La ciudad brasileña de Niterói pertenece al Estado de Río de Janeiro, y está unida a la capital de ese Estado por un extenso puente que atraviesa la Bahía de Guanabara. Niteroi ocupa una superficie de 130 kilómetros cuadrados y su población es de 475.000 habitantes aproximadamente. De esa población se desprenden 14 varones y 11 mujeres, todos ellos bailarines, integrantes de la “Compañía de Ballet da Cidade de Niterói”, que debutó en el Teatro Solís, el Jueves 11 de noviembre de 2010.
La formación clásica de esos bailarines es indudable; salta a la vista por el exhaustivo trabajo de piernas, sin embargo, bailan con la fluidez propia de la danza contemporánea. Llama la atención que el número de varones supere al de las mujeres, lo cual habla de la revaloración de la danza masculina. No obstante, todos en esta compañía, absolutamente todos, gozan de unos físicos afinados, habilidades técnicas nada frecuentes y disciplina superlativa.
La obra que ofrecieron se titula “Choros e Valsas, um tributo a Pixiguinha* “. Coreografía de Rodrigo Negri, armada sobre 16 temas musicales del repertorio popular urbano brasileño, y adheridas a la danza sin que aparezcan aristas folclóricas. Lo primero a destacar de esta obra, es la claridad y transparencia del discurso coreográfico; en él no hay trasgresiones, conflictos sicológicos, ni propuestas herméticas, simplemente hay danza pura, cimentada en el ritmo, con énfasis en el vigor y la fluidez del movimiento.
Como decorado, Rodrigo Negri cuelga 7 persianas en el fondo del escenario, las que individual o conjuntamente suben o bajan, se abren o cierran. Con esas posibles funciones, las persianas revelan la figura de bailarines, o permiten entradas y salidas del escenario. No hay ingresos o mutis laterales lo cual, es un hallazgo teatral destacable.
Otro recurso del que se vale el coreógrafo es el uso de 13 sillas muy pequeñas; le sirven de comodines en el juego que establece con los bailarines. Por ejemplo: un solista y la sillita sostienen un ingenioso diálogo bailado, verdadero acierto del comienzo al final; en uno de los varios dúos, la silla se interpone o sirve de apoyo a la pareja; sentado en forma circular el grupo deja una o varias sillas vacías, pretexto para salir al ruedo a bailar y ocuparlas después. Ese simple elemento, la sillita, también sirve de nexo entre las distintas secuencias de la obra.
De esa manera, con ideas simples pero válidas teatralmente y en términos de danza, Rodrigo Negri construye su entramado coreográfico con lenguaje personal, tal vez algo reiterado, pero rico y variado: en desplazamientos, movimientos fugados y alternancia de solos, dúos, tríos o escenas de conjunto.
Tiene a su favor un equipo de bailarines que resuelven las difíciles secuencias con total naturalidad. Se les ve blandos, flexibles, pero con firmeza a la vez. Por momentos dan la impresión de estar continuamente en el aire, lo cual también es virtud del coreógrafo.
Otro aspecto que llamó la atención, en esta presentación del conjunto brasileño, fue la unidad y uniformidad en la interpretación; no existen disonancias expresivas ni excesos individuales. Solo se perciben controlados matices emocionales, para trasmitir al espectador la intención de cada escena. Sin duda, ello es mérito de Roberto Lima, Director Artístico de la Compañía y supervisor absoluto de todo lo que concierne a su jerarquía.
Como parte esencial en el éxito del espectáculo, debe mencionarse el diseño de luces de Djalma Amaral. Sin estridencias, subrayando lo necesario, aprovechó admirablemente las múltiples posibilidades que le ofrecieron la coreografía y los elementos escénicos.
El vestuario diseñado por Cassio Brasil, alternó entre la sobriedad de forma y color en el vestido de las mujeres, y cierta voluptuosidad en el atuendo de los varones.
En apenas 18 años de actividad, la “Companhia de Ballet da Cidade de Niteroi”, en esta apreciable obra “Choros y Valsas, um tributo a Pixinghinha* ”, exhibió el perfil propio que toda Compañía de Danza aspira alcanzar. Los bailarines que la integran aportan sus talentos a este resultado; además se ven bellos, sensuales, y por añadidura bailan muy bien y lo hacen, por el placer de bailar.
* Alfredo da Rocha Viana Filho, conocido como Pixinguinha, es considerado uno de los mayores compositores de la música popular brasileña. Murió en 1973.-
quiesiera conocer mas sobre esta compañia siento que son bailarines frescos y con ideas creativas y diferentes; quisiera saber si existe alguna academia en brasil en donde la imparta la misma compañia?