Soplan vientos de cambio en las dos compañías estatales de España. De una parte, Nacho Duato (Valencia, 1957) dejó la dirección de la Compañía Nacional de Danza (CND) el pasado julio, tras veinte años al frente (1990-2010). En diciembre, se anunció como sustituto a José Carlos Martínez (Cartagena, Murcia, 1969), Étoile del Ballet de la Ópera de Paris, quien habrá de dar un giro a la formación que, de manera interina, dirige ahora Hervé Palito. La otra gran compañía, el Ballet Nacional de España (BNE), cuya dirección ha ostentado José Antonio Ruiz (Madrid, 1951) en dos etapas diferentes (1986-1992/ 2004-2011), pasará a manos de Antonio Najarro (Madrid, 1975), en los próximos meses.
En medio de esta marea de cambios, la CND volvió al Teatro Arriaga de Bilbao, donde presentó una velada compuesta por un triple programa de dos coreógrafos muy diferentes entre sí: Philippe Blanchard y Nacho Duato. Comenzó el espectáculo con “Noodles” (2010) de Blanchard, una suerte de caótico universo que indaga sobre la individualidad de ser en la sociedad contemporánea. Desde su explosivo inicio, con música en directo y similitudes con una “jam session” danzada, la pieza va suavizando su frenética intensidad para ofrecer algunos momentos interesantes como un bello paso a tres, en el que un trío de bailarines entrelazan sus cuerpos partiendo de un sofá. La principal mácula de la surrealista pieza se encuentra en su excesiva duración.
La alargada sombra creativa de Nacho Duato protagonizó el resto del programa. En la última temporada en la que la CND puede emplear repertorio del coreógrafo valenciano, tras su sonada y airada salida de la compañía –ahora se encuentra en San Petersburgo como director artístico del Ballet Mijailovski-, ésta no hace sino honrar su genialidad en la exquisita selección de algunas de sus mejores obras. No en vano, Duato fue quien moldeó esta CND como una compañía contemporánea de prestigio mundial. El programa de Bilbao repasó dos obras célebres del creador español: “Gnawa” (2005) y “White darkness” (2001).
Creada originariamente para la Hubbard Street Dance de Chicago, “Gnawa” accedió al repertorio de la CND en 2007, precisamente, en Bilbao, aunque en diferente escenario: en el Auditorio del Palacio Euskalduna. En sus tres décadas de fecunda labor coreográfica, son muchas las facetas de Duato mostradas a través de su creatividad. El Mediterráneo, con su luz, alegría y sus gentes ofrecen la cara más lúdica y agradable de sus piezas. En esa línea se incardina “Gnawa”- los Gnawa Marruecos son los descendientes de los esclavos negros deportados de los países de África occidental subsahariana (Mauritania, Senegal, Mali, Nigeria, Guinea)-, una obra bien construida en lo coreográfico, con las características alternancias entre escenas corales y pasos a dos de delicadeza, musicalidad y sutilidad tan inconfundibles. Especialmente destacado resulta el momento en el que, de la penumbra, emergen los bailarines portando unos candiles.
Una reflexión abierta sobre el mundo de las drogas, sin juicios de valor. Ése es el argumento de “White darkness”, obra circunscrita a la línea social del repertorio de Duato. Sobre el escenario, el coreógrafo valenciano dibuja cómo la droga va dominando el mundo del adicto hasta convertirlo en un títere y estrechar al máximo su universo. La danza, sobre todo en los pasos a dos, es pura poesía en movimiento. Hay piezas nacidas con una estrella cuyo fulgor le hace brillar por encima de otras. Sin duda, “White darkness”, acogida en repertorios de selectas compañías de todo el mundo, es una obra imprescindible del conjunto creativo de Duato. Contribuyen a ello imágenes memorables e impactantes como la cascada de droga cayendo sobre una bailarina que no puede sino rendirse ante el dominio de la sustancia psicotrópica. A buen seguro, que ese instante queda grabado en la retina y memoria de todo espectador que la haya contemplado. Huelga decir a estas alturas que el trabajo de la CND en la interpretación de las tres piezas, con especial querencia sobre las dos de Duato, fue espléndido. Magníficos bailarines a los que un buen trabajo coreográfico extrae el máximo de sus posibilidades expresivas y artísticas. Con esta CND en su plenitud y construida a imagen y semejanza de Nacho Duato, difícil tarea la que tiene ante si José Carlos Martínez, cuya aspiración consiste en ampliar el repertorio de la compañía haciéndola más versátil e incluyendo obras clásicas, neoclásicas y contemporáneas. Pero ésa es otra historia, que comenzará a partir de septiembre.