Con la hoz y el martillo en el telón, “The Bright Stream”, de Alexei Ratmansky, es una evocación de aquellas granjas colectivas que surgieron durante la era de la Revolución Rusa y que prevalecieron de una u otra manera durante toda la era soviética.
La obra es una “remake” de la original creada por Fedor Lupokhov en 1935, que en su momento, el gobierno stalinista condenó por poner a los granjeros soviéticos como “muñecos de ballet”, y en cierta forma, desvirtuar el verdadero sentido de las granjas colectivas de la era comunista. “The Bright Stream”, nombre de la granja donde se desarrolla la acción de este ballet de equívocos con características de comedia musical, es una obra inocente, alejada de la temática de concientización política de la época. Y en su momento, fue condenado hasta por Agrippina Vaganova, quien en ese entonces dirigía el Kirov.
La música, que Ratmansky conservó, fue uno de los tres ballet compuestos por Dmitri Shostakovich. Con secuencias de enorme lirismo musical, también se escuchan tangos, polcas, y algo de Charleston. Hoy, esta fábula rural regresa con un osado toque de humor en el que también pone en jaque a los parámetros del ballet romántico de la época. Ratmansky respetó el libreto de Adrian Piotrovsky y Lopukhov, pero gestó su propia coreografía, dado que la de Lopukhov se perdió por falta de notación.
Paloma Herrera, como Zina, la aldeanita que optó por casarse y dejar de lado sus aspiraciones artísticas, y Marcelo Gomes, como su marido, juegan esta comedia de esposo infiel y mujer engañada de una manera fresca y cándida.
Del otro lado de la disputa, Gillian Murphy, como la amiga de Zina que ha logrado triunfar en las tablas regresa con una troupe trashumante para revivir viejos tiempos y permitir a Zina, recuperar sus dotes perdidas de bailarina. Mientras tanto, Gomes intenta seducir a Murphy. Y en el medio de la trama, el contexto pintado por Ratmansky se convierte en una verdadera sátira a la era soviética. Un tractor hecho con bailarines y el conductor vestido de perro, una escenografía que evoca a “Los girasols de Rusia”, el dramático film con Sofía Loren y Marcello Mastroiani, y los estereotipos inevitables de la Rusia campesina.
Y un indiscutible toque de humor con guiño a los balletómanos: David Hallberg, como Ballet Dancer, con un tutú romántico y zapatillas de punta incluidas, aparece convertido en una verdadera Sílfide que trata de seducir y jugarle una broma al dueño de la casa de campo. Este personaje grotesco y ridículo, interpretado magníficamente por el director artístico adjunto del ABT, Victor Barbee, cumple también un rol simbólico. Cabe aclarar, que las casas de campo (dachas) solían asignarse en la Unión Soviética a algunos miembros destacados de la sociedad comunista.
Junto a él, su mujer (la ex bailarina Martine van Hamel), cuyas veleidades de artista no tienen límites. Ambos juegan un rol dramático en esta trama en la que la ironía y la mirada crítica sobre el pasado, son elementos predominantes.
Ratmansky ha estructurado este ballet respetando las secuencias clásicas, especialmente en las intervenciones del cuerpo de baile, los pasos de cuatro, las variaciones de la pareja principal, y las intervenciones del cuerpo de baile, que muestra una desbordante energía. Cada uno de los personajes logró expresar las maneras y los gestos de los campesinos rusos, al punto que podrían confundirse con bailarines del mismísimo Bolshoi. Misty Copeland como la lechera y Sascha Radetsky se lucen en sus variaciones. Copeland promete, y es una bailarina a la que vale la pena seguirla.
Herrera, fresca, inocente y sensible, interpreta con encanto particular y gran pureza técnica a esta ex bailarina que se descubre a sí misma cuando intenta recuperar a su esposo, seducido por los encantos de Murphy. Las dos bailarinas, en un diálogo magnífico en el que recuerdan el pasado, bailan juntas como si fueran un espejo. Uno de los más logrados momentos por la sincronización de ambas, y muy especialmente, por la comunicación que transmiten desde el escenario.
Gomes, impecable desde lo técnico y lo actoral, es un bailarín con un encanto subyugante. Perfecto en sus saltos y sus giros, se destaca a su vez como excelente partenaire. Arrollador y preciso.
“The Bright Stream” termina con un final feliz. Zina recupera a su esposo, y también su capacidad de bailar. Sin embargo, los girasoles de la Rusia campesina se convierten de golpe en inmensas torres de cemento. Quizás, la mirada de Ratmansky –que pertenece a la generación post Stalin– intente mostrar simbólicamente el significado de la transformación del país durante ese gobierno.
como siempre paloma, una genia