sino de importantes conjuntos internacionales.
Esta corta serie tenía como complemento una reposición: “Shadowplay”, del venerado Antony Tudor, autor de ballets llamados “psicológicos”. Sin negar la posición del coreógrafo y sus obras en la historia de la danza clásico-contemporánea, y lo que sus trabajos influyeron en la formación del Ballet Theatre en la década de los años 40..
“Dumbarton”, original de Ratmansky, sobre música de Igor Stravinsky (Dumbarton Oaks), y diseños de Richard Hudson, que dio inicio a la función, muestra a los intérpretes (10 de ellos) vistiendo ropa “de calle”. Los hombres, en vez de los consabidos “maillots”, llevan pantalones y camisas con corbatas. Las mujeres lucen trajes de sayas anchas, hasta la rodilla.
En el reparto aparecen en primer lugar dos parejas, formadas por las bailarinas principales Veronika Part y Michele Wiles, que van acompañadas por Roddy Doble y Thomas Forster, ambos miembros del coro. En las otras tres parejas, las mujeres, Isabella Boylston, Misty Copeland, y Yuriko Kajiya, son todas solistas del elenco, mientras los hombres, Joseph Gorak, Eric Tamm, y Luis Ribagorda, pertenecen al coro. ¿Oportunidad magnífica para estos jóvenes bailarines de ascender? Ojalá así sea.
No hay historia en la coreografía de este ballet, solo bellos movimientos y muchas variaciones; sin embargo, hay sugerencia de algún tema, cuando Copeland parece desmayarse en una secuencia, y es llevada en brazos fuera de la escena por los hombres. La actuación de Part pasa desapercibida, no así Wiles, musicalmente brillante y lírica.
¿Continuará esta obra en el repertorio? Bien puede engavetarse. Tal vez con una segunda mirada podría vislumbrarse la intención del autor.
Benjamin Millepied
El nuevo estrellato de Benjamin Millepied se acredita más a su labor de coreógrafo, que a la de bailarín, especialmente desde su intervención en la cinta fílmica “Cisne Negro” . No obstante, a esta recién ganada importancia, hay que añadir como mayor culpable su próxima paternidad, resultado de sus amoríos con la actriz Natalie Portman. ¡Ah, el poder de la prensa y el vulgo!… No obstante, los trabajos de Millepied son muy solicitados, y ya aparecen en varias compañías, incluido el propio ABT.
“Troika”, su último trabajo, que lleva vestuario casual de Paul Cox, no se refiere al conocido trineo ruso, tirado por tres caballos…. No, esta vez el trío en cuestión lo forman conocidas figuras de la compañía, Alexandre Hammoudi, Daniil Simkin y Sascha Radetsky, que hacen infinidad de travesuras en el escenario. El acompañamiento musical, la Suite para Cello No. 2 en Re menor de Bach lo ofrece un solitario cellista, Jonathan Spitz, sentado en un lado de la escena. La música de Bach nunca pareció más atractiva que en esta ocasión, gracias a la habilidad del intérprete.
Por su parte, los tres bailarines se dieron el gusto en hilar las “monerías” diseñadas por el coreógrafo, si bien, debido a su estatura y ligereza, Simkin se metió la pieza en el bolsillo. Este estreno neoyorquino, que tuvo su premier mundial en el Bolshoi Theatre New Stage de Moscú, en marzo 29 de 2011, por el propio ABT, quizás no pase a la historia. Lo único que logra es divertir al público, nada más.
Christopher Wheeldon
El tercer estreno de la noche, original de Christopher Wheeldon, lleva por título “Thirteen Diversion”, sobre música de Benjamin Britten (Diversions for Piano and Orchestra), con vestuario de Bob Crowley, e iluminación de Brad Fields. Los cambios de forma y color en las luces, dan a cada variación un ambiente interesante y distinto, como si se hicieran cambios en los telones de fondo.
Las cuatro parejas solistas, formadas por Gillian Murphy y David Hallberg, Isabella Boylston con Marcelo Gomes, Maria Riccetto y Jared Matthews, y Simone Messmer con Alexandre Hammoudi, van vestidas en color gris perla. Un numeroso coro ataviado en negro, que forman 16 bailarines, se les une. Las mujeres llevan el pelo hacia arriba, sobre la cabeza, en forma de moño. La ropa es sencilla, con sayas amplias hasta la rodilla y blusas modernas. Los hombres visten mallas y chaquetillas. Para el coro femenino, las faldas son largas.
Wheeldon ha elaborado aquí una coreografía espectacular, por más que muy hermosa. La obra tampoco parece tener historia, aun que en un momento, Boylston, que se destaca ampliamente por su radiante delicadeza, tiene un momento romántico con el magnífico Gomes, cuando le toca la cara con la mano, y obliga a éste a girar la cabeza hacia ella.
Un cerrado aplauso para el afamado coreógrafo con la esperanza de ver la obra muchas veces más en un futuro que no se haga esperar mucho.