El espectáculo montado en el Metropolitan I de Avenida Corrientes, destinado a cultivar el tango-danza argentino, abrió auspiciosamente la temporada de danza y ballet de 2011 sobre la emblemática Avenida del centro porteño. Comentarios recibidos al terminar esta primera función daban cuenta de que ya se había tomado la criteriosa decisión de reducir el término del espectáculo, habiéndose tomado en cuenta la excelente recepción al contexto de la propuesta estrenada el jueves 6 de enero.
De manera tal que cabe efectuar un análisis de lo presentado: un extenso documental sobre la historia del Tango Danza en la Argentina. El inicio no podía ser otro que el decimonónico interior de una casa “pública”, o de citas…, con uno de aquellos organitos del que surgía la incipiente música tanguera, bailada por hombres casi siempre violentos, que hacían de ello su patrimonio. La mujer estaba aún ausente aunque presente en la otra infamante tarea asignada. En ese ámbito aparece el Cachafaz (Zotto), bailarín de tango con pretensiones de virtuosismo, el que cultivaba con pasos “quebrados” y atrayentes.
Así, van pasando episodios de distintas épocas de la música ciudadana. Uno de ellos conversado en la escena entre bailarines que querían modernizar la coreografía con giros perfectos. No hay indicio cronológico cierto de la ocurrencia a no ser que el léxico de los bailarines se refería a “las pibas” y quien cantaba era Alberto Castillo… Se aprecia entonces que el tango se desarrollaba a ras del piso y con características de “terre à terre”.
No iba a faltar un vals rioplatense, variedad muy bailada allá por los años ’20 y ’30, con cierta raigambre en el vals europeo, como antes también había de formar parte de esta conjunción de elementos populares el folclore argentino. Testimonios éstos siempre a cargo de las parejas del elenco que dirige Zotto. Todas ellas con sólida formación en la técnica variada del Tango-Danza.
Evocaciones de milongas, de foráneos como Rodolfo Valentino y Natasha Rambowa en un accionar caracterizado por la influencia de Hollywood en las poses adoptadas con cierta extravagancia. Claro que ninguno de los dos tenía parecido fisonómico con aquellas estrellas del cine silente. Se relaciona también en esta época al Tango con el adagio acrobático que muestra las destrezas técnicas de los bailarines.
No podía ni debía terminarse este verdadero esfuerzo artístico sin la inclusión de ejemplificadores tangos del maestro Astor Piazzolla. El nivel del espectáculo siempre bien mantenido no sólo por la variedad de las interpretaciones sino por el de los intérpretes. Y claro está no sólo los músicos exhiben calidad, también el vestuario es brillante (Schussheim, Ferrari, Bertotto, Michael) y exalta cierta desnudez en las bailarinas. Una multitud llenaba la sala del Metropolitan I y ovacionó a los artistas encabezados por Miguel Ángel Zotto y Daiana Guspero.