La cuarta actuación de Alicia Amatriain (San Sebastián, 1980), Bailarina Principal del Ballet de Stuttgart, partía con unas expectativas muy altas. La intérprete vasca asumía el máximo protagonismo de la gala, bajo el título de “Alicia y las maravillas del ballet”, al bailar cuatro de las ocho piezas del programa. A la vez, su intención era mostrar su laureada versatilidad en obras de corte estilístico diferente. No defraudó la artista donostiarra. La técnica contemporánea a servicio del lucimiento de sus cualidades se condensó en “Two pieces for Het” de Hans Van Manen.
La construcción de un rol y su vis cómica se materializaron en “La fierecilla domada”, una síntesis de la obra y estilo de John Cranko. Verdaderamente glorioso en su expresividad dramática resultó su debut en el solo de “La muerte del cisne”. Ahí se hizo más patente esa madurez interpretativa de la estrella guipuzcoana. Contenida técnica clásica y profunda agonía de un ánade en sus estertores. Como broche de oro, Amatriain clausuró su mágica actuación con un auténtico deleite, derroche de su veta más dramática, suma de impecable técnica y todo un lujo en “La dama de las camelias”.
A sus treinta años, Amatriain demostró con creces el estupendo momento artístico en el que se encuentra. Joven aún para abordar todos los matices de técnica virtuosa y segura en las tablas en la creación de roles de gran hondura. Secundando a Amatriain en sus pasos a dos, los espléndidos partenaires Marijn Rademaker y Filip Barankiewcz
Además, la gala “Alicia y las maravillas de ballet” estuvo compuesta con tino por Iván Gil-Ortega, en calidad de director de la misma. El clásico vino de la mano de los sobresalientes primeros bailarines del Royal Ballet Marianela Núñez y Thiago Soares. Espléndidos en su “Cisne blanco” y absolutamente magníficos en “Diana y Acteón”, con esa especial mezcla en el bailar entre la escuela inglesa y el genuino sabor latino.
El contemporáneo de calidad tuvo en Juanjo Arqués y Suzanna Kaic, del Het Nationale Ballet de Ámsterdam, a sus representantes. Primero, una obra del propio Arqués, “Minus”, para completar su actuación con “Trois Gnossiennes” de Van Manen. Al finalizar la velada, el teatro se caía con el torrente de aplausos de un público maravillado ante la gran calidad generalizada del espectáculo y en una mezcla de agradecimiento y homenaje a su paisana, Alicia Amatriain. Diez minutos de aplausos así lo atestiguan.